Podríamos llamarla documental, pero la película de Pintos no parece responder a formas encorsetadas, porque su punto de partida también pertenece al terreno de lo extraño: Julián Lascano, un VJ (Video Jockey), quiere “hackear el cerebro” (“buscar un algoritmo que tenga un efecto en algún lugar de la mente”). Este es apenas un disparador para meterse en un laberinto de reflexiones metafísicas sobre el artista, su público, el efecto del poder de la imagen y los límites de la experimentación.