El cine de terror siempre se las arregla para encontrar premisas sencillas y atractivas a partir de alguna tendencia actual y/o del reciclado de éxitos anteriores. La tercera película de Adam Robitel (La posesión de Deborah Logan y La noche del demonio 4) aprovecha la moda de los juegos de escape y la lleva al mundo de las sagas El juego del miedo, El cubo y Destino final.
Seis desconocidos se encuentran en la sala de espera de un juego de escape en busca de un premio en efectivo sin saber que sus vidas peligran mientras no descifren cuál es la salida del lugar. El gancho de Escape Room: sin salida funciona enseguida, aunque la película demora demasiado en juntar a esos seis personajes unidimensionales que presenta sin ninguna posibilidad de evolución. Una nerd tímida, un repositor, un corredor de bolsa, una veterana del ejército, un camionero y un entusiasta de los juegos de escape tienen que esquivar la muerte resolviendo los vistosos acertijos impuestos por quien consiguió confinarlos por propia voluntad. Los seis tienen alguna cuestión en común del pasado que la película se encarga de subrayar en repetidas oportunidades sin que eso le aporte nada a la narración ni a los personajes.
El único gran atractivo de la película pasa por el ingenio en el diseño de esas habitaciones - rompecabezas del mal, cada una relacionada con el calor, el frío, las alturas, el mundo interior o el espacio-, a resolver por los protagonistas. En una decisión extraña, Robitel prefiere dejar al espectador afuera de Escape Room y no lo hace partícipe de los juegos: casi todas las claves son imposibles de adivinar desde afuera y están ocultas en esos recuerdos de los personajes que se disparan por alguna cuestión arbitraria de cada habitación. El cineasta no aprovecha su público cautivo, encerrado en una sala oscura, y requiere solo una presencia pasiva de los espectadores en la sala. La alusión al público es obvia e incluso explícita en Escape Room al otorgarles a los personajes consciencia del espectáculo que brindan cuando descubren cámaras ubicadas estratégicamente en cada una de las habitaciones.
La otra determinación cuestionable de Escape Room está relacionada con las muertes de los personajes. Robitel no se regodea en el gore como El juego del miedo, pero las ejecuciones sosas de la película no logran deshacerse de ese mismo sadismo purificador del asesino Jigsaw.