Bennett Miller (“Capote”, “El Juego de la Fortuna”) dirige este drama basado en hechos reales cuya historia desarrolla la relación entre los hermanos Mark (Channing Tatum) y David (Mark Ruffalo) Schultz, campeones mundiales de lucha libre -y medallistas olímpicos de Los Angeles ‘84-, y el excéntrico e inestable millonario John du Pont (Steve Carrell), la cual tuvo un descenlace trágico.
No conocer la historia, ocurrida a finales de los ’80, principios de los ’90, y que fue plasmada en el libro autobiográfico escrito por el propio Mark, influirá en la sorpresa del espectador, aunque con googlearla ya nos podemos enterar qué es lo que pasó y arruinarle a algunos la trama.
Todo se inicia cuando ambos hermanos (primero Mark y luego David) son invitados (interesante propuesta monetaria de por medio) por el excéntrico y heredero de la familia más rica de los Estados Unidos a mudarse a la propiedad Foxcatcher para ayudarlo a formar un equipo nacional y entrenarlo para las Olimpiadas de Seúl de 1988, dentro de las modernas instalaciones de su centro de entrenamiento.
Shultz aprovecha la oportunidad esperando concentrarse en su entrenamiento y, finalmente, lograr separarse de la sombra de su hermano Dave, también prominente entrenador de este deporte.
Por un lado, la película, con una narrativa lenta (dura 2 horas y 15 minutos que no pesan ni aburren) nos muestra las idas y vueltas de la tensionante relación de los hermanos de clase social media/baja y sus respectivos logros personales; pero por el otro también ahonda en algunos aspectos -y al pasar da a entender otros- sobre la verdadera personalidad de Du Pont, un hombre profundamente egocéntrico que se autorepite una y otra vez que es un ornitólogo, filatelista y filantropista (nos queda claro con la escena del helicóptero).
Pero el tema es que es un deportista frustrado y reprimido que no logró, en su juventud, pertenecer a la élite de la especialidad por falta de talento. Todo lo que hace este hombre, devenido en jefe de equipo, entrenador y mentor del “Equipo Foxcatcher” y obsesionado con lograr una medalla olímpica, es para obtener el reconocimiento de su madre, interpretada por la gran Vanessa Redgrave, quien nos ofrece dos momentos breves en escena que dejan clara la relación entre ambos y el sentimiento hacia su hijo, afirmando que la lucha es un “deporte bajo”.
No importa si no entendemos sobre lucha y menos durante las escenas de competencia de este deporte amateur que a veces accede a propuestas de multimillonarios que sponsorean deportistas individuales o equipos enteros. Aquí el objetivo de la película es retratar un hecho puntual real sin entrar en demasiadas explicaciones ni ofrecer respuestas sobre la inquietante psique de unos y la baja autoestima de otros. Lo central son los personajes. Gran dirección de Miller y estupendas interpretaciones del trío protagónico en el que se destaca Steve Carrell debido a que la composición de su personaje requirió, además, la transformación física.