La nostalgia vuelve a apoderarse de los cines.
¿De qué va? Los hermanos Spengler deben mudarse a una abandonada propiedad en Oklahoma, donde descubren su increíble conexión con los Cazafantasmas originales y el legado que les ha dejado su abuelo, de quien seguirán sus pasos para intentar salvar el mundo.
Cuando vi en cartelera una nueva entrega de Ghostbusters inmediatamente pensé en aquella que nos intentaron vender como la «nueva generación» en 2016, un intento fallido por renacer la saga y de paso darle su reinvención e inclusión con el equipo de mujeres que tanto fue criticado. Pero esta vez no hablaremos de aquella película, que si bien no fue desastrosa no supo aprovechar los recursos que en esta nueva propuesta se exprimieron a más no poder.
Hay muchas generaciones que fueron tocadas por el cine de los ’80, con su fantasía, su horror y sus efectos especiales; historias que veíamos de niños y nos remontan a esa edad inocente donde no teníamos preocupaciones. La Ghostbusters de 1984 es ya un ícono en la cultura popular, y goza de un sector fiel de fanáticos que anhelaba ver a los cuatro científicos salvando una vez más al mundo. Este sueño se esfumó con la muerte de Harold Ramis en 2014, con lo que la producción que ya se encontraba con la idea de la nueva película tuvo que frenar y pensar ahora en un homenaje al entrañable personaje y actor. Y, sin duda, quizá eso fue de los mejores aciertos que tuvo la película.
En la dirección encontramos a Jason Reitman, que no es más que el hijo de Ivan Reitman, productor y escritor de la película original, y es quizás por eso que se cuidaron varios detalles, se respeta a los personajes clásicos y las referencias se sienten frescas. La sinopsis es un poco trillada y muy explotada en los últimos años, con aires ochenteros y la típica historia de niños en un pueblo viviendo aventuras increíbles y paranormales.
Ghostbusters: Afterlife, Cazafantasmas, El Legado
Phoebe (Mckenna Grace) y Trevor (Finn Wolfhard) son los nietos de Egon, y se ven forzados a mudarse con su madre a la granja del «viejo loco» como era conocido el abuelo en la pequeña comunidad, un hombre del que no saben nada y que vivió sus últimos años aislado de todos. Phoebe es una niña genio a la que su curiosidad la lleva a descubrir que algo terrible está por suceder si no hace nada por detenerlo, por lo que se une a su nuevo amigo Podcast y a su maestro, interpretado por un genial y siempre querible Paul Rudd, para investigar unos misteriosos sismos, que es lo que tenía aprisionado a Egon a ese lugar. A este nuevo y curioso team de niños cazafantasmas además se une el hermano de Phoebe con su respectivo interés amoroso, Lucky, quien también termina ayudando y siendo de la partida.
Sin duda la parte del reparto juvenil se lo lleva Mackenna, que sorprende con su carisma y adorable actuación. Los efectos especiales son excelentes, el tono del humor y la banda sonora siguen la misma línea a la original, y qué decir de las referencias y los easter eggs con los que cuenta que sin duda son un deleite para fanáticos y nostálgicos de la época. Sn embargo, también llega a ser esto a mi parecer uno de los problemas del film, ya que es difícil lograr que el público se enganche porque es bastante necesario haber visto al menos la primera entrega para familiarizarse con algunos eventos y elementos que se muestran. En el apartado de los fantasmas es bonito volver a ver a los originales con un poco de refresh a su imagen, pero de igual forma pudieron haber puesto algún personaje llamativo y nuevo. Lo mejor de la película sin duda fue la despedida y el cálido homenaje a Ramis.
Ahora bien, con todo y el fan service es un entretenimiento que funciona y lo hace muy bien, logrando un producto que se puede disfrutar, reír y recordar. Altamente recomendable y sobre todo si eres un cinéfilo nostálgico que creciste con el cine ochentero, sin duda será una gran experiencia.