Esteros, la película de Papu Curotto, es una historia sobre el primer amor y la presencia infalible que éste marca en la vida de dos jóvenes que se reencuentran en su Corrientes natal.
Matías y Jerónimo eran mejores amigos durante la infancia y en el inicio del pasaje a la adolescencia, en el pueblo de Paso de los Libres, Corrientes. Jugaban, reían, se entendían sin hablarse siquiera. Hoy ya son dos adultos y viven alejados, no volvieron a verse. Pero cuando uno llega de Brasil para el carnaval junto a su novia y la promesa de un trabajo importante esperándolo allá a su regreso, se reencuentra con el joven que ahora hace maquillaje, fx y algunas cositas más relacionadas a lo que le gusta, el cine.
Curotto relata esta historia de amor (“amores como el nuestro quedan ya muy pocos”, como canta la canción que suena y se resignifica a medida que vuelve a sonar) a través de dos tiempos paralelos: el que los tiene a ellos como pre-adolescentes, y el que los reencuentra ahora como dos adultos. El guión juega entre estos dos tiempos intercalándolos y así, a medida que reconstruye esa historia de su pasado, también va construyendo esta nueva, irremediablemente marcada una por la otra.
Al comienzo del film y de las escenas que los muestran en aquel verano idílico para ellos, todo indicaría que Esteros iba a ser un film que respirara mucho del cine de Marco Berger. No obstante, a medida que éste se va sucediendo y las historias comienzan a delinearse, se deja en claro que lo de Curotto no es un histeriqueo constante, una seducción sutil entre ellos, sino que son dos personajes simplemente siendo, que cada vez se encontraron más cerca entre sí. El despertar sexual los encontró juntos, pero esa adultez semiarmada de repente también.
Interpretada desde una naturalidad y frescura que la hacen percibir muy auténtica, el film además aprovecha las bellas locaciones de los Esteros del Iberá para terminar de construir esta historia de amor y deseo.