¿Por qué luchamos?
Fancotirador no es una película neutral. No existen las películas neutrales. Sí es la historia de Chris Kyle, un cowboy, un ranchero que se convirtió en el francotirador que más gente asesinó en la historia del ejército de Estados Unidos, un soldado al que el Pentágono le adjudica 160 muertes. La película de Eastwood muestra el entrenamiento de Kyle (Bradley Cooper) para unirse a los Navy SEAL luego de que ve un noticiero que anuncia los ataques terroristas a distintas embajadas estadounidenses en 1998. Su resolución se fortalece un par de escenas más tarde, cuando ve por televisión los ataques del 9 de septiembre del 2001. En el siguiente plano, un travelling violento para los estándares de Eastwood y el gesto perturbado de Cooper anuncian el desequilibrio. Veremos toda la película desde el punto de vista de un patriota fanático que recibe toda su información del mundo fuera de las fronteras norteamericanas a través de su televisor.
Lo que sigue son los distintos tours de Kyle, las estadías sirviendo a su ejército en Irak, y cada uno de los regresos a casa. Su primera misión en la infernal Fallujah es terrible y el soldado mata primero a un niño y luego a una mujer iraquí. Allí comienza su leyenda cómo el francotirador más letal, admirado por todos sus compañeros por su talento para matar. Comienza también su alejamiento definitivo de la vida de relativa normalidad civil y los problemas con su mujer y su familia. Con los sucesivos tours en Medio Oriente, Kyle está cada vez más alterado aunque jamás dirá una palabra al respecto. Cuando un psiquiatra le pregunta si vio o hizo algo en Irak de lo que se arrepienta, Kyle niega la sugerencia del médico y la cámara se acerca sutilmente a su rostro como tratando de escarbar otra verdad que por alguna razón no puede decir.
A medida de que pasan las campañas se acumulan los golpes y Kyle va perdiendo a sus amigos a manos de los iraquíes. La violencia es gráfica y las muertes de los soldados son golpes duros pero no se acompañan de música como dicta la convención. Del mismo modo, cuando Kyle logra matar a una de sus principales presas no hay música ni imágenes que nos indiquen que acaba de suceder algo significativo; se resuelven dos o tres planos y se pasa a otra escena. Las escenas siguen, la guerra continúa y se acumulan las muertes, cada vez más cercanas al protagonista, sin un fin o final claro a la vista. Uno de sus compañeros manda a casa una carta conmovedora: “…mi pregunta es ¿En que punto se desvanece la gloria y se convierte en una causa injusta o un medio inexcusable por el que uno se consume completamente? He visto la guerra y he visto la muerte”. Para Kyle las palabras de su amigo son inconcebibles. En una visita al hospital, un amigo mutilado y “ciego como un murciélago” trata tibiamente de disuadirlo de volver a Irak, pero se enorgullece cuando el francotirador promete venganza.
El clímax de la película es una secuencia espectacular en la cima de un edificio dónde Kyle busca completar su última misión. Lograrlo requiere de una gesta imposible por parte de Kyle, es decir, es el momento donde no pueden quedar dudas que la película asume su carácter de ficción. No es la única ficción que asume. Luego de que Kyle hace un tiro imposible, a pesar de que alertó a un ejército de iraquíes y se avecina una tormenta de arena, su compañero, en primer plano con una sonrisa bobalicona, dice: “misión cumplida”. No es casual que esas son las palabras con las que se recuerda el famoso discurso que da Bush hijo en 2003, luego de bajarse de un avión de guerra en un portaviones, para anunciar el fin del combate en Irak. Once años después, Francotirador es entonces una impugnación de la crueldad de esa mentira y de esa puesta en escena ridícula.
La coda de la película trastoca la situación familiar idílica con planos de veteranos reales, que lucen deformidades que contrarían la fotogenia del sueño americano, y una aparición ominosa. La verdadera leyenda de la película, la que decide imprimir Clint Eastwood, es una donde el país de la guerra se come a sus propios hijos. Los planos documentales de la gente celebrando a Kyle para terminar la película son un lamento por uno de ellos y tienen la tristeza de alguien que mira con resignación a una cultura que celebra la guerra.