Canónica en forma y estilo, Exorcismo en el Vaticano retoma la fórmula de film clásico El Exorcista (The Exorcist, 1973) y la actualiza poniendo en primer plano a la institución y al diablo en la batalla milenaria del bien contra el mal. Una chica normal llamada Angela (no podía llamarse Kathy) comienza a sufrir efectos devastadores en su cuerpo, cuando las personas que la rodean son violentados misteriosamente se la examina con la sospecha que esté poseída.
El curita Lozano (un demasiado despreocupado Peña) conduce la “investigación” a medida que Angela revela su verdadero ser. Mediante los tapes del título del film en inglés (no hay un exorcismo en el Vaticano como promete el título local) un sacerdote viaja desde Roma (en primera asumimos) a encargarse personalmente del asunto.
Neveldine (Crank, Ghost Rider: with a vengance) dirige con su acostumbra pericia y falta de estilo, una película que hacia el final deja a El Exorcista para tomar a La Profecía (The Omen, 1976) como fuente donde abrevar. Ser correcta es a la vez su mayor virtud y defecto.