Un testigo en Normandía
Hay algo extraño en lo que respecta al giro que ha tomado la carrera de Luc Besson durante la última década, más precisamente desde la encantadora Angel-A (2005). Recordemos que el francés se hizo conocido a mediados de los 80 con el minimalismo camp de Subway (1985) y Azul Profundo (Le Grand Bleu, 1988), luego alcanzó una impensada masividad con Nikita (1990) y El Perfecto Asesino (Léon, 1994), ésta última sin duda su obra maestra, para finalmente desembocar en aquella fastuosidad mainstream de alcance hollywoodense de El Quinto Elemento (The Fifth Element, 1997) y Juana de Arco (Joan of Arc, 1999).
A posteriori su “faceta de acción” la relegó a proyectos variopintos, conservando para sí el rol de guionista y productor con vistas a conquistar el mercado internacional, y la “vertiente opulenta” derivó hacia una mega adaptación de su propio opus literario infantil centrado en el personaje de Arthur, una trilogía animada a la que le dedicó un lustro y que a fin de cuentas resultó muy despareja. Sin embargo, todo pareció mejorar con La Fuerza del Amor (The Lady, 2011), una diatriba exquisita de corte político, casi un apéndice ficcional de Burma VJ: Noticias de un País Aislado (Burma VJ: Reporter i et Lukket Land, 2008).
Fiel a su costumbre, el señor hoy vuelve a patear el tablero y redondea otra propuesta desconcertante que navega las aguas turbulentas de la comedia liviana basada en la fórmula del outsider y algunos detalles irónicos. El capo mafioso Giovanni Manzoni (Robert De Niro) se encuentra en un programa de protección a testigos junto a su mujer Maggie (Michelle Pfeiffer) y sus hijos Warren (John D’Leo) y Belle (Dianna Agron). Todos viven de incógnito en un pueblo de Normandía bajo el cuidado de Robert Stansfield (Tommy Lee Jones), un agente de la CIA que ve una y otra vez como la familia tira abajo su “fachada”.
La película recurre cíclicamente a situaciones calcadas de otros spin-offs fallidos de clásicos recientes del film noir como El Padrino (The Godfather, 1972), Los Intocables (The Untouchables, 1987) o Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990). Sin caer al nivel de Analízame (Analyze This, 1999), a decir verdad la obra es bastante mediocre y sólo sale a flote gracias al humor negro de tintes sádicos del guión y el carisma de De Niro y el elenco en general. Readaptando en solfa un engranaje narrativo estándar, en la línea de Testigo en Peligro (Witness, 1985), Besson tropieza sutilmente aunque sin llegar al desastre total…