Puede decirse que la historia política de la Argentina está construida, en gran parte, gracias a grandes frases dichas por ilustres figuras que estuvieron en el poder. Si se piensa entonces en la frase “Felices pascuas, la casa está en orden” es inevitable remitirse a un acontecimiento que, a 35 años de sucedido, se evoca a menudo como uno de los sucesos más trascendentales por la lucha de la democracia.
Para contextualizar estos hechos, luego de los juicios a las juntas militares en el año 1983 y las posteriores condenas de Julio Videla y Eduardo Massera, la justicia argentina continuó con las citaciones declaratorias a los oficiales de menores rangos. Estas medidas generaron tensiones entre el gobierno y los militares, al punto de desatar una rebelión cuando fue citado a declarar el mayor de inteligencia Ernesto Barreiro, quien no se presentó ante el tribunal y posteriormente se dio a la fuga. Seguido de esto, el 16 de abril de 1987, un grupo de militares decidieron tomar acciones radicales de protesta. Los llamados “carapintadas”, con el teniente coronel Aldo Rico a la cabeza, se acuartelaron en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo exigiendo la renuncia de los altos mandos del ejército y la sustitución del juicio a los autores de violaciones de derechos humanos por otra que contemplara situaciones más flexibles para los oficiales que recibieron órdenes.
La famosa frase mencionada más arriba alude al discurso que Raúl Alfonsín dio el 19 de abril del mismo año para miles de manifestantes desde un balcón de la casa Rosada, luego de haber negociado en forma personal con el propio Aldo Rico, tras varias idas y vueltas entre la presión de los “carapintadas” y las negativas del gobierno.
Lo interesante a destacar es la verosimilitud que persigue el film. Dicho en palabras del director: “No quería hacer un documental con testimonios de testigos o conocidos, quería hacer una película con los protagonistas de los hechos y entrevistarlos yo mismo”. Esta decisión vuelve al documental dinámico, atrayente y hasta incómodo por momentos, ya que uno de los personajes entrevistados es el controversial Aldo Rico, que mediante la destreza del entrevistador, tiene carta libre para contar los hechos desde su óptica sin ser interrumpido o cuestionado.
Cabe destacar también el tratamiento temporal del film, que si bien sigue una lógica sobre la cronología de los hechos, conjuga muy bien los momentos de tensión con los momentos emotivos y hay un justo equilibrio en la manera en la que articula la información histórica con la periodística. Si hay un punto flojo que se pueda mencionar es la falta de rótulos; ninguno de los personajes entrevistados es rotulado cuando está dando su testimonio y los nombres se mencionan verbalmente, haciendo que con el correr del film esa información pueda llegar a diluirse para el espectador.
Si bien el documental persigue explicar el por qué de su título (Esto no es un golpe), argumento que los militares se encargaron de reiterar para limpiar culpas en los constantes pedidos al gobierno durante el suceso, el film también da a entender que la sociedad atravesaba un momento de sensibilidad extrema y el fantasma de una dictadura le pisaba los talones. En los últimos minutos de la cinta, la voz en off de Sergio Wolf reflexiona sobre el significado de las palabras de Alfonsín en ese discurso y la posterior aprobación de la Ley de Obediencia Debida, y plantea además, que tal vez este episodio dejó un mal sabor en la democracia y en el imaginario colectivo de los argentinos.