Cerca y lejos
Allá por 1998, en los comienzos de lo que dio en llamarse Nuevo Cine Argentino, Adrián Caetano estrenó su primer largometraje, Pizza, birra, faso. Más de diez años después, con el estreno de su última película, Francia, retoma ciertas líneas que habían quedado de lado en su filmografía posterior: el trabajo sobre una historia mínima e íntima, personajes al borde de la caída (en lo personal y en lo social) y desprotegidos, un acento muy claro sobre el contexto socioeconómico en el que se mueven sus criaturas. Esta película representa una vuelta al origen, pero a la vez marca un cambio en uno de los directores clave para el cine argentino.
Francia es el retrato de lo que queda de una familia de clase media baja, compuesta por la madre (interpretada por Natalia Oreiro), el padre (Lautaro Delgado), que se ha ido de la casa y al principio de la película tiene una nueva pareja, y la hija (Milagros Caetano). No hay un contexto más allá de este nucleo familiar. Cada personaje se nos va presentando de a poco, sumando detalles a la vez claros y característicos. El padre, obrero en una fábrica, bien al principio se queda sin trabajo. La madre, que cuida a una mujer mayor de clase alta, también se queda sin trabajo. La hija, que se la pasa escuchando música con los auriculares, tiene problemas en la escuela, tanto por su actitud en clase como por sus dificultades para aprender ciertas materias. En algún momento, las circunstancias llevan a que el padre alquile el cuarto de arriba de la casa que solía ocupar con su mujer y su hija, y esta cercanía pondrá nuevamente a prueba las relaciones entre los personajes.
Hay, creo, dos problemas fundamentales que traban esta película. Uno es la sucesión de "cosas" que le pasan a esta familia (un despido, al cual sigue un despido injusto, al cual sigue una denuncia en la policía, al cual siguen conflictos en la casa, a lo cual se suman los problemas de la nena con la escuela privada progre a la que asiste), que huelen a denuncia social de la más superficial y simplista. Si bien la película no asume un tono tremendista y se aleja de lo melodramático, hay algo de un naturalismo que no se termina de procesar.
Pero el mayor problema, diría, es que con una propuesta tan mínima y costumbrista, la suerte de la película está librada a sus personajes y estos no terminan de cuadrar. Habrá quien quede fascinado con la pequeña Milagros Caetano, pero para los que no nos enamoramos de su personaje todo se cae muy fácilmente a pedazos. Caetano quiere reflejar esa mirada un poco inocente, supuestamente efevescente de la nena y prestarle sus aires a la película. Para eso juego un poco con la puesta en escena, satura la banda de sonido con la canción "Gloria", narra a través de secuencias de fotos, imprime texto sobre la imagen, juega con el montaje, como para hacer entrar un espíritu lúdico que Francia no respira de por sí. Los personajes de Oreiro (una de las mejores actuaciones de su carrera) y Delgado son bastante apáticos de por sí y todo se vuelve, a pesar de los esfuerzos de la nena, demasiado pesado y gris.
Esto no quiere decir, por supuesto, que no haya secuencias que funcionen, rincones agradables o por lo menos logrados en esta película. Caetano es un buen director, uno que explora, que busca nuevos caminos (como ese ligero godardismo con el que coquetea ahora), pero hay algo que falta. Ese algo es lo que podría hacer que esta historia que debería resultarnos tan cercana terminara de interesarnos.