Basada en hechos reales, esta secuela -que no es una continuación directa del film de 2009, protagonizado por Virginia Madsen y Kyle Gallner- adentra al espectador en la historia de Lisa y Andy Wyrick (papeles interpretados por Abigail Spencer y Chad Michael Murray), un matrimonio que se muda desde Atlanta a una casa “soñada” ubicada en el campo en Pine Mountain, Georgia.
Poco después de mudarse a lo que parece un lugar ideal, la pareja comienza a preocuparse cuando su pequeña hija Heidi (buen trabajo de la pequeña actriz Emily Alyn Lind, reconocida por su trabajo en la serie “Revenge”) comienza a ver a un extraño hombre, un tal Sr. Gordy (Grant James), que nadie más ve y con el que comienza a interactuar.
Poco a poco vamos enterándonos que tanto la niña como su madre y su tía Joyce (papel a cargo de Ketee Sackhoff), quien llega para instalarse con ellos, tienen el don de ver espíritus y escuchar voces de gente muerta, una especie de médiums (al pasar se menciona una creencia que tiene que ver con la “mitología del velo”). El asunto es que Lisa es quien no acepta esta habilidad, por lo que se mantiene bajo los efectos de un medicamento que bloquea sus visiones.
Esta familia comienza a ser testigo de aterradores fenómenos en y alrededor de la casa, los cuales los van guiando hacia pistas sobre un terrible misterio que ha permanecido en secreto por generaciones y que tiene que ver con unos esclavos a los que se les ofrecía refugio en esos terrenos para “ayudarlos” a escapar de su condición.
El problema de esta primera película dirigida por Tom Elkins (quien se ha desempeñado como editor de varias películas del género, incluída su predecesora) es que no asusta ni sobresalta, dedicando gran parte del metraje en crear un suspenso que no se logra del todo.
Sólo se puede rescatar su tramo final cuando, tras tanta lentitud, la trama -la cual recae prácticamente en el personaje de la niña- revela lo que verdaderamente sucedió allí y la conexión de ese hecho con la condición que lleva consigo desde siempre el personaje de Abigail Spencer. Podría haber sido mucho mejor.