La fiesta de los perdedores
Manual cantado de autoayuda para adolescentes marginados, una escenografía desplegada a medida de las fantasías de admiración que prometen salvar para siempre la autoestima maltratada de los raros del curso. Los personajes de Glee les debían a sus fans una edición extraordinaria de sus éxitos y las grabaciones de la nueva temporada no les dejaban tiempo disponible para armar una gira. Entonces pensaron para ellos un concierto cinematográfico en 3D, una fiesta de perdedores que se filmaría ante muchos miles de ellos y se compartiría en cines con el resto del mundo.
La ocasión fue en Los Ángeles y a los clips musicales sobre fondo de telón rojo y bajo lluvia de papelitos, los mecharon con una selección de testimonios de gleeks reales, chicos y chicas que relatan en primera persona cómo cambiaron sus vidas sociales, afectivas y familiares después de convertirse al credo.
Rachel, Fin, Kurt, Puck, Quinn, Mercedes, Brittney, Santana, cantan todos los chicos, solos o acompañados, como si llegaran recién de un recreo de la William McKinley High School, en jeans y zapatillas, emocionados por su propia voz y sintonizados como debe ser con el juego de brillar para ser vistos.
La película que dirige Kevin Tancharoen conserva las marcas de la serie en los cuadros musicales y los magnifica en la escala de un show montado para que se luzcan en su propia luz, fresca y desprejuiciada, como si nada estuviera ensayado. El esfuerzo sin embargo no aporta nada nuevo. Glee en cine tiene lo mismo que en televisión, sin las tramas dramáticas, claro, pero suma varias (por momentos demasiadas) devoluciones testimoniales de los fans injertadas en el relato sin otro objetivo que el de subrayar lo que el fenómeno convirtió en himno: los impopulares también pueden ser especiales, la belleza de los sentimientos está más allá de cualquier defecto y el pop obra milagros para redimir a los bichos feos.
Glee 3D es el concierto en vivo que los fans de la serie no verán más que en cine. Eso quiere ser y cumple con la misión. Están todos los éxitos: Don’t stop believing , el bis con Somebody to love , I wanna hold your hand , Gwyneth Paltrow como invitada especial –en anticipo de lo que Ryan Murphy ya está soñando como musical sólo para ella– Empire state of mind , Brittney en Slave for you . Todo lo conocido, mejorado con demasiada sutileza por el 3D, que pasa casi inadvertido. Apta para muy fanáticos y para recién llegados a la devoción. El gancho es precioso: la música suena más fuerte que esa parte del mundo que les grita que no son nada. Los perdedores resisten cantando, bailando, brillando.