Sólo el dolor nos legitima
Luego de un período dominado por obras olvidables, M. Night Shyamalan con Fragmentado termina de redondear un regreso francamente insólito a lo mejor de su carrera, algo que ya habíamos intuido en la previa y también refrescante Los Huéspedes…
Lamentablemente estamos en una época en la que los principales tanques del año de los estudios hollywoodenses son películas de superhéroes anodinas y mediocres, sin el más mínimo rasgo autoral que las diferencie una de la otra o quiebre -aunque sea momentáneamente- esa lógica serial digna de la televisión (el cine debería tomar de la TV actual la calidad de sus productos y no el encadenamiento de sus eternos eslabones). M. Night Shyamalan, en su nuevo opus Fragmentado (Split, 2016), vuelve a ese universo de “superhombres” reales y sufrientes que ya había examinado en la también maravillosa El Protegido (Unbreakable, 2000): de hecho, el film que hoy nos ocupa funciona a la vez como una secuela conceptual de aquella y como una confirmación del muy buen nivel al que ha regresado el hindú desde la anterior e hilarante Los Huéspedes (The Visit, 2015).
Aquí el relato gira en torno a Kevin (James McAvoy), una víctima de abuso infantil por parte de su madre que con el tiempo construyó 23 personalidades en un caso extremo de trastorno de identidad disociativo. El hombre secuestra a tres adolescentes, Claire (Haley Lu Richardson), Marcia (Jessica Sula) y Casey (Anya Taylor-Joy), a quienes mantiene encerradas primero en una celda colectiva y luego en calabozos individuales improvisados, a medida que los intentos fallidos de escape se van acumulando. La historia desarrolla paralelamente las sesiones de Kevin con la Doctora Fletcher (Betty Buckley), una psiquiatra que ve desfilar por su consultorio diversas identidades dominantes en la psiquis del protagonista, y las diferencias entre las cautivas, ya que mientras que Claire y Marcia son las típicas burguesas consentidas, Casey sí tuvo que atravesar momentos turbulentos.
El director introduce la idea de un poder sobrehumano que esquiva los clichés del género, en sintonía con El Protegido, a través del objetivo que persiguen todos los seres que habitan en Kevin: la captura de las chicas obedece a una ofrenda en favor de una misteriosa personalidad número 24 llamada “La Bestia”, que para colmo promete abrirse camino como el siguiente estadio de la evolución humana. La inteligencia de Shyamalan reside en la decisión de jugar con la dialéctica de los héroes y los villanos tanto a nivel de la mente del protagonista (Hedwig, una identidad que dice ser un niño de nueve años, es lo más parecido a una ayuda para las jóvenes) como en lo que respecta al contrapunto con Casey (la única figura capaz de entender el dolor subyacente en Kevin por su propia experiencia de vida, hablamos de un personaje fuerte que evita el envalentonamiento feminista bobo).
Si bien el tópico de la escisión del inconsciente ya ha sido trabajado en muchas ocasiones, como por ejemplo en el famoso libro Sybil de Flora Rheta Schreiber de 1973 sobre el caso de Shirley Ardell Mason, en lo que atañe al séptimo arte se lo suele relacionar con el campo de los psicópatas y aledaños en un recorrido que comienza con Psicosis (Psycho, 1960) de Alfred Hitchcock, continúa con el Brian De Palma de Vestida para Matar (Dressed to Kill, 1980) y Demente (Raising Cain, 1992), y llega hasta El Club de la Pelea (Fight Club, 1999) de David Fincher. El hindú recupera en parte este legado pero lo saca del terreno del “remate del desenlace”, su funcionalidad más extendida, para acercarlo a preguntas más interesantes vinculadas con el doble filo de la capacidad de nuestra estructura psíquica para protegerse y al mismo tiempo “canibalizarse” de una manera subrepticia y fuera de control.
Indudablemente el otro gran pivote de la propuesta pasa por el desempeño de McAvoy y Taylor-Joy: el británico se luce a puro histrionismo con muchos personajes sucesivos y hasta manteniendo conversaciones entre sí, una labor meticulosa que le permite explorar las distintas facetas de Kevin, y la norteamericana, a la que ya habíamos visto en Morgan (2016) y la gloriosa La Bruja (The Witch: A New-England Folktale, 2015), hoy termina de ratificar que es una de las promesas más importantes de los últimos años. Fiel a su estilo, en Fragmentado Shyamalan se reserva un rol muy gracioso para sí mismo e incluye una referencia directa a El Protegido, dos detalles que calzan perfecto dentro de un andamiaje narrativo que retoma una vieja premisa del horror, aquella que afirma -con toda la razón- que sólo el sacrificio y el pesar nos legitiman como personas, no así la banalidad diaria…