Veo gente muerta (otra vez)
Sinceramente no se entiende la persistencia por parte de los distribuidores locales en lo que respecta a estrenar en salas comerciales productos tan pero tan mediocres como Extrañas Apariciones 2 (The Haunting in Connecticut 2: Ghosts of Georgia, 2013): hablamos de realizaciones paupérrimas a nivel artístico que en Estados Unidos se ofrecen de manera masiva mediante el sistema “pay per view” (reemplazo desde hace años de los viejos lanzamientos directos a DVD/ Blu Ray) y a veces hasta pueden llegar a recibir una salida limitada en cuanto a “exhibiciones tradicionales” (si es que acaso la reciben, por supuesto).
Mientras que el público clásico del terror ya conoce de antemano las características de este tipo de convites mainstream, las nuevas generaciones y los adolescentes suelen ser las víctimas favoritas de los responsables de turno. Recordemos que Invocando Espíritus (The Haunting in Connecticut, 2009) ya era de por sí una propuesta por momentos insoportable en la que sólo se destacaban el regreso de la bellísima Virginia Madsen, luego de años de trabajos olvidables, y algunos detalles en lo referido al duro contexto socioeconómico norteamericano, principalmente en función de los problemas varios de los protagonistas.
Con tantas obras alternativas que combinan de modo mucho más eficaz subgéneros, estilos y vertientes diversas, actualmente sabe a rancio que desde la industria se siga insistiendo con la triste fórmula compuesta por los fantasmas psicópatas extraídos del J-Horror, las referencias a La Casa Embrujada (The Haunting, 1963), un bus effect de rasgos cíclicos, el súper quemado “veo gente muerta” de Sexto Sentido (The Sixth Sense, 1999), y una estructura extremadamente previsible, en la que cada giro se ve llegar desde kilómetros de distancia y no se incorpora ninguna novedad significativa para con la mixtura original.
De hecho, esta secuela se abre camino a través del devenir de un clan en el que las mujeres nacen con el don/ condena de ver y dialogar con espectros (en la primera sólo los enfermos terminales poseían esta facultad, por estar en la frontera entre el mundo de los muertos y el de los vivos), sumado a la mala suerte de mudarse a una casona rural en la que “habitan” un popurrí de almas en pena (el diseño de producción y los CGI del desenlace son los únicos elementos realmente destacables). Sin mayor conexión entre films más allá del estar basados en supuestos “acontecimientos verídicos”, ambos opus son igual de deficitarios…