Las peores astillas
Un padre traidor, tres hermanos enfrentados, otro padre que se niega a enfrentar su destino y un hijo que no quiere que lo abandonen. Si a esto le agregamos una lucha entre dioses y demonios, y a los humanos como indefensas víctimas de esa guerra, el plato de una tragedia griega está servido. Pero de tragedia griega la película Furia de titanes 2 tiene sólo la etiqueta. Porque en ella no hay un drama realmente estremecedor, en el que los claros y oscuros de almas mortales e inmortales entren en confrontación. Ni siquiera teniendo a dos experimentados como Liam Neeson y a Ralph Fiennes como activos protagonistas de la historia.
El gran éxito de la primera Furia de titanes, basada en antecedente de culto de 1980, estrenada hace dos años y generadora de una recaudación de 500 millones de dólares, fue inmediatamente aprovechado para trazar esta continuación que retoma el argumento, 10 años más tarde en la ficción.
Para ese entonces, Perseo se ha convertido en un pescador pacífico que sólo desea vivir como hombre, junto a su hijo, nieto de Zeus, quien lo visita a escondidas mientras duerme. Una noche Perseo y Zeus se encuentran y éste le ruega que vuelva a asumir sus dignidades de dios, por ser inminente una embestida de los "titanes", sus enemigos acérrimos y eternos conspiradores buscando la oportunidad de someter al mundo.
Aunque el principio se abstenga, Perseo terminará involucrado en la contienda, al consumarse la traición del hermano de Zeus, su tío, y demandar la situación su decidida intervención para evitar una catástrofe.
Así como falta pulso dramático, en Furia de titanes 2 sobran efectos especiales. O tal vez la casi ausencia de lo uno, agigante la presencia de lo otro. Es una pena, porque se podría modernizar, o volver a pregonar una introducción a la mitología griega con esta clase de producciones, pero así no se hace demasiado por ello.