Épica y diversión
Hay una contradicción extraña en el interior de Furia de titanes 2: por un lado intenta ser una gran épica de dimensiones míticas, y por otro se desvive por generar chistes y un gran espetáculo visual que hacen estallar toda pretensión por los aires. La contradicción no se resuelve: cuando intenta ser grandilocuente y mitológica, la película se hunde como plomo, pero en los momentos en los que se entrega sin complejos a su propia banalidad logra entretener y lleva al espectador adelante.
Se trata, por supuesto, de una secuela. Lo cual quiere decir que una porción de los espectadores conocerán ya los personajes. Otra porción podrá asociar nombres y parentescos por referencias a la cultura griega clásica. Aún así la película se encarga de remarcar, explicar y volver a explicar tres veces quién es cada uno, cuál es hijo de cuál y con quién está metido quién. Perseo (hijo de Zeus, semidiós) había sido el gran héroe de la batalla contra los Titanes (tal como se ve en la película anterior) y ahora se retiró a vivir como pescador con su hijo. Pero Zeus (padre de Perseo) viene a buscarlo un día y le advierte que como los humanos ya no rezan a los dioses (suerte de explicación un poco conveniente para dar cuenta del fin de la era de los dioses griegos), las paredes del Tártaro se están debilitando y los Titanes podrían volver a escapar. Perseo (hijo de Zeus) decide no unirse a la lucha. Entonces Hades (hermano de Zeus, dios del Inframundo, hijo de Cronos) traiciona a Zeus junto con Ares (dios de la guerra, también hijo de Zeus, medio hermano de Perseo, etc.). Perseo debe entonces rescatarlo.
La trama suena un tanto rebuscada y lo es. Pero casi no importa. Al final de todas las idas, vueltas y explicaciones cuasi mitológicas, Perseo se enfrenta a una tarea: descender a los Infiernos a rescatar a su padre. Y para eso debe buscar ayuda. Ahí es cuando la película realmente arranca. Liberada de la necesidad de dar supuestas explicaciones, Furia de titanes 2 entra en la aventura y en la comedia y la cosa va mejor.
El problema es que el espíritu "serio" no tiene que ver únicamente con el inicio de la película. El costado "importante" y lleno de "mensajes" no deja tregua: los personajes están todo el tiempo tirando frases como el ser humano es más fuerte que los dioses; debes luchar por tu hijo; te perdono por tus errores, los dioses deben morir, ese tipo de cosas. Hay mucho seño fruncido. Cada uno de los personajes se define por un trauma único, que basta para explicarlo: que los dioses son malos (Perseo), que mi hermano me trató mal (Hades), que mi papi no me quiere (Ares), etc. Ni siquiera Edgar Ramírez (el gran actor de Carlos de Olivier Assayas) logra hacer algo con su personaje.
Sintomáticamente, el único personaje que escapa a esta regla del trauma único y que logra cobrar cierta carnadura es el de Agenor (el otro semidiós al que se convoca para la búsqueda, porque todos sabemos que dos medios hacen un entero). Interpretado por Toby Kebbell, este personaje funciona como comic relief y a pesar de que tiene trambién su trauma (como semidiós, su padre también lo abandonó), lo deja rápido atrás y se construye frente a nosotros, a través del fracaso, la búsqueda y la lucha. El suyo es el único personaje que uno podría recordar.
Como en toda superproducción de hoy, lo que importa sobre todas las cosas en Furia de titanes 2 son los efectos especiales y los monstruos que los diseñadores logran conjurar de las profundidades de sus computadoras. Y la verdad sea dicha: los monstruos están muy bien. El 3D sobra, es cierto, pero hay un criterio muy interesante a la hora de armas monstruos que rinde muy bien: el realismo. Cada bicho mitológico está cargado de saliva, es pegajoso, tiene costras de tierra y arrastra extremidades pesadas.
Cronos, especie de monstruo de lava, parece más real que Hades o Perseo. Pero por lo menos nos da alguien a quien seguir.