Extraordinario

Crítica de Felix De Cunto - CineramaPlus+

LAS DESVENTAJAS DE SER VISIBLE

La corta vida de August Pullman gira en torno a su casa y su familia. Su madre, una corajuda Julia Roberts, reemplaza a todo el establecimiento educativo dándole clases particulares a su hijo; mientras que Owen Wilson, además de padre, es el amigo con el que puede compartir tardes de videojuego. Tal reclusión para un niño de apenas diez años tiene su origen en su apariencia. Al igual que el protagonista de Mask (1985), Auggie nació con una malformación facial, y ni las 27 cirugías plásticas a las que tuvo que someterse a lo largo de su infancia han podido lograr que pase desapercibido ante la mirada de las personas. Sin embargo, su mundo se ensanchará cuando pise por primera vez el colegio teniendo que enfrentarse al bullying, al rechazo y a la malicia de algunos compañeros. Como en de Las ventajas de ser invisible (2012), un coming age que rápidamente ganó entre la juventud el estatus de culto, Chobsky adapta la reconocida novela escrita por Raquel J. Palacio para volver a clavar el punzón en la autoestima del marginado o del llamado weirdo, pero esta vez sin perderse la oportunidad de ser lacrimógeno a más no poder.

Surcando tanto la comedia como el drama, el filme intenta ser fiel al libro al estructurar la historia a partir de cuatro puntos de vista distintos, a fin de demostrar el impacto que produce la circunstancia de Auggie en su círculo íntimo. Este grado de profundización, que si bien nunca corta del todo con el hilo que ata los personajes con el arquetipo, es además de una administración impecable del tiempo, una de las virtudes de Extraordinario. En especial en el retrato tridimensional de su hermana Olivia (Izabela Vidovic), quien al tener que arreglárselas siempre sola y a espaldas de sus padres, concentra el mismo nivel de recelo como de cariño por su hermano menor.

Lo de Extraordinario es un recorrido por todos los lugares comunes en los que la trama circunda a una escuela. Así como está el chico malo, está el profesor comprensivo. Así como los casilleros de los pasillos esconden bromas pesadas, la cafetería es el recinto donde la marginación se hace más evidente: está cinematográficamente demostrado que no hay nada peor que almorzar solo. Pero si bien es verdad que los primeros días de clase Auggie vuelve a su hogar, se encierra en su cuarto como quien llega a su trinchera y explota en llanto, su fanatismo por Stars Wars y las fantasías astrológicas como evasión de la realidad hacen más soportable los momentos en que se cansa de andar con la cabeza gacha, mirando los pies del otro por vergüenza, tapando un poco el propio rostro.

Todo lo anterior puede sonar sumamente catastrófico para el personaje interpretado por Jacob Trembley -reconocido por La habitación (2015)- pero éste debe darle las gracias a su director por haber construido un universo demasiado amable, simpático y hasta diría idílico, que lo aleja bastante de la realidad hostil que compete a quienes estamos fuera de la pantalla. Es como si la empatía que provoca Auggie obligase al resto de las personas a revelar su costado más benevolente, algunos de inmediato, otros necesitan un empujoncito de la Navidad para que sus bondades florezcan (infaltables las fiestas navideñas como amanecer de los buenos vivos y la moralina final). Chobsky conoce cómo funcionan las feel-good movie, sabe cómo hacer para que el espectador salga con ganas de ser mejor persona, pero lo hace de forma brusca, con un exceso sensiblería y golpes bajos que prácticamente te arrancan las lágrimas a la fuerza sin pedir permiso, para que después uno salga del cine engañado, creyendo que afuera todos tienen el corazón igual de rejuvenecido.

Por Felix De Cunto
@felix_decunto