Glass

Crítica de Manuel Germano - Ociopatas

Por Fabio Albornoz.

Es extraña la carrera de Night Shyamalan, un realizador que a lo largo de su trayectoria ha tenido tantos aciertos como traspiés, lo que lo convierte en uno de los directores más discutidos y amados. Para muchos, un genio, para otros, un farsante. ¿Pero cómo podemos decir que se trata de un farsante cuando tiene en su curriculum un impresionante caudal de grandes películas?

Desde su arribo a Hollywood con la extraordinaria “El sexto sentido” (1999), los medios no tardaron en nombrarlo el ‘nuevo’ Hitchcock, una pesada mochila que supo llevar afirmándola con otras grandes cintas que vendrían a posteriori, como “El protegido”, “Señales” y “La aldea”. Las divisiones se empezaban a moldear, y luego del 2004, la carrera del indio cayó en un abismo complejo de revertir.

El estrepitoso fracaso comercial de “La dama en el agua” significó la pérdida total de confianza de los productores a la libertad creativa del director, y también el disparador de una serie de películas por encargo realmente malas. Seguirían “El fin de los tiempos”, “El último maestro del aire” y “Después de la tierra”. Esas cuatro películas pondrían por el suelo una carrera que había comenzado demasiado bien.

Todo cambió cuando entró en acción la productora Blumhouse para poner todo en su lugar. Vino la muy interesante “Los huéspedes” y luego “Fragmentado”, un film que le terminó saliendo dentro del universo de una de sus películas más legendarias, “El protegido”.

Este regreso a la libertad creativa le trajo beneficios económicos (como hacía mucho no tenía), pero también un salto de calidad propio del mejor Shyamalan desde “La aldea”, allá por el 2004.

“Glass”, el esperado e imprevisto crossover entre “El protegido” y “Fragmentado”, llegó finalmente a los cines el pasado jueves. Recibida con críticas entre mixtas y negativas, esta tercera parte cuenta como David Gunn sigue los pasos de ‘La bestia’ con el fin de poner freno a sus crímenes. Pero una redada acaba con ambos en un hospital psiquiátrico donde son puestos, junto al manipulador Mr. Glass, para ser estudiados y hacerles entender de que no son superhombres.

Los cimentos de “Glass” hacen que quizás esta sea una película más para los fanáticos del universo de “El protegido” que los de “Fragmentado”. Hay diferencias abultadas entre los enfoques de cada cinta. “El protegido”, es la película sobre David Gunn (héroe humano), y un constante diálogo con los comics. “Fragmentado”, se roza más con el género de terror, y luego por ese giro final terminó entrando en el universo de la anterior. Ahora “Glass”, es decididamente una cinta que pone el mayor protagonismo en el propio personaje de James McAvoy (La bestia), pero cuya mirada está bastante lejana a la perspectiva de “Fragmentado”. Esta es una película sobre héroes, no hay duda de ello.

Lejos del despliegue de parafernalia al cual nos mal acostumbró Marvel y DC, Shyamalan nos presenta una extraordinaria radiografía del mundo de los comics, que en cierta manera la hacen un poco exclusiva y no abierta a total consumición. Es por ello que hay veces en las que el guión debe poner las cosas en boca de los personajes, o producir una cierta sobre explicación para atrapar a los espectadores que se sumergieron recién con “Fragmentado” y no vieron “El protegido”.

Construida con solemnidad, Shyamalan busca hacer de su “Glass” (a veces de manera muy forzada), su propia obra maestra. Hay aires de pretensión y un cierto regodeo a buscar lo épico como sea, y eso lo lleva a caer en una cadena de falsos finales y algunas vueltas de tuerca –efectivas, si- que estiran demasiado el asunto y hacen creer que se está viendo una autentica épica sin escalas (un poco como lo que hace Christopher Nolan). Shyamalan es, en ese sentido, un cineasta que sabe vender mucho más de lo que tiene en sus manos.

La estructura de “Glass” se divide en tres actos muy claros. El primero es la búsqueda de David Gunn (Bruce Willis) por encontrar a La bestia (James McAvoy). El segundo ocurre en los interiores de un hospital psiquiátrico, y cubre casi toda la cinta. Allí, con Samuel Jackson, se reúne por fin el trío interpretativo. Este segundo acto está sostenido y constituido a base de diálogos filosóficos, metalingüísticos y un interesante análisis de la personalidad de cada personaje. Por supuesto, también habrá espacio para el tradicional y extraordinario tour de force interpretativo de James McAvoy, quien desborda carisma y cierto aire escalofriante (aunque menos punzante que en la anterior entrega). Por último, el tercer acto da paso al esperado clímax.

Shyamalan amasa y deconstruye al máximo sus ideas, introduce flashbacks que completan el pasado de los personajes, trabaja muy bien con los colores (violeta, amarillo, verde) en representación de cada uno de ellos, y consigue una cohesión narrativa y visual fascinante.

El acto final es bastante breve y moderado, pero sin excesos ni despilfarros. Tiene lo justo y necesario, y eso es un poco la idea que el propio director persigue a lo largo de la película, no caer en lo que las superproducciones suelen hacer.

Shyamalan cierra su improvisada trilogía con una buena cinta que cumple todas las expectativas. No hay chances de que “Glass” decepcione a los fanáticos del director indio, ni tampoco a los lectores de comics. Desarrollada casi íntegramente entre interiores, “Glass” es otro gran paso en la recuperación de Shyamalan como director/guionista.