Las hermanas Elsa y Anna vuelven a la pantalla grande en una aventura repleta de música. Frozen 2, al igual que su primera entrega, nos recuerda que una princesa (mujer) no requiere de un hombre al lado para lograr sus objetivos (mensaje que solía estar muy presente en las producciones de Disney).
Anna y Elsa están más unidas que nunca. Por fin pueden compartir el tiempo de hermanas del que fueron privadas durante casi toda su vida. Elsa, por primera vez, se ve libre y cómoda con sus poderes. Anna disfruta de la compañía de quienes ama (Kristoff, el simpático Olaf, y, por supuesto, su hermana). Todo parecía marchar bien, hasta que un sonido por demás extraño comienza a acomplejar a la joven de pelo blanco.
Es así que las jóvenes reinas, junto al muñeco de nieve y a Kristoff, se embarcan en una nueva aventura: emprender un viaje hacia el famoso bosque encantado, lugar al que nadie puede entrar, pero tampoco salir. En esta nueva andanza, las hermanas buscarán, además, comprender quiénes son realmente.
Como en la mayoría de las películas (o producciones en general) de esta megacompañía, uno de los puntos claves es la música. Frozen (2013) contó con Libre soy, el famoso tema que hasta el día de hoy suena en cualquier cumpleaños infantil. En esta nueva entrega no hay una escena musical que destaque sobre el resto y se nos quede pegada en nuestro interior. De hecho, con el correr de los minutos, las constantes escenas musicales terminan siendo tediosas e injustificadas.
Si bien las películas animadas de Disney están dirigidas a los más chicos, suelen contener mensajes ocultos para los adultos (quienes terminan disfrutando de la película tanto como los niños). En esta ocasión el mensaje principal sigue igual que en la primera entrega: una princesa no requiere de un príncipe que la venga a rescatar y con quien luego pueda vivir “feliz para siempre”. Frozen 2 remarca que el amor es algo que va más allá, un sentimiento, un lazo, que se puede tener con un familiar y/o un amigo