Gracias por compartir

Crítica de Fernando López - La Nación

Recuperándonos

Gracias por compartir, el primer film que dirige Stuart Blumberg, coguionista nominado al Oscar por Mi familia, es un film sobre adictos. Especialmente, sobre adictos al sexo, variante que tanto puede conducir a la comedia -picaresca o no- como tomar el camino del drama, en cuyo caso suele incluir una buena porción dedicada al tema de la recuperación. El director debutante apunta en todas direcciones y no sólo se propone tomar el asunto en serio, aunque no deseche el ingenio, sino que al mismo tiempo busca entrecruzarlo con la comedia romántica. Y si bien se le reconoce su habilidad para inyectar humor en diálogos sobre asuntos que no son necesariamente risueños, aquí los cambios de tono pueden sonar discordantes y en algunas oportunidades, forzados.

En realidad, más que de la adicción al sexo en sus distintas manifestaciones, y de otras conductas adictivas, se trata de la recuperación. Los tres protagonistas de la película participan de un mismo programa de abstinencia en doce etapas. Los tres son hombres, blancos, profesionales, viven en Manhattan y disfrutan de buena posición económica, aunque sus edades y sus patologías difieren.

Cuando la historia se inicia, Adam (Mark Ruffalo), hombre de negocios soltero e irresistible para las mujeres, ya lleva dos años de abstinencia sin recaídas, prueba más que sacrificada en un medio como la Nueva York actual con su constante apelación a lo sexual. Tanto que su consejero, el más maduro de los tres, el felizmente casado y aparentemente ex alcohólico Mike (Tim Robbins), cree que ya es hora de que intente probar la normalidad de una relación monogámica. Y para eso asomará la muy frugal y estirada Gwyneth Paltrow, que de entrada no más declara su fobia por cualquier adicto, resultado de una desdichada experiencia del pasado. El tercero y más novato -y también el más reacio a cumplir los planes del programa- es Neil (Josh Gad), un joven y obeso médico cuya adicción se manifiesta a solas y no implica la necesaria participación de una partenaire; para estimularlo ahí están su nutrida colección de pornografía, sus temerarios acercamientos a alguna compañera de viaje en subte o sus recursos para deslizar minicámaras que apunten sus objetivos por debajo de las polleras de las mujeres con quienes conversa.

La película sigue cada una de las tres historias más o menos independientemente, aunque a veces se interconectan, en general para subrayar cuánto pueden ayudarse unos a otros cuando llega la hora de los problemas extremos y con ellos los costados más dramáticos del relato: que a uno lo echen de su empleo, que otro tropiece con el juicio de un hijo que supo descubrir su falsa liberación o que un tercero compruebe que lo más grave de la adicción es que encubre su notoria incapacidad para asumir otras relaciones que no sean las anónimas y pasajeras.

La personalidad adictiva abarca otros casos, inclusive el de una llamativa chica pop (interpretada precisamente por la estrella pop Pink), que nunca ha podido entablar con los hombres otro tipo de relación que la puramente sexual. Ella es uno de los aciertos de la película.

En general todo el elenco, generoso en nombres cotizados, responde a las necesidades del director y coautor de un libro no demasiado original, pero a ratos ingenioso y acertado en la definición de los diversos personajes, aunque lo que menos convenza sea, precisamente, la inserción de lo romántico en medio del vaivén entre risa y drama.