Film con sinceridad, pudor y fina sensibilidad
Goodbye Solo es una nueva reflexión existencial de Ramin Bahrani, el mejor de los jóvenes cineastas independientes norteamericanos
Es raro encontrar en el cine de hoy personajes retratados con tanta sinceridad, tanto pudor y tan fina sensibilidad como lo hace Ramin Bahrani con los dos protagonistas de Goodbye Solo , un film que toca hondo a pesar de su ligera aridez afectiva, o quizá precisamente por ella, porque hay más sugerencia en los rostros y en los gestos que en las palabras, y cuando éstas se pronuncian no buscan explicar más que lo superficial pero abren una vía sesgada a la interioridad de los dos seres cuyo encuentro fortuito pone en marcha la pequeña historia.
Es un vistazo discreto pero penetrante del vínculo que nace entre dos hombres separados por la edad, el origen y la condición. Dos hombres de esos que suelen ser invisibles para el cine y también en la realidad, pero no para Bahrani, que ya le dedicó una obra, la primera, a un vendedor ambulante de origen paquistaní ( Man Push Cart ) y la siguiente a un adolescente latino tratando de abrirse paso en un taller de Queens ( Chop Shop ). Dos hombres ubicados en los extremos del sueño americano. Uno, el charlatán y animado Solo, ha venido de Senegal, está esperando un hijo de su esposa mexicana, no se conforma con seguir trabajando de taxista, pero tiene las esperanzas y la fe intactas: aspira a ser asistente de vuelo. Del otro, William, taciturno y sombrío, nada se sabe, sólo que trae las marcas de muchas derrotas y que tiene los dólares para pagarle al taxista, con llamativa anticipación, el viaje que quiere hacer en unas dos semanas hasta un paraje montañoso llamado Blowing Rock que se asoma al abismo.
Nada dice del viaje de regreso, razón por la cual su flamante chofer -empieza a serlo con frecuencia- intenta hacer lo posible por saber más de él y quizá torcer el destino que parece haberse fijado. Entre los dos, hay una chica -hija de la mujer de Solo-, cariñosa, prudente y sensata a pesar de sus 9 años, que acepta lo que ve sin hacer preguntas: estos dos hombres que van en direcciones opuestas pueden ofrecerse -más allá de sus diferencias- algún tipo de humana compañía. Y alguna lección: la del respeto por el otro.
Al director, descendiente de iraníes pero nacido en Winston-Salem, North Carolina (lugar donde transcurre la acción), no le hacen falta palabras para alentar la reflexión existencial que la conducta de los protagonistas ante la muerte y la naturaleza promueve por sí misma. Su film -que tiene en Souleymane Sy Ravane, Red West y Diana Franco Galindo tres intérpretes irreemplazables- desborda humanismo, nobleza y verdad, rasgos que, sumados a la elocuencia y la plasticidad visual del film, justifican que se lo haya destacado como el mejor de los jóvenes cineastas independientes norteamericanos.