El cine bíblico existe desde el período mudo. Basta con citar las supreproducciones de Cecil B. DeMille, como Los Diez Mandamientos, de 1923… readaptada por el mismo en 1956, en colores, con Charlton Heston como Moisés, responsable de liberar al pueblo judío. Es justamente este pasaje del Viejo Testamento -con sus plagas y el Mar Rojo abriéndose- que Ridley Scott, el DeMille contemporáneo, recrea en Éxodo: Dioses y Reyes.
Estamos en el Antiguo Egipto. Moisés (Christian Bale) y Ramsés (Joel Edgerton) crecieron juntos, como príncipes, pero son muy distintos. Uno es más racional y comienza a cuestionar los manejos de los faraones; el otro es más creyente, pero cuando llega a lo más alto del poder, pronto se irá convenciendo de que él mismo es una deidad. Cuando Moisés descubra sus verdaderos orígenes hebreos, será exiliado del reino. Pero será en su nueva vida, lejos de la ostentación y cerca del amor de su nueva y genuina familia, que recibirá una misión del mismísimo Dios: luchar por la libertad de los israelíes que su ex familia real viene esclavizando desde hace 400 años. Una tarea nada fácil, en la que también intervendrán hechos de carácter divino.
Al igual que en sus anteriores films épicos-históricos, el director plasma una impactante recreación de época al servicio de un drama con intrigas, batallas y, esta vez, fenómenos divinos. Como en los films de DeMille, las secuencias de las Diez Plagas de Egipto y las de infinidad de judíos atravesando el Mar Rojo seco eran las que más prometían, y Scott cumple con creces. De todas maneras, nunca abandona los temas centrales: la tirante relación entre Moisés y Ramsés (con muchos puntos en común con la de Máximo y Cómodo en Gladiador) y la impunidad de los manejos de las altas esferas y cómo ellos mismos se creían dioses, al punto de hacer construir ciclópeas estatuas para imponerse ante la tierra y el cielo.
Christian Bale es el Moisés perfecto, convincente como un individuo que debe asumir su rol de profeta y también a la hora de combatir a los espadazos. Sin duda, su presencia le suma a la película, de la misma manera que Russell Crowe sumaba en Gladiador y Robin Hood y que Orlando Bloom restaba en Cruzada. Le sigue de cerca el australiano Joel Edgerton, quien compone a un Ramsés más frágil y menos inteligente, siempre un déspota. Ambos actores les imprimen humanidad a personajes muchas veces interpretados en las pantallas. En papeles secundarios pero claves se encuentran Ben Kingsley, John Turturro, Ben Mendelsohn, María Valverde y Aaron Paul. Y Sigourney Weaver como Tuya, la madre de Ramsés; una intervención demasiado mínima, pero la actriz catapultada por Scott en Alien impone toda su presencia.
Éxodo: Dioses y Reyes ya no sorprende desde la capacidad de Ridley Scott para rescatar períodos olvidados (aunque algunas veces le fue mejor que otras, queda clara su mano para esta clase de films), pero los aciertos de casting y las logradas secuencias cruciales la convierten en uno de sus mejores trabajos de una trayectoria irregular. Además, junto con Noé, de Darren Aronofsky, marca el regreso de las aventuras bíblicas, provocando que Las Sagradas Escrituras vuelvan a devenir en Las Sagradas Pantallas.