Pasión sin límites
Tradicionalmente se pensaba que los cinco sentidos (tacto, olfato, oído, gusto y vista) eran los únicos modos de percibir nuestro alrededor, y nuestro mundo. Sí bien eso es verdad, también es un hecho que quien carece de alguno de estos sentidos, tiene otros mecanismos o modalidades para suplir de alguna manera, esa falta, y así seguir percibiendo.
Ahora bien ¿que ocurre cuando alguien cuya profesión o campo de trabajo tienen como requisito prácticamente excluyente, la utilización de uno de estos sentidos, y dicho sentido, es, justamente el ausente? Gabor nos orientará en el camino para poder responder a este interrogante.
El film comienza presentandonos a Sebastián Alfie, director argentino residente en España, quien recibe el encargo de ir a Bolivia a filmar un documental sobre personas ciegas que serán operadas para revertir su situación. De esta forma, la premisa que guá a Alfie es contar y mostrar este proceso sin caer en los lugares comunes y edulcorados; sino centrándose en la diferencia entre quienes pueden ver y quienes no. Para realizar dicha filmación, necesita una cámara especial (Viper), por lo que se entera que Gabor Bene, un director de fotografía húngaro es el único que posee esta cámara en toda España. Gabor vive justamente de alquilar sus equipos de filmación, pero se destaca por una particularidad: este director de fotografía es ciego. Poco a poco Alfie y Bene entablan una amistad, por la que el argentino descubre que a pesar de la deficiencia visual del húngaro, aún mantiene el sentido del humor, y sobre todo gracias a su gran experiencia, puede seguir reconociendo cuando las imágenes están desenfocadas, así como también recordar planos. Sin embargo, Alfie no puede anunciar que su colaborador es ciego, ya que no cree que quienes lo rodean, puedan entender como un director de fotografía puede desempeñarse exitosamente padeciendo dicha particularidad.
De esta manera, Gabor y su enorme experiencia audiovisual, serán cruciales para que Alfie pueda encontrar la manera más anticonvencional de retratar la ceguera; y a la vez evitar caer en típicos clichés sentimentaloides.
¿El resultado?
Un documental honesto, dinámico y sobre todo muy original al evitar el tono solemne que solemos ver en producciones de temática similar. Además se presentan entrevistas a directores de fotografía y otros profesionales del medio audiovisual que compartieron experiencias con el propio Gabor, así como también el testimonio de Alicia, madre del director, quien además es profesora que trabaja con ciegos y puede aportar su punto de vista al respecto.
Una verdade prueba y ejemplo de que si bien una deficiencia (en este caso visual) puede determinar un momento particular, no necesariamente determinará la vida total de quien la padece; Gabor funciona además como recordatorio que las personas son personas y no etiquetas, no discapacidades, ni enfermedades, ni deficiencias. Este documental demuestra (al igual que ocurría en Caito de Guillermo Pfening) que la pasión, la vocación y la vitalidad, si son verdaderas, no conocen límites, y de eso Gabor puede dar fe.