Durante los últimos años, Disney acertó en adquirir empresas y franquicias que son garantía de calidad y entretenimiento. Como Marvel, cuna de los superhéroes más carismáticos de la actualidad. Era cuestión de tiempo la aparición de una película 100% de la compañía del Ratón Mickey, con personajes de aquel universo tan rico (y redituable). Aquí no está Iron Man ni ninguno de sus colegas Vengadores, pero, a lo largo de la película, los protagonistas de esta historia demostrarán ser “Grandes Héroes”.
Hiro es un joven superdotado, al punto de que a los 14 años ya podría ir a la universidad, pero elije una vida clandestina, dedicado a las peleas ilegales con robots. Tadashi, su hermano mayor, para convencerlo de darle utilidad a su talento, lo suma a sus proyectos científicos, entre los que se destaca Baymax, un robot inflable programado para asistencias médicas. Cuando Tadashi muere en un terrible ¿accidente?, Hiro queda devastado pero pronto descubre al culpable: un individuo enmascarado y peligroso. Decidido a hacer justicia, el muchacho forma un grupo de superhéroes con el simpático Baymax, ahora también programado como un experto luchador.
La película es una combinación de varias esencias que, lejos de chocarse, logran conformar un núcleo propio. Para empezar, la acción transcurre en un futuro alternativo, donde la cultura oriental y la occidental conviven en San Francisco (ahora conocida como San Fransokio, incluyendo a Tokio en el nombre de la celebérrima ciudad estadounidense). Hay ideas, momentos y varios sabores marvelescos: cuando Baymax usa armadura roja y vuela como un cohete no deja de remitir al alter ego de Tony Stark. Sin embargo, el espíritu Disney nunca se mueve de allí (protagonistas de buen corazón, seres queridos que mueren de manera trágica, humor y entretenimiento brillante, dramatismo y complejidad en momentos adecuados), y ambos universos logran convivir en función de una historia que también tiene ecos saludables -e inevitables- de Pixar, quien supo incursionar en el mundo de los superhéroes gracias a Los Increíbles.
Beymax tiene con qué sumarse al interminable Monte Olimpo de íconos disneylanianos. Una mezcla de ternura marca de la casa y la fuerza y el temple propios de los referentes de Marvel. No sería justo olvidar al resto del nutrido grupo de científicos que, en sintonía con el mundo moderno, está compuesto por nerds devenidos en figuras valerosas: la veloz Gogo, el descontracturado Fred, la dulce Honey Lemon y el simpático aunque asustadizo Wasabi. “Cerebritos” que, aún con su inexperiencia, deberán ayudar a impedir los planes de una mente retorcida.
Grandes Héroes absorbe lo mejor de Disney, lo mejor de Pixar y lo mejor de las epopeyas superheroicas, en un combo tan entrañable como vertiginoso. También, al igual que la reciente Frozen, es una muestra de que la corporación de Walt D. puede no ser tan pixardependiente, más allá de que haya tomado un camino similar al de John Lasseter y los suyos en cuanto a la tecnología empleada para los largometrajes animados. Y por supuesto, también representa el inicio de una potencial y divertida saga cinematográfica.