Exorcismo

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

La pirotecnia antes que el desarrollo.

Estamos frente a un producto clase B -destinado en esencia al consumo hogareño- que por estas latitudes consigue abrirse paso hacia las salas cinematográficas, por obra y gracia de la distribución local. Como era de esperar, considerando los responsables de turno y la larga tradición de esta vertiente semi indie, Exorcismo (Exeter, 2015) no llega a ser del todo mala pero tampoco se ubica en el terreno de una película en verdad interesante, quedándose en una medianía con tantos puntos a favor como en contra. Los primeros minutos explicitan que el contexto del relato es una otrora escuela para mentes perturbadas que derivó en un campo de concentración dedicado a “descartar” niños con patologías severas, lo siguiente por supuesto es una fiesta de adolescentes lelos y drogones que termina en una carnicería vinculada a las almas en pena, una sesión espiritista y esa posesión que nunca puede faltar.

Vale aclarar que hablamos del primer opus “personal” del realizador Marcus Nispel, un especialista en los ámbitos de la publicidad y los videoclips cuya carrera hasta este instante acumulaba el telefilm Frankenstein (2004) y la friolera de cuatro remakes consecutivas, para colmo todas de muy alto perfil: La Masacre de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 2003), Conquistadores (Pathfinder, 2007), Viernes 13 (Friday the 13th, 2009) y Conan, el Bárbaro (Conan, the Barbarian, 2011). El alemán sigue demostrando su talento a la hora de ofrecer truculencias, acechos histéricos, escenas de acción y cualquier momento de suma intensidad; lamentablemente la contraparte de todo ello es su total incapacidad en el arte de redondear personajes con carnadura, sorprender con vueltas de tuerca o hacer avanzar la trama con elementos que destruyan la monotonía y/ o la espiral de estereotipos del género.

Aquí el director por fin se decidió a escribir la historia de base que a su vez inspiró el guión definitivo de Kirsten McCallion, un trabajo bastante limitado que ni siquiera tiene la decencia de ahorrarnos esa introducción horrible -y súper estandarizada por estos días- centrada en jovencitos descerebrados puteando y hablando de sexo (en otras épocas menos conservadoras las palabras hubiesen dado paso a la “acción” inmediata, hoy casi todo en el terror es abstracción berreta para púberes y adultos pusilánimes). Un dato peculiar, que dice mucho acerca de la venta en el mercado internacional de productos marcados por la indiferencia como el presente, es que Exorcismo tuvo tres títulos en inglés: además del ya citado Exeter, se la conoce también como Backmask y The Asylum, una verdadera rareza considerando que de hecho los títulos anglosajones suelen unificar criterios de distribución.

Resulta de lo más curioso que en esta ocasión Nispel termine embarrado en una situación en la que se invierten sus problemas de antaño: mientras que antes dilapidaba personajes a priori atractivos debido a que no sabía matizar las emociones ni construir un desarrollo a la altura de las mismas, ahora sí encontramos una suerte de idea detrás del progreso dramático, relacionada con los abusos y la venganza posterior; no obstante nuevamente el esquema se echa a perder por la obsesión del señor para con la pirotecnia visual, un apartado en el que su erudición es indiscutible (hoy más que nunca este detalle pasa al primer plano porque el bajo presupuesto de Exorcismo frenó en gran medida la utilización de CGI, lo que por cierto no evita que Nispel se luzca al momento de los asesinatos vía la inteligencia de la edición). Aun así, el film no consigue escapar de su propio atolladero…