Horror, milagro y transgresión
Cada nueva película del francés Bruno Dumont genera elogios, premios en festivales, abucheos y polémicas. Ocurrió, por ejemplo, con La humanidad (1999), Twentynine Palms (2003), Flandres (2006), Entre la fe y la pasión (2009) y también con Fuera de Satán.
Todas sus películas incluyen escenas de perturbadora crudeza, de impredecible violencia y sexo salvaje. También se lo acusa de crear películas vacías y pretenciosas y de enfatizar el carácter más bestial del ser humano, con la alevosa intención de "desconcertar a los burgueses". Es su peculiar manera de explorar la condición humana.
Y suele tener expresiones igualmente desconcertantes. Por ejemplo, en uno de los festivales de Cannes afirmó que "la pelea entre dos hombres por una mujer es lo mismo que una lucha por un pedazo de tierra. Todo surge del deseo. No hay diferencia entre un triángulo amoroso y el conflicto entre Israel y Palestina".
Fuera de Satán no escapa a ninguna de esas constantes. Trata sobre un vagabundo sin nombre que deambula por una aldea situada en el norte de Francia, cerca del Canal de la Mancha, y por los campos cercanos. Y oficia de justiciero, salvador, hacedor de supuestos milagros y erradicador del mal. Por temor o solidaridad, obtiene ayuda alimentaria de los vecinos.
Este hombre, de mediana edad, suele rezar, aunque nunca se sabe por qué ni a quién van dirigidos sus ruegos. Lo acompaña una adolescente que lo adora, es maltratada por su padrastro y el protagonista decide poner fin a sus sufrimientos.
La chica sufre de epilepsia, aunque la patología es utilizada por el director como metáfora de una sociedad enferma e ignorante. Dumont apela por igual a primeros planos de sus personajes y planos abiertos para captar el paisaje, que juega un rol protagónico en la película.
Se ha querido ver en sus películas una preocupación mística a la manera del cine de Carl T. Dreyer y Robert Bresson. El Bien y el Mal, el horror y el milagro, la transgresión a las normas y su castigo, son variantes que rondan la historia de este filme.
Sin embargo, la mirada que prevalece es la de una materialidad casi absoluta, pues los signos de la verdadera espiritualidad no tienen cabida en esta propuesta fílmica.
La puesta en escena es fría y despojada de todo artificio audiovisual. Dumont apela a la luz natural y prescinde de la música, tanto la diegética como de la extradiegética. Los diálogos son escasos y la banda sonora se reduce básicamente a los ruidos ambientales.
Por todo lo expuesto resulta fácil deducir que Fuera de Satán no es un filme agradable de ver. Tampoco convoca multitudes. El director utiliza las elipsis o tiende a escamotear información, para que sea el propio espectador el que establezca las relaciones de causa-efecto.