Todos los comediantes van al cielo
Si de buenos guionistas comediantes vamos a hablar, es imposible no mencionar a la dupla conformada por Seth Rogen y Evan Goldberg, creadores de dos gemas como Superbad (2007) y Pineapple Express (2008), que ahora debutan en la dirección con la desmadrada pero divertidísima This Is The End. Esta película se basa en la auto-parodia y en la incorrección política, típica de las anteriores obras ideadas por el dúo en cuestión, para llevar adelante una historia apocalíptica y llena de palos a Hollywood.
Lo mejor y más novedoso del filme es tener a Seth Rogen, James Franco y Jonah Hill haciendo de ellos mismos junto con el resto de estrellas, muchas de las cuales actúan sus propias “muertes” en un desmadre total filmado con gran pulso y ritmo por parte de Goldberg y Rogen. La inverosimilitud de la propuesta hace aún más atractivo este juego de roles y auto-crítica, agregando además la burla al afán tremendista que tomó Hollywood en los últimos años con sus tramas del fin del mundo, y a la autosuficiencia academicista en la que están sumidos muchos de los que forman parte de ese ambicioso star system.
Así, tenemos momentos deliciosos como Hill hablándole a Dios en una plegaria que comienza con “aquí Jonah Hill, de Moneyball“; Danny McBride criticando la credibilidad de un relato a Franco y Hill, siendo que “son nominados a un Oscar”; o un paparazzi diciéndole a Rogen “siempre hacés los mismos papeles en todas tus películas”; y un largo etcétera.
El crescendo dramático va en un balance perfecto con el histrionismo de los actores-personajes y la comicidad todo el tiempo tiene lugar. Eso pone las reglas del juego en un punto que escapa totalmente a las posibilidades de tomarse en serio la trama, pero esa estupidez a conciencia es totalmente aceptada una vez que se logra el clima y uno se mete de lleno en lo que sucede en pantalla.
Además, Rogen y Goldberg no juegan a los directores, sino que se toman muy en serio los tiempos y el tono. De hecho, la mayor parte del tiempo en la película transcurre dentro de la supuesta mansión de James Franco, con un minimalismo y una claustrofobia muy bien trabajada y fotografiada. Todos los chistes son eficientes en ese contexto, y recién cuando los protagonistas salen al exterior se enfrentan con el momento más flojo de la historia. No obstante, si bien esa secuencia no es la más lúcida, todo se corona con un brillante final con músicos de la era pop noventosa incluidos. Sin dudas un cierre disparatadísimo y a la altura de lo que se podía esperar: pura clase de comedia por parte de la dupla de directores.
Para los nostálgicos, vale apuntar el encuentro de los actores de Superbad, sólo con un chiste momentáneo pero muy bien llevado, así como también las constantes alusiones a Pineapple Express, incluyendo una recreación actuada y todo. Un disfrute total, distintivo de la casa.