El legado de Alfonsín En su último documental el realizador argentino Sergio Wolf indaga en el acuartelamiento militar de un grupo del Ejército liderado por el teniente coronel Aldo Rico en Campo de Mayo, en el partido de San Miguel, en la provincia de Buenos Aires para solicitar cambios en la política de derechos humanos del Gobierno de Raúl Alfonsín durante la Semana Santa de 1987. Wolf entrevista para el film a todos los protagonistas aún con vida del acontecimiento que marcó a fuego la presidencia de Alfonsín, el primer presidente argentino de la actual etapa democrática, la más larga de la historia del país. A través de estas entrevistas y de su propia voz en off el documental recorre las causas que detonaron el amotinamiento de los soldados rebeldes, producto de la preocupación castrense por las múltiples citaciones judiciales que venían recibiendo los militares que habían participado de la represión ilegal a la ciudadanía utilizando el aparato del Estado con la falsa excusa de la lucha contra las organizaciones guerrilleras. Esto no es un Golpe (2018) narra estos hechos cronológicamente, con testimonios veraces y contrastados con los de otros protagonistas, con invaluables imágenes de archivo que develan algunos puntos oscuros para la mayoría de los argentinos sobre un episodio confuso que generó la consolidación de un resquebrajamiento del apoyo de la clase media progresista a la presidencia de Alfonsín, asediado por la oposición peronista, los soliviantados militares y la inflación creciente, lo que a la postre lo llevó a entregar el gobierno anticipadamente a su sucesor, Carlos Saúl Menem. Con mucha pedagogía dialéctica la obra de Wolf atraviesa uno de los momentos más difíciles de la democracia argentina para analizarla a la distancia, con todas las voces disponibles para contraponer el legado de Alfonsín bajo la balanza histórica, con sus aciertos y errores, su valentía y sus limitaciones, distinguiendo tajantemente las dos argentinas en pugna, de un lado la de un Aldo Rico que representaba la ideología y la idiosincrasia del cuerpo militar en su conjunto, y del otro la de los políticos y la ciudadanía unidos dispuestos a luchar por la democracia y sus valores. El opus pone así la evidencia ante los ojos del espectador, opinando, pero sin manipular ni ocultar, como un testigo más que da su visión de uno de los acontecimientos más traumáticos de la joven democracia argentina.
Esto no es un golpe quiere restituir una épica olvidada durante muchos años por el relato oficial del gobierno anterior, que derramó al cine argentino y a la cultura en su conjunto una visión sesgada sobre la última dictadura y sus secuelas. Esa visión logró una elipsis impensada: volver creencia compartida que el ajuste de cuentas de la democracia con las atrocidades del Proceso empezó con el gesto de un presidente bajando un cuadro y con la reactivación de las causas por violaciones de derechos humanos. Ese recorte empobreció una historia de gestas civiles y lo redujo a unas pocas consignas afines al poder de turno, como puede verse en la cantidad de documentales sobre el tema producidos en la década pasada que eliden el Juicio a las Juntas y la escalada entre el gobierno de Alfonsín y los militares. ¿Cómo debería pararse el cine argentino frente a ese olvido de tantos años? ¿Cómo discutir con una postura adoptada en bloque y casi sin fisuras por toda una cinematografía? Esto no es un golpe sale del laberinto por arriba: evita cualquier polémica y opta por contar todo de nuevo. Pero tampoco se trata de empezar de cero. Desde el principio, la película le habla al público y apela a su recuerdo de Semana Santa de 1987, como si por esa vía afectiva pudieran recomponerse décadas de olvido audiovisual. Al igual que en sus otras películas, Sergio Wolf se hace cargo del punto de vista, pero a diferencia de lo que pasa en Yo no sé qué me han hecho tus ojos o Viviré con tu recuerdo, acá el director aparece más neutro, menos caracterizado, como si Wolf no fuera tanto él mismo sino un vehículo para introducir al espectador en la trama. Trama que, además, ya no supone un misterio a develar sino una memoria compartida: el paradero de una cantante que prácticamente se desvanece del mundo o la pérdida de material fílmico con la pista de audio de una última entrevista proveen casi por sí solos las dosis necesarias de suspenso. El levantamiento carapintada, un hecho fijado en libros de Historia y en el recuerdo de la gente, en cambio, supone la fabricación de una intriga, como si el objeto se resistiera a proveer cualquier clase de encanto cinematográfico y hubiera que forzarlo, sacudirlo, buscar en él zonas inexploradas, aprender a mirarlo de nuevo. La solución que la película encuentra a ese problema consiste en entrevistar a algunos de sus protagonistas y en tratar de reconstruir la gestación y el desarrollo del levantamiento. No hay académicos o especialistas que opinen, solo personas que participaron activamente de los sucesos y que reponen visiones diferentes: la de los militares de bajo rango, la de los mandos medios, la de los legisladores radicales, la del poder ejecutivo. ¿Cómo hacer cine con un hecho histórico sin caer en la rutina formal de un documental expositivo? Esto no es un golpe opta por poner en relato el plan secreto que condujo a la toma y explotar el nervio narrativo de los entrevistados (algo que depende tanto del montaje como de la suerte de toparse con gente que sepa contar). Por momentos, la narración conjunta de soldados y políticos, que detallan los movimientos y reacciones de cada bando, logra que uno se olvide de lo que sabe y que se interese por el relato que presenta la película, como si el cine, aunque sea por un rato, pudiera ganarle la partida a la Historia: el pulso de la película acaba por imbuir el tema con las reglas y la vitalidad de la ficción. En este sentido, la entrevista a Aldo Rico es uno de los puntos fuertes de la película. Sobrador que cautiva con su altanería y con una lectura del levantamiento hecha a la medida de su conveniencia, Rico aporta una personalidad fascinante en torno de la cual parece organizarse toda la película, conciente del material que tiene entre manos. No importa la opinión previa que se tenga de Rico, la expectativa que genera su próxima aparición es enorme: uno espera otra versión dudosa de los hechos, otro momento de malignidad, otra explosión de jerga militar fuera de contexto, otra explicación sobre sus recaudos exagerados ante presuntas trampas. Su figura hace pensar en la de algún villano de James Bond venido a menos que molesta y contradice por gusto a su interlocutor. Si hubiera que buscar una figura que funcione como contraparte de Rico, ese sería el general Alais: los fragmentos suyos que incorpora la película funcionan casi como comic relief hasta que el personaje adquiere un aire casi surrealista. La película conjuga los testimonios individuales con imágenes de archivo hasta que la reconstrucción de los cuatro días de Semana Santa adquieren una robustez impensada: el relato repasa desde los actos más pequeños hasta las grandes determinaciones del momento; las dudas de Alfonsín y de su círculo más cercano antes de mandarlo a Campo de Mayo tienen como eco una imagen pública, la de las oleadas de manifestantes que se dirigen hasta el lugar y ponen en peligro la capitulación. La decisión de darle voz a los políticos encargados de desactivar la operación tanto como a sus artífices es de una novedad extrema para el documental reciente, que tendió a silenciar el punto de vista de militares en casi cualquier tema (seguramente no sea casual que en esta misma edición del Bafici haya podido verse El hermano de Miguel, donde se filma el encuentro entre dos víctimas del caso Ibarzábal, asesinado por el ERP: su hija, Silvia Ibarzábal, y Miguel Dicovsky, que trata de conseguir información sobre su hermano Sergio, desaparecido durante el hecho. No hay reconciliación ni renuncia, pero sí un diálogo, la posibilidad de compartir un espacio común. Una escena así hubiera sido inimaginable hace poco tiempo). El efecto es el de una humanización general donde, salvo por los desplantes de Rico, no hay villanos ni héroes, sino hombres comunes movidos por intereses y enfrentados a una situación extraordinaria ante la que improvisan como pueden, ya sea ordenando a los medios sacar del aire las imágenes de la toma de Campo de Mayo o juntando militantes al voleo para enviar a los canales y que los filmen. Alfonsín aparece representado como un jefe que mueve con inteligencia el ajedrez político. Para Esto no es un golpe, la política es una cuestión de estrategia, astucia, sentido de la oportunidad; la épica es profundamente civil, republicana, la victoria de un sistema con sus recursos y no un asunto de líderes mesiánicos. Los discursos de Alfonsín del domingo de Semana Santa conmueven justamente por la estatura humana de su figura, por su fragilidad, por la proporción desmesura de la responsabilidad con la que se lo inviste. Entre los logros de la película se cuenta uno especialmente notable: el poder dejar en segundo plano, aunque sea durante un tiempo, la historia oficial para sumergir al espectador en el desenlace precipitado de la situación donde pareciera que el cálculo de los protagonistas puede fallar, que la sublevación puede contagiarse y extenderse, que todo puede salir mal. Las palabras finales del domingo, entonces, conmueven también porque el relato termina bien, porque hay algo que muy brevemente se parece a un final feliz, al menos hasta que los textos del epílogo nos colocan de nuevo en la Historia y sus vaivenes ingratos.
DEL ROMPECABEZAS DE LA HISTORIA. Pareciera que para el cine argentino –tanto el de ficción como el documental– no hubo episodios demasiado interesantes entre la guerra en Malvinas de 1982 y la crisis de 2001: casi no hay películas que exploren o recreen hechos históricos ocurridos durante el alfonsinismo y el menemismo. Sólo por eso, Esto no es un golpe, del crítico, ensayista, guionista, documentalista y ex director artístico del BAFICI Sergio Wolf (codirector con Lorena Muñoz de Yo no sé qué me han hecho tus ojos, realizador de El color que cayó del cielo), resulta un proyecto saludable. Lo es, además, por devolver a la consideración pública la temeraria rebelión de un grupo de militares tres años y medio después de recuperada la democracia y unos meses después del Juicio a las Juntas. El documental de Wolf tiene un valor histórico indudable, al reunir testimonios de ministros y representantes del gobierno apremiados para resolver aquél incidente institucional de abril de 1987 y rescatar datos algo diluidos en el tiempo, como las distintas leyes que fueron condicionando los juicios a los militares que habían atentado contra los derechos humanos durante la última dictadura. Permitir que podamos ver o rever imágenes como la del entonces joven juez de San Isidro, Alberto Piotti, enfrentando cara a cara a esos militares de actitud desafiante, o que Aldo Rico exprese –con su particular manera de hablar, entre prepotente, pícaro y nervioso– su opinión sobre lo sucedido, son méritos que se agradecen: en tiempos en que en la TV y en la web cualquier episodio de la Historia argentina es analizado liviana y burlonamente, Wolf se preocupa por desentrañar la madeja con paciencia, dejando que las diferentes declaraciones fluyan sin muchas interrupciones y recorriendo con la cámara los lugares de los hechos como buscando allí huellas, señales, sensaciones. Desde un punto de vista político, recordar el gesto del presidente Ricardo Alfonsín de pedirle a la gente reunida en Plaza de Mayo que lo esperen mientras se dirige a Campo de Mayo a solucionar el conflicto (partiendo en helicóptero desde el techo de la Casa Rosada), para finalmente volver y hablarles nuevamente con tono enérgico y expresiones tranquilizadoras, es un punto alto. Cuesta imaginar a De la Rúa o a Macri, por ejemplo, asumiendo una actitud similar. Como en sus anteriores documentales, Wolf aparece conversando con sus interlocutores y ocasionalmente opinando sobre el material de archivo que va desplegando. No son intervenciones egocéntricas; sin embargo, a medida que va disponiendo las piezas sobre la mesa, Esto no es un golpe comienza a evidenciar algunos problemas. Por algún motivo el director desestimó registros de noticiarios televisivos y portadas de diarios de esos días (tal vez para que el sondeo de los acontecimientos no aparezca filtrado por el enfoque de los medios de comunicación o para no desviarse hacia el análisis de los mismos): sumado a eso la templanza con la que aquéllos funcionarios de la Unión Cívica Radical de los años ’80 dan su testimonio, el resultado aparece demasiado aplacado, transmitiendo sólo por momentos la agitación propia de esa convulsionada Semana Santa. Tampoco le interesó demasiado a Wolf detenerse en la vida cotidiana de los ciudadanos, por lo que el dramatismo depende casi únicamente de lo que cuentan o revelan los dirigentes políticos y militares. Así como la decisión de revivir la necesidad de Alfonsín de rezar antes de visitar Campo de Mayo transmite adecuadamente la angustia del entonces presidente en ese difícil momento, no hay elementos que permitan notar el estado de zozobra de argentinos anónimos, más allá de las imágenes del pueblo en la Plaza de Mayo. Por otra parte, si bien es absolutamente respetable la intención de Wolf de reivindicar la figura de Alfonsín y de compartir las dudas que en su momento le generaron algunas de sus declaraciones (como el haberse referido a los soldados insubordinados como “héroes de la guerra de las Malvinas”), incomodan determinadas interpretaciones y omisiones. En dos ocasiones se lo ve a Alfonsín en el balcón de la Casa Rosada, frente a los numerosos manifestantes, acompañado de figuras del peronismo entonces opositor (otra situación que resultaría bastante improbable en estos tiempos), pero así como Wolf destaca que el PJ había propuesto una Ley de Amnistía en 1983 (y no está mal que lo recuerde), no parece darle suficiente relevancia al apoyo que dicho partido le brindaba al presidente en esas circunstancias. Cuando la gente le grita a Alfonsín que la rebelión carapintada “Es por el Punto Final” (en referencia a la ley que puso plazos para declarar), el director afirma en off que eran militantes de izquierda quienes lo decían, descartando la posibilidad de que también participaran de ese reclamo peronistas e incluso radicales. Y en los textos finales, al aludir a las leyes de indulto menciona a Carlos Menem, pero al informar que en 2003 se reabrieron los juicios a los represores elude el nombre de Néstor Kirchner. Siendo irónicos, se diría que Esto no es un golpe podría haberse llamado La República (casi) perdida 3, ya que, más allá de algunas diferencias de estilo, parece continuar la línea ideológica de los documentales de Miguel Pérez que acompañaron el triunfo del alfonsinismo en los años ’80. Siendo justos, debe reconocerse que Wolf hizo un documental sobrio, provechosamente discutible, estimable para la revisión de nuestra Historia reciente.
La vuelta de la democracia en 1983 significó una toma de conciencia para gran parte del pueblo argentino. La sangrienta dictadura que empezó en 1976 resignificó la famosa frase “golpear la puerta de los cuarteles”, que antes era visto por cierto sector de la sociedad civil como una necesidad de “reordenamiento”, y que luego de 1983 sería el recuerdo de algo siniestro e indeseable. En ese contexto es importante traer al presente los hechos ocurridos en el alzamiento carapintada de 1987 que narra la película “Esto no es un golpe”. Porque muchos de los que vivieron esa época todavía lo recuerdan, y es indispensable volver allí con la voz de los protagonistas, para resignificar esos días y discutir la imagen amarga de la interpretación posterior al discurso de Alfonsín. También como un juego de la historia que se arma, desarma, interpreta y reinterpreta, nadie es inocente en la recuperación de un acontecimiento tan determinante para la vida de los ciudadanos de una nación. Y la mirada de Sergio Wolf no es inocente. El documental hace un minucioso trabajo y una ardua restauración de lo que ocurre en esos días, desde la motivación inicial de los carapintadas, las rutinas de Alfonsín, las internas políticas y militares, los juegos comunicacionales, el manejo de las masas, la defensa y la especulación de lo peor. Su material más destacado es el archivo de los medios de esos días, siempre manoseado y despreciado por las autoridades nacionales, aquí con una gran calidad y mucha precisión para seguir lo ocurrido, volviendo a una época en la cual los canales de televisión eran cinco e Internet era una red universitaria en Estados Unidos. En “Esto no es un golpe” se hace el foco sobre el detrás de escena y eso ayuda a posarse desde una perspectiva diferente sobre el accionar de Raúl Alfonsín. Una figura un tanto venerada por ser el padre de la democracia, y otro tanto castigada por el final de su gobierno, y en particular, sobre el accionar en este caso. El film no justifica las consecuencias y las decisiones posteriores al alzamiento (la ley de obediencia debida), pero sí pone en contexto la dificultad y la capacidad de su gestión ante una amenaza concreta. Y sin dudas, la figura de Aldo Rico toma relevancia por peso propio, sobre todo por las versiones cruzadas que genera el mismo argumento y por la fuerte personalidad del militar, con más de un momento incómodo dentro del trabajo, en el cual la versión de Rico quiere imponerse por la fuerza. La película de Sergio Wolf se trata de un material histórico valioso, no solo para recordar esos días, sino para renovar el contrato social en torno a la recuperación de la democracia y, en especial, para revalorizar la figura de Raúl Alfonsín, un presidente un tanto castigado por el rumbo económico de su gestión, pero con una fuerte carga simbólica en varios aspectos. Como suele ocurrir en nuestra historia, es un presidente que genera múltiples interpretaciones según la ideología personal de cada uno y que deja la sensación de no haber sido lo suficientemente valorado. Pero las luchas de poder y la interpretación del momento son siempre más fuertes que cualquier valoración romántica posterior.
El 16 de abril de 1987, en el marco de Semana Santa, existió en Argentina un alzamiento militar, por el cual el Teniente Coronel Aldo Rico, acompañado por un grupo de las Fuerzas Armadas conocido como los Carapintadas, se amotinaron en Campo de Mayo. Sus demandas eran una solución política para los juicios a los represores de la dictadura militar y la destitución del jefe del ejército. Raúl Alfonsín, Presidente en ese entonces, tuvo que hacerse cargo de la situación junto a su equipo para evitar el tambaleo de la democracia y un enfrentamiento popular. Este acontecimiento fue tomado por Sergio Wolf para realizar su documental “Esto no es un golpe”, en alusión a la frase que decían desde las Fuerzas Armadas con respecto a su alzamiento. No lo tomaban como un intento de derrocar a la democracia, sino como una llamada de atención para conseguir sus objetivos. “Esto no es un golpe” mezcla material de archivo con una narración en off del propio director, imágenes de las locaciones de esos sucesos pero en la actualidad (metiéndose en lugares no tan conocidos y a veces combinándolas con sonidos de la época) y valiosas entrevistas a personajes muy relevantes de la historia argentina y protagonistas de este suceso. Sin embargo, y a pesar de que por la situación se puede saber quién está tomando la palabra, no existe una identificación muy directa de los testimonios. Incluso a veces resulta medio confuso entender quién está hablando porque se manifiesta únicamente su voz (con imágenes que acompañan), pero de todas maneras lo que más importa es su relato y no tanto quien lo aporta (salvo algunas excepciones a quienes reconocemos fácilmente). Además, algunos dichos también se pueden sacar por el contexto del diálogo. Si bien el documental tiene una línea marcada (sobre todo con su narración final) se presenta de una forma bastante objetiva en cuanto a que ofrece entrevistas tanto de un lado como del otro, es decir, de quienes formaron parte del gobierno en ese momento, como también de aquellos militares que provocaron el alzamiento. La entrevista más compleja de llevar a cabo se nota que fue con Aldo Rico, protagonista de los acontecimientos abordados y además un personaje complicado de tratar, con aires de superioridad, respuestas irónicas y confrontaciones, refutando todos los hechos ocurridos. Estos momentos generan indignación, porque existen también otros diálogos con militares, pero se realizan mediante el respeto, contando únicamente los sucesos desde su punto de vista, sin ningún agregado personal o actitud fuera de lugar. Sin dudas, Wolf ofrece un relato que generará distintas sensaciones en el espectador, que no se quedará ajeno ni indiferente ante los sucesos narrados y hacia los testimonios de las distintas personalidades. Algunos provocarán reflexiones mientras que otros sacarán la indignación y frustración del público. “Esto no es un golpe” es un documental necesario para conocer y/o recordar uno de los momentos más complejos por los que tuvo que pasar el pueblo argentino (uno de los tantos) que servirá para que no se olvide ni se repita una situación similar.
Luego de la época más oscura de la historia Argentina, Raúl Alfonsín asume como presidente dándole la bienvenida a la vuelta de la democracia. Sergio Wolf es el encargado en escribir y dirigir este conmovedor documental que relata los hechos sucedidos en 1987 -el primer alzamiento de los Carapintadas-. Cuenta con una gran cantidad de material de archivo, lo que hace evidente un excelente trabajo de investigación. Narra los hechos con una voz en off y el relato de los protagonistas -Horacio Jaunarena, Aldo Rico, José Luis Vila, Leopoldo Moreau, Julio Hang- a través de entrevistas. Ellos cuentan sus versiones, atribuyendo a la veracidad de lo sucedido esa recordada Semana Santa en la que Alfonsín termina con el discurso de “La casa está en orden”. Las diferencias en las historias no tardan en aparecer, dando a entender que alguien miente. A pesar de estar bien escrito y con mucho material para exprimir, el director decide alargar la película con planos largos donde no hay voces y no aportan demasiado. Por parte del guion, es perfecto para cualquiera con un conocimiento básico de los sucesos, de no ser así puede perderse un poco, porque da como sabido muchos sucesos anteriores en la Nación. Además, hubiera sido de utilidad agregar los nombres cada vez que habla un entrevistado, para poder atar cabos y enriquecer la trama. De todas formas, logra su cometido creando un documental emotivo, con el que deja preguntas rondando en las cabezas de los espectadores. Siempre se recibe de buena manera una película que no nos deje olvidar del pasado oscuro que atravezó la historia Argentina.
La plaza, el desencanto, la pesquisa Felices Pascuas y la casa está en orden, frases que trazan un puente entre la memoria y las historias personales. Igual que aquella “los argentinos somos derechos y humanos” o “los únicos privilegiados son los niños”. Ninguna de ellas hoy suena a indiferencia, pero detrás de cada una seguramente hubo muchas historias, personajes y secretos jamás revelados. Rebelar ante el olvido es en principio no escuchar su silencio y allí va una vez más en su rol de documentalista, detective y cineasta con todas las letras Sergio Wolf. Va entre voces en el silencio; va con el ensordecedor malestar de aquella Semana Santa de 1986, que puso en vilo al país y que tomó por sorpresa a todo el gobierno democrático liderado por el estadista Raúl Alfonsín, tras la efervescencia del juicio a la Juntas Militares y el Nunca Más, pero también en un momento de crisis que auguraba una ley de Obediencia Debida resistida por amplios sectores de la sociedad. Cuatro días de enorme incertidumbre, de alianzas extrañas y un clamor que pudo más que los gritos de las armas. El director de Yo no se que me han hecho tus ojos recupera con el rigor de siempre el poco material de archivo sobreviviente a tanta desidia y hace todas las preguntas para llenar los vacíos. Ni policía bueno ni policía malo, allí el testimonio de Aldo Rico y sus compañeros de trasnoche valen lo mismo que el de Leopoldo Moreau, José Ignacio López u Horacio Jaunarena para en definitiva interpelar a uno de los grandes ausentes: el padre de la democracia, como esos hijos que no idealizan a la figura paterna pero que con el crecimiento y la vida alrededor empiezan a comprender un poco más a sus mayores.
Puede decirse que la historia política de la Argentina está construida, en gran parte, gracias a grandes frases dichas por ilustres figuras que estuvieron en el poder. Si se piensa entonces en la frase “Felices pascuas, la casa está en orden” es inevitable remitirse a un acontecimiento que, a 35 años de sucedido, se evoca a menudo como uno de los sucesos más trascendentales por la lucha de la democracia. Para contextualizar estos hechos, luego de los juicios a las juntas militares en el año 1983 y las posteriores condenas de Julio Videla y Eduardo Massera, la justicia argentina continuó con las citaciones declaratorias a los oficiales de menores rangos. Estas medidas generaron tensiones entre el gobierno y los militares, al punto de desatar una rebelión cuando fue citado a declarar el mayor de inteligencia Ernesto Barreiro, quien no se presentó ante el tribunal y posteriormente se dio a la fuga. Seguido de esto, el 16 de abril de 1987, un grupo de militares decidieron tomar acciones radicales de protesta. Los llamados “carapintadas”, con el teniente coronel Aldo Rico a la cabeza, se acuartelaron en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo exigiendo la renuncia de los altos mandos del ejército y la sustitución del juicio a los autores de violaciones de derechos humanos por otra que contemplara situaciones más flexibles para los oficiales que recibieron órdenes. La famosa frase mencionada más arriba alude al discurso que Raúl Alfonsín dio el 19 de abril del mismo año para miles de manifestantes desde un balcón de la casa Rosada, luego de haber negociado en forma personal con el propio Aldo Rico, tras varias idas y vueltas entre la presión de los “carapintadas” y las negativas del gobierno. Lo interesante a destacar es la verosimilitud que persigue el film. Dicho en palabras del director: “No quería hacer un documental con testimonios de testigos o conocidos, quería hacer una película con los protagonistas de los hechos y entrevistarlos yo mismo”. Esta decisión vuelve al documental dinámico, atrayente y hasta incómodo por momentos, ya que uno de los personajes entrevistados es el controversial Aldo Rico, que mediante la destreza del entrevistador, tiene carta libre para contar los hechos desde su óptica sin ser interrumpido o cuestionado. Cabe destacar también el tratamiento temporal del film, que si bien sigue una lógica sobre la cronología de los hechos, conjuga muy bien los momentos de tensión con los momentos emotivos y hay un justo equilibrio en la manera en la que articula la información histórica con la periodística. Si hay un punto flojo que se pueda mencionar es la falta de rótulos; ninguno de los personajes entrevistados es rotulado cuando está dando su testimonio y los nombres se mencionan verbalmente, haciendo que con el correr del film esa información pueda llegar a diluirse para el espectador. Si bien el documental persigue explicar el por qué de su título (Esto no es un golpe), argumento que los militares se encargaron de reiterar para limpiar culpas en los constantes pedidos al gobierno durante el suceso, el film también da a entender que la sociedad atravesaba un momento de sensibilidad extrema y el fantasma de una dictadura le pisaba los talones. En los últimos minutos de la cinta, la voz en off de Sergio Wolf reflexiona sobre el significado de las palabras de Alfonsín en ese discurso y la posterior aprobación de la Ley de Obediencia Debida, y plantea además, que tal vez este episodio dejó un mal sabor en la democracia y en el imaginario colectivo de los argentinos.
El padre de la democracia Sergio Wolf entra de lleno en terreno político con Esto no es un golpe (2018), documental que narra la crónica de los acontecimientos ligados al conflicto del Gobierno de Raúl Alfonsín con los carapintadas liderados por Aldo Rico que puso en vilo la joven democracia. El trabajo es un homenaje a la figura del presidente radical. En la Semana Santa de 1987, se produjo un acontecimiento insólito para la democracia Argentina. La toma de la escuela de infantería por un ala rebelde del ejército argentino comandado por el líder carapintada Aldo Rico. Los días de tensión fueron creciendo en Argentina hasta el domingo de Pascuas donde culminó el conflicto con el famoso “La casa está en orden”. El director de Yo no sé qué me han hecho tus ojos (2003) asocia los acontecimientos al juicio a las juntas militares que Alfonsín lleva adelante en su gobierno, con la cercanía al golpe militar. El malestar entre las fuerzas armadas y el gobierno radical, está latente, la inminencia de un nuevo golpe era posible. De manera inteligente, Wolf va narrando los hechos cronológicamente a través de entrevistados de ambos lados del conflicto, generando un clima de suspenso acorde a sus documentales anteriores. Entre los entrevistados desfilan desde Leopoldo Moreau, integrante del gobierno de Alfonsín por aquel entonces, hasta el mismo Aldo Rico, mostrándose prepotente ante cada pregunta que lo interpela. Es un logro de este trabajo abrir el abanico a uno y otro lado del conflicto, para escuchar los motivos de boca de los protagonistas. De cualquier modo, Wolf no reconstruye el hecho de manera objetiva. Hay una clara toma de posición suya hacia el gobierno de Alfonsín. Cada vez que el ex presidente da un discurso, su imagen completa la pantalla, siendo la voz del documental. Cada vez que hay una mención al peronismo queda vedada, como si no existiese o no merezca ser puesta en la historia Argentina. Esta decisión no es para nada oportuna por dos motivos. Primero porque termina haciendo lo mismo que se le criticaba al kirchnerismo: adjudicarse la reescritura de la historia argentina sólo con algunos hechos y prescindiendo de otros. Segundo, porque plantea una peligrosa reelaboración de la historia comenzando con Alfonsín. Como si fuera el principio de algo que está continuando hoy en día, o el parámetro desde dónde construir nuevos mitos. Dicho esto, Raúl Alfonsín fue uno de los grandes presidentes argentinos. Merece películas que enaltezcan su figura como esta y muchas otras. Eso es indiscutible. Lo criticable son los modos y los porqué de esa valoración apresurada y enmarcada en una tendenciosa línea de tiempo.
Sergio Wolf define su trabajo como un “thriller documental” y se basa en una minuciosa, necesaria, única y valiosa investigación sobre los episodios conocidos como “El levantamiento de los carapintadas” durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Ocurrió en 1987 y el levantamiento lo lideró Aldo Rico, durante Semana Santa, con una movilización popular de apoyo al presidente realmente impresionante y todo el país en vilo. El trabajo de Sergio es realmente importante porque entrevista a todos los protagonistas, incluidos los militares amotinados y su líder de entonces. Muestra desde la terraza de la Casa Rosada a los testimonios de funcionarios, políticos, ex jueces que tuvieron un rol en esos días y pone al descubierto intimidades de hechos históricos trascendentes que tienen muy poco material registrado salvo lo que mostraron los noticieros de la época. Un documental de gran valor testimonial que puede generar la bienvenida discusión política e ideológica pero que supuso un agotador, minucioso y sorprendente trabajo del realizador y su equipo. Hay verlo.
Esto no es un golpe es un documental político que relata el conflicto que enfrentó el Gobierno de Raúl Alfonsín en 1987, contra un grupo militar liderado por Aldo Rico, en el tristemente célebre levantamiento llevado a cabo en la convulsa Semana Santa de aquel año.
En abril de 1987 los Carapintadas liderados por Aldo Rico se alzaron contra el gobierno de Raúl Alfonsín. Se solidarizaban con el mayor Ernesto Barreiro, quien se había negado poco tiempo antes a prestar declaración ante la Cámara Federal de Córdoba, y -si bien cuatro meses atrás se había dictado la Ley de Punto Final, que ponía un plazo limitado para abrir nuevas causas-, los militares exigían una amnistía generalizada. Sergio Wolf reconstruye aquellos días fundamentales para la por entonces joven Democracia no sólo entrevistando a los protagonistas de ambos bandos (Horacio Jaunarena, Carlos Becerra, Leopoldo Moreau, Jesús Rodríguez y José Ignacio López, entre otros, por un lado; a un siempre desafiante Aldo Rico y sus más inmediatos seguidores, por el otro; y a testigos directos como el ex juez federal de San Isidro, Alberto Piotti) sino filmando en los propios lugares de los hechos (la Casa de Gobierno y Campo de Mayo) como nunca antes lo había intentado el cine argentino. El acercamiento a la intimidad de la Casa Rosada (incluso de la terraza desde donde han despegado tantos helicópteros en situaciones extremas) es uno de los principales hallazgos de la película. Entre el documental, el thriller (Wolf ha incursionado en toda su filmografía en la figura del investigador/detective) y el ensayo político, Esto no es un golpe trata (y en buena media consigue) ubicar las cosas en su lugar. El contexto de la época, los condicionamientos y complicidades, la trama oculta de los poderes en juego hacen que las verdades absolutas (el fue un héroe o fue un traidor al pueblo) queden desvirtuadas y desmontadas por completo. Como el propio director admite, Wolf estuvo aquel domingo de tensión en la Plaza de Mayo y se sintió decepcionado cuando Alfonsín habló en el segundo discurso de héroes de Malvinas y de que la casa estaba en orden (poco tiempo después saldría la Ley de Obediencia Debida), pero el film termina siendo una reivindicación (lejos de la bajada de línea pero reivindicación al fin) de la figura del líder radical Los minuciosos testimonios (que ofrecen distintas y en muchos casos opuestas verdades), un prolijo montaje, la optimización de los siempre escasos materiales de archivo (Argentina es una vergüenza en la materia), los atinados aportes de la voz en off del propio Wolf y el excelente sostén musical de Gabriel Chwojnik hacen que los 120 minutos de Esto no es un golpe jamás abrumen y terminen envolviendo al espectador en una narración que prácticamente nunca decae. Por supuesto, una propuesta de tan fuerte índole política está sujeta no solo al análisis cinematográfico (del que Wolf sale más que airoso) sino también al debate ideológico. La figura de Alfonsín, la resolución negociada del conflicto con los Carapintadas y las leyes que se aprobaron durante su gobierno (recuérdese la brutal involución que vino después durante la gestión de Carlos Menem) le han generado muchos detractores. La película -sin esconder sus posturas- ofrece con sus poderosas imágenes, sus datos y sus testimonios una pintura de época que, a tres décadas de los acontecimientos, ya adquieren una perspectiva histórica que en aquellos tiempos candentes y viscerales muy pocos estaban en condiciones de tener.
Con pulso firme y mucha investigación, Sergio Wolf evoca en esta obra la intentona de Semana Santa de 1987 que puso en jaque al gobierno de Alfonsin. Ante la cámara, participan testigos y protagonistas de ambos lados, desde Aldo Rico y sus adláteres hasta el entonces edecán militar, general Julio Hang, el juez Piotti, el ministro Jaunarena y la señora Adela Bigatti, en cuya estancia recibió el presidente la noticia del alzamiento. El presidente había ido allí a descansar y tuvo que salir de apuro, desoyendo inclusive la recomendación de tomar un camino alternativo para evitar un posible atentado. "Alfonsín era un hombre de coraje", reconoce Aldo Rico, y también dice que las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida le parecen mal hechas. Es que los suyos reclamaban total amnistía, como les prometiera el PJ en la campaña electoral. Según testigos, el chirinazo de aquellos días se disolvió ante la masiva reacción ciudadana que llegó hasta las mismas puertas de la Escuela de Infantería, y ante la réplica del presidente cuando el amotinado pretendió negociar cinco puntos de reclamo: "Estas no son negociaciones. Usted ha venido aquí a deponer su actitud". Filmada en los diversos lugares donde ocurrió todo, la obra tiene información, tensión, partes divertidas y buenos recursos expresivos, como rehacer en silencio el camino que hizo Alfonsín desde el helicóptero en la terraza hasta el balcón donde daría aquel famoso discurso que fastidió a los progres. En su relato, Wolf reconoce que él mismo tardó un tiempo en comprender la grandeza de la frase completa: "La casa está en orden, y no hay sangre (derramada) en la Argentina".
La imagen de Raúl Alfonsín en Plaza de Mayo deseando “Felices Pascuas, la casa está en orden” tal vez sea una de las más representativas de la política desde la vuelta de la democracia. Esto no es un golpe indaga en la negociación del ex presidente con Aldo Rico durante el levantamiento carapintada de 1987. Sergio Wolf recorre en el presente Casa Rosada, Campo de Mayo o el Edificio Libertador y su atención al detalle en esas locaciones claves vuelve más vistoso el documental. El cineasta vuelve a recurrir a su personalidad detectivesca de Yo nos sé qué me han hecho tus ojos en otro relato centrado en la construcción de la memoria. Wolf reconoce durante el filme que sintió cierto dejo de decepción hace treinta años por el desenlace del conflicto con la sanción de la Ley de Obediencia Debida. Esa voz en off sumada a la participación del cineasta en algunas entrevistas vuelven más personal esta exaltación de Alfonsín. Wolf construye la dimensión de la figura de Alfonsín a partir de esa ausencia y mediante relatos de figuras que fueron fundamentales en el proceso de negociación como Leopoldo Moreau, Horacio Jaunarena, Jesús Rodríguez e incluso Rico. El líder carapintada, durante la entrevista, consigue ser tan intimidante, aun carente de poder político actual, que agiganta el enfrentamiento mano a mano con Alfonsín hace tres décadas. Los protagonistas hacen un repaso minucioso de la crisis y el cineasta da tiempo a los puntos de vista múltiples ante versiones contrapuestas. Wolf se luce, a partir de esos relatos detallados, en la tensión narrativa del documental, como si no se centrara en uno de los momentos más conocidos de la historia argentina desde el final de la dictadura.
Cuatro años se cumplían desde que Alfonsín asumiera la presidencia de la Nación con un 52% de los votos, luego de siete años de dura dictadura cívico militar. El 16 de abril de 1987, un alzamiento encabezado por el Teniente Coronel Aldo Rico conmocionó el período de Pascuas y mantuvo en vilo a toda una nación. Tomado Campo de Mayo y aparentemente como reacción a consecuencias de la Ley del Punto Final (detención del mayor Barreiro, elemento de la inteligencia militar y parte de la represión en Córdoba), el gobierno democrático se mantuvo al borde de un abismo por varios días hasta aquel "Felices Pascuas, la casa está en orden" con el que el Presidente tranquilizó a un pueblo alborotado. El director de "Yo sé que me han hecho tus ojos" (con Lorena Muñoz), filme en el que se evocaba la figura de la cantante Ada Falcón, seguidor de su condición de detective de los recuerdos, se interna en un campo minado, quién sabe si el revés de la trama (siempre quedará la duda) de lo que ocurrió aquella vez. DONDE TODO PASO Fiel al policial, el espectador, con un punto de vista que da el mismo director con su voz en off, se encuentra con el ámbito reducido del lugar donde se está cometiendo el ilícito, varios actuantes que se convierten en algo más que sospechosos (Aldo Rico y sus compañeros) y una atmósfera que el principal protagonista de Campo de Mayo declara como causal del caos, la que rodea la existencia de una Ley (luego aparecerá como Ley de Obediencia Debida) injusta para él y su grupo y que pretende desplazar por otra de amnistía general (abarcativa de militares y montoneros). Así planteada la trama policial, Wolf se vale de abundante y preciso material de documentales de época y testimonios de los que fueron testigos inmediatos de los hechos (desde Horacio Jaunarena, entonces ministro de Defensa; Jesús Rodríguez, diputado radical; hasta el asesor militar Vila o el jefe de protocolo de la Casa Rosada, de importancia, especialmente, cuando se produce el encuentro Alfonsín-Rico en Campo de Mayo). El filme logra especial interés al revelar detalles desconocidos de todo lo que rodeó la rebelión carapintada. A pesar de cierta desilusión sobre las consecuencias posteriores por parte del director, que oficia de locutor de los hechos, es clara la admiración (también reconocida por el "aparente villano de la película", Aldo Rico) por la bravura de un presidente que se detuvo a rezar en la intimidad de la residencia presidencial (la capilla estaba cerrada) antes de enfrentar los hechos y volar en helicóptero hacia Campo de Mayo. ALTA TENSION Este relato de suspenso bien manejado y en constante tensión, incluye escenas de la participación activa de un pueblo dispuesto a defender a su presidente hasta el final. Es el caso de impresionantes tomas de la Plaza de Mayo repleta y de los grupos reunidos en la entrada de Campo de Mayo, tratando de pasar los límites con que políticos y militantes obstaculizaban para no inflamar más la peligrosa situación. "Esto no es un golpe" se filmó donde todo ocurrió, intimidad de la Casa de Gobierno, acceso a su terraza, interiores de Campo de Mayo. El hecho de haber permitido al espectador compartir los lugares donde verdaderamente se desarrollaron los hechos es como haber permitido compartir las locaciones de un hecho trascendental que influiría en el destino de país y eso, bien manejado cinematográficamente, produce una sensación especial. Un guion austero que desaparece a favor de la cámara curiosa que se aquieta prudente y parece regodearse en lugares como el despacho donde tuvo lugar la reunión final, el filme de Wolf, con un excelente acompañamiento percusivo, levanta en los diálogos de Aldo Rico, un personaje que por sus características psicológicas parece un actor estrella expresamente elegido para desafiar el racionalismo del entrevistador.
Su narración se presenta a través de la voz en off del director y se va mezclando un valioso material de archivo, imágenes de los lugares donde sucedieron los hechos, interesantes entrevistas y quienes fueron protagonistas. El país vivió momentos de tensión, donde podría encontrarse en peligro la democracia y de forma muy didáctica se va haciendo un recorrido a través de imágenes de archivo y testimonios, entrevistados y una tensa charla con Rico, también tenemos unas pinceladas de humor. Es un documental que tiene un gran valor desde lo histórico, llega de la mano del crítico, ensayista, guionista, documentalista y ex director artístico del BAFICI Sergio Wolf (codirector con Lorena Muñoz de “Yo no sé qué me han hecho tus ojos” y realizador de “Viviré con tu recuerdo”) resulta muy didáctico, logrando mantenernos viva la memoria, y aquellos que no lo vivieron por distintos motivos conocer algo de nuestra historia.
Pasaron más de treinta años del alzamiento militar que, en Semana Santa de 1987, puso en vilo a una democracia argentina que recién empezaba a consolidarse. Tomando las múltiples hipótesis que se siguen barajando sobre las motivaciones de aquellos sucesos, Sergio Wolf asume una vez más el rol de investigador riguroso, como lo había hecho en sus trabajos documentales anteriores, pero sus objetivos ya no son figuras del tango o cazadores de meteoritos sino un grupo de personajes que tuvieron una influencia decisiva en la vida política del país. Se trata tanto de civiles que ocuparon roles importantes dentro del gobierno de Raúl Alfonsín como de uniformados que se rebelaron para exigir lo que ellos definían como "una solución política para las secuelas de la lucha antisubversiva". La traducción de ese reclamo cambia cuando se la observa desde otra perspectiva: ese movimiento insurgente buscaba la impunidad y, quizás, testear el terreno para un nuevo golpe de Estado. Su cara más visible fue un teniente coronel que había combatido en Malvinas, cultor del boxeo y la filosofía presocrática, que desarrollaría una breve incursión en la arena política fundando un partido cuyo nombre se parecía demasiado a una variante ligera de la palabra motín. Las declaraciones de Aldo Rico en la película, cargadas de ironía y vanidad, le ponen pimienta a un relato que reivindica el papel de Alfonsín como el líder equilibrado que evitó una tragedia.
LA ÉPICA OPORTUNISTA Las películas son hijas de su tiempo y muchas veces responden a modelos que las sostienen institucionalmente. Así como las gestiones gubernamentales cambian, del mismo modo las miradas se insertan en un marco acorde a los tiempos que corren, y no iba a pasar mucho para que naciera una épica sobre el alfonsinismo bajo la impronta documental. Sergio Wolf parte de un hecho, el primer alzamiento de los “carapintadas” en 1987. Pensemos en una situación, la grabación de un disco en estudio; y pensemos que estamos grabando con cuatro pistas. Por un canal vemos imágenes del presente, instituciones que desfilan ante nuestros ojos, carentes ya de los personajes que intervinieron en aquel entonces, o recorridas nuevamente por ellos para recuperar algún atisbo espectral (por ejemplo la terraza desde donde partió el helicóptero que trasladaba a Alfonsín a Campo de Mayo); en otra vía, aparecen los testimonios, es decir un entramado de voces que se complementan o contradicen (como en las versiones sobre reuniones secretas); luego, el material de archivo; por último, la voz del propio director que pregunta, conjetura, cuestiona y expresa sensaciones como testigo. Todos estos caminos están sostenidos a través de un registro enunciativo que, por momentos, tiende a la exposición didáctica y hasta neutral sobre temas candentes. En el mejor de los casos, uno podrá descubrir de qué modo, solapado, algunas pasiones genéricas se asoman. La condición cinéfila de Wolf le permite jugar con alusiones al policial (él mismo vuelve a oficiar como detective en busca de versiones), al western (tipos fuera de la ley contra los que imparten justicia) y a la comedia (las declaraciones, las contradicciones y el ego nacionalista de Aldo Rico, como ciertas reacciones de militares, representan más un gag que otra cosa). Sin embargo, el referente es muy fuerte y no hay posibilidad de escapar a ello. El problema es que el contenido y la forma parecen jugar en un terreno tibio, donde la corrección estética es proporcional a las ideas que transmite esa voz en off que, si bien es capaz de cuestionar ciertas decisiones de Alfonsín, al mismo tiempo omite con su alabanza del padre de la democracia los yerros que conducirían a su gobierno al olvido por unas cuantas décadas. En este sentido, figuras como Aldo Rico se ahogan en su propio patetismo, pero hay que reconocer que varios rostros de aquella época vuelven a surgir de las cenizas y el efecto no dista mucho del de una película de zombies. Es lógico: vivimos en un país donde todo se recicla. La pregunta que queda es si la afirmación anterior cabe también para los cineastas.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Abril 1987. ¿Quién fue el único héroe en este lío? podríamos preguntar con Patricio Rey. Momento crucial en la Democracia reciente. Toma del regimiento de Infantería de Campo de Mayo por un grupo de oficiales al mando del teniente Coronel Aldo Rico, solicitando acuerdo político para los militares implicados en la “Guerra contra la subversion”. - Publicidad - El único héroe de ese lío seguramente fue Ricardo Alfonsin, primer presidente de la Democracia moderna en Argentina, caracterizado en este documental como verdadero animal político. Es verdad que todos (o casi) recordamos qué cosa estábamos haciendo ese domingo de Pascua cuando el presidente Raul Alfonsin salió al balcón de la Casa Rosada y dijo que la sedición había terminado. Desde el Jueves Santo estos oficiales estaban atrincherados en Campo de Mayo. Mientras, del otro lado, en Plaza de Mayo, la gente salía a apoyar a la Democracia. Los medios de comunicación habían impuesto el lema “Democracia o Dictadura”. Sabemos el final de la historia, incluso sabemos más allá, sin embargo hay detalles que el último documental de Sergio Wolf se ocupa de narrar conjugando la trama política bien compleja de esos tiempos signados por una continuidad del espíritu dictatorial (habían pasado sólo algo más de tres años de las elecciones), y por el devenir político de un gobierno civil que reanudaba la democracia después de la Dictadura más feroz. El ensayo debía estar bien articulado. Había que juzgar y castigar a los responsables de esos años. La crisis de las fuerzas armadas, comenzada mucho tiempo antes, se había convertido en malestar concreto a partir de las citaciones para declarar y las condenas de oficiales del Ejército. Una trama nunca abordada por documental alguno en la que se incluye el accionar de la Side paralela de Enrique “Coti” Nosiglia, el papel del atrincheramiento del mayor Ernesto Barreiro en Córdoba y a partir de allí la idea de un pequeño grupo de oficiales de armar algo pequeño y controlado para llamar la atención del poder político y que fueran atendidos los reclamos de las fuerzas. Para eso necesitaban también una figura fuerte “una leyenda de la Guerra de Malvinas” Aldo Rico. “Quién es Aldo Rico?” Pregunta Alfonsin. La entrevista a Rico, lo hemos visto cientos de veces por TV, está aquí articulada con las otras a Jaunerena, Vila, Leopoldo Moreau, de tal manera que se enfrentan los puntos de vista de muchos de los hechos, casi todos, entre la versión política y la versión militar que representa Rico. Los discursos de Alfonsin, como aquel histórico en Plaza de Mayo cuando anuncia que toma la decisión de ir personalmente a Campo de Mayo para encontrarse con Rico y le pide a la gente que llenaba la plaza de a miles, que lo esperen porque va a volver con una solución. Esto no es un golpe devela algunos detalles desconocidos como la casa quinta que solía visitar Alfonsín en Chascomus, o la reunion entre Alfonsín y Rico, o la grabación a pedido del presidente con la cámara de canal 7 relatando los hechos que habían sucedido unos días antes y la proclamación de la ley de Obediencia Debida semanas después. El formato es el de un documental clásico, donde los hechos se exponen incluso con una voz (la del propio Wolf) mas bien monótona y sin excesos. Abandonando el suspenso y el efecto sorpresa que lo habían caracterizado, potencia el relato histórico con mucho material de archivo y registros actuales de los espacios en el que ocurrieron los hechos. Hacia el final un recurso gráfico cita el indulto de Menea y curiosamente no se menciona el gobierno de Néstor Kirchner que anula en el 2003 las leyes de Punto Final y Obediencia Debida impulsando el inicio de causas penales y la reapertura de procesos contra personas imputadas por estos crímenes. En la historia del período democrático más extenso que tuvo la Argentina la Semana Santa de 1987 es sin dudas un hito que puede leerse de muchas maneras, tal así como la historia, nunca congelada, nunca terminada, siempre viva y siempre útil para ser revisada. *Esta nota se publicó en ocasión de su exhibicion en el BAFICI 2018
Sergio Wolf se pone una vez más tras las cámaras para construir una apasionante pesquisa sobre los protagonistas de los sucesos acontecidos en la trágica Semana Santa de 1987 en “Esto no es un golpe”, película presentada durante el 20 BAFICI y que finalmente llega a las salas. Wolf es un hábil narrador, lo ha demostrado con solvencia en sus escritos críticos, en sus intervenciones en el Festival anteriormente mencionado, y en su hábil manejo de la dirección cinematográfica para construir documentales que reposan su fortaleza en la búsqueda de imposibles. Aquí a la pregunta que muchos nos hemos hecho sobre qué pasó en esa Pascuas en la que un grupo de militares decidieron que había que tomar el poder como sea, aún a expensas de cercenar nuevamente libertades y derechos, Wolf responde con algunas certezas e imágenes las relaciones íntimas entre los protagonistas de los hechos. En su rol de investigador, ávido y para nada obsecuente, refuerza sus interrogantes con más preguntas sobre el presidente Raúl Alfonsín, sus pensamientos en el momento y su mirada directa y clara sobre qué había que hacer para evitar el golpe. El título, que alude a aquello que los militares entrevistados intentan afirmar, que nada de eso era un golpe, termina por reforzar ideas sobre la libertad y la democracia a partir de dichos de los propios participantes, y en particular desde la tensión que se genera sobre el archivo con los testimonios. Uno de los mayores logros de Wolf es construir un thriller documental, algo que ya se vislumbraba en “Yo no sé que me han hecho tus ojos” y luego en “Viviré en tu recuerdo”, erigiendo una figura simil profesional que encara sucesos con responsabilidad y sin interpretaciones. El momento más logrado de la propuesta es la entrevista con Aldo Rico, ser despreciable por donde se lo mire, a quien Wolf enfrenta, al igual que al resto de los militares, pero logrando un diferencial al ponerlo en evidencia en sus propias palabras. Otro momento es el que la gente que trabajaba en la quinta con Alfonsín, revelando el miedo para ir a comentarle aquello que estaba sucediendo, tan solo dos instancias de un documental revelador y necesario. La película se complementa con un libro, editado en simultáneo al estreno, en el cual Wolf cuenta el detrás de escena del mismo, las idas y venidas, y los obstáculos que tuvo que sortear y que a pesar de todo logró culminar en esta producción, un apasionante repaso sobre un suceso del que muchos creen saber todo y que en la exposición de la película se revela que no.
Sergio Wolf (Yo no sé que me han hecho tus ojos, Viviré con tu recuerdo) reconstruye en el documental Esto no es un golpe los días de Semana Santa de 1987 que pusieron en vilo al gobierno de Alfonsín y al país todo con un alzamiento militar histórico. Raúl Alfonsín llegó a la presidencia con varias promesas electorales que llevó a cabo ni bien asumió. Con el decreto que creó la CONADEP y con los que impulsó el Juicio a las Juntas se ganó el odio y la inquina de las fuerzas militares que le realizaron varias asonadas hasta aquella semana santa de 1987. Con la ley de Punto Final votada en el Congreso que aceleró los juicios (en evidente acto contrario al buscado) miles de militares de rangos menores eran llamados a Tribunales y la situación se volvía cada vez más complicada. El mayor Ernesto Barreiro desacató la orden judicial y todo estaba servido para un alzamiento que se confundía demasiado con un intento de golpe de estado. Cómo se desarrollaron los acontecimientos durante esos cuatro días es lo que cuenta este documental a través de material de archivo y de entrevistas actuales a los protagonistas directos (ex militares y ex funcionarios de gobierno). El montaje hace el resto. Y lo hace bastante bien. Las contradicciones, los (evidentemente convenientes) olvidos, la construcción del relato de la Historia quedan expuestos y a la mano del espectador. Párrafo aparte merece el logro que significa la entrevista a Aldo Rico cuya figura se ensoberbece basculando entre el cinismo y la arrogancia más intempestiva. Wolf no se queda en las sombras (como es su estilo en sus filmes) ni evita exponer sus opiniones personales (a las que les agrega el sentimiento de haber sido parte activa como pueblo de esa plaza). Esto no es un golpe se acerca demasiado a un panegírico Con este documental parece dar comienzo a la construcción audiovisual contemporánea del mito Raúl Alfonsín.
Es probable que la rebelión carapintada de Semana Santa sea, en la post dictadura, el episodio peor descripto de nuestra cotidiana mitología. Muchos desencantados por “la casa está en orden” deberían ver esta película, un auténtico thriller político con forma de documental, sobre esos días terribles de 1987 que fueron en parte el final de la Primavera Alfonsinista. Los testimonios son geniales, el material de archivo, perfectamente dispuesto, y hay algo más: el cine como herramienta para descubrir la verdadera dimensión de las cosas.
La épica radical Esto no es un golpe, de Sergio Wolf, es un documental sobre el alzamiento carapintada de Semana Santa que va más allá del trillado “la casa está en orden”. Yo sabía que no quería ponerle Felices Pascuas ni La casa está en orden“, dijo anoche Sergio Wolf después del estreno de su documental sobre el alzamiento carapintada de Semana Santa en la Competencia Argentina del Bafici, luego de una pregunta del público acerca del título de la película. "Esto no es un golpe” es la frase que pronunciaron una y otra vez los militares sublevados y por momentos se parece bastante a la leyenda en el óleo de la pipa de René Magritte: ¿era un golpe o solo la representación de un golpe? “La amenaza tenía que ser creíble”, dice Aldo Rico en uno de los fragmentos de la increíble entrevista que brindó para la película. Claro que eso de que nunca pensó en ponerle Felices Pascuas ni La casa está en orden fue dicho con un tono zumbón, consciente de que a nadie se le ocurriría tamaño lugar común. Pero la decisión tiene un costado más profundo: devolverles a los acontecimientos de aquel fin de semana largo de hace 31 años la complejidad y la épica que la repetición periodística y vulgar de aquellas dos frases parece haberles quitado. Mediante entrevistas e imágenes de archivo de una televisión que transmitió prácticamente en cadena nacional y en directo las movilizaciones populares, los discursos de Raúl Alfonsín y los movimientos en los cuarteles, Wolf reconstruye minuciosamente los hechos que desencadenaron la sublevación militar en Campo de Mayo y las horas de incertidumbre en las que cualquier movimiento brusco de alguna de las partes podía desatar un baño de sangre y, tal vez, una nueva interrupción del orden democrático a solo un poco más de tres años del fin de la dictadura. Esto no es un golpe “No hay derramamiento de sangre”. La película también intenta contestar la pregunta del millón: ¿la Ley de Obediencia Debida fue resultado de Semana Santa o, como siempre sostuvieron tanto Alfonsín como los Carapintadas, no tuvo ninguna relación? Ahí es donde Esto no es un golpe recuerda a los documentales anteriores de Wolf: el sorprendente hallazgo de unas imágenes que se creía perdidas dan una pista de la respuesta. Aunque la película está narrada por el propio director, que se permite alguna reflexión u opinión personal, el grueso de los hechos los exponen los protagonistas, y las contradicciones, los silencios o las mentiras evidentes surgen naturalmente de sus palabras. Aldo Rico es el entrevistado estrella, no solo porque como personaje es el protagonista –junto con Alfonsín– sino además porque tiene un carisma indiscutible y sus respuestas tajantes suelen venir acompañadas de una breve esgrima verbal con su entrevistador. Pero no es ahí en la entrevista en donde Wolf lo contradice sino en el montaje, cuando pega a su testimonio las declaraciones opuestas de su propio camarada Gustavo Breide Obeid, otro líder carapintada que parece ser un poco más honesto en la exposición de sus recuerdos. Esto no es un golpe tiene un crescendo dramático que incluye al general Alais en el papel de comic relief y culmina con el viaje en helicóptero de Alfonsín a Campo de Mayo, secuencia que resulta emocionante como la de un thriller político. “Yo pensé que lo mataban”, dice Dante Caputo. En esa decisión de Alfonsín de ir a Campo de Mayo está la clave de toda la historia y quizás toda la película gire en torno a ella. Seis años antes, a 10 mil kilómetros de distancia, otro coronel había intentado un golpe de estado a la flamante democracia de su país: Antonio Tejero en España. Él sí llegó a entrar al Congreso, en donde estaban votando un nuevo Primer Ministro. Ordenó a todos que se tiren al suelo, pero tres personas lo desobedecieron: el Primer Ministro saliente Adolfo Suárez, el general Manuel Gutiérrez Mellado y el diputado comunista Santiago Carrillo. La historia la cuenta Javier Cercas en su novela Anatomía de un instante. De la misma manera que Wolf con Alfonsín en Esto no es un golpe, Cercas comprende retrospectivamente el heroísmo de Adolfo Suárez, a quien en su juventud veía –como muchos de su generación– como un tibio que había negociado con el franquismo, y en su novela le devuelve la épica a un personaje que el imaginario popular consideraba un hombre gris. No se puede decir que el imaginario popular argentino considere gris a Alfonsín, pero es innegable que la épica siempre estuvo del lado peronista. Esta película, con historias como la de la Colt de Jesús Rodríguez y hasta su resignificación del helicóptero como símbolo de coraje y no de cobardía, viene a saldar esa deuda.