Algo en tu forma de hablar
A pesar de que el cine argentino no suele ser muy bueno para las comedias románticas (género que hoy lleva la marca de los Estados Unidos), Güelcom tiene la dignidad de su sinceridad genérica: mira al espectador a los ojos, cree en el género al que se está entregando y se compromete a fondo. Si algunas de las actuaciones no terminan de funcionar y los chistes caen sin demasiada gracia, hay algo que todavía la sostiene. Sin embargo, algo no parece estar exactamente donde debería. Por momentos, Güelcom (una película de guión) parece, a pesar de sus localismos, la traducción de una película que traída de afuera.
Esto es particularmente evidente en la forma en la que hablan sus personajes. Toda esta historia está narrada por su protagonista (interpretado por Mariano Martinez), que desde la playa, en algún momento post-historia, nos narra su historia de amor. Pero cada vez que abre la boca (y la poca versatilidad de Martinez suma a esto) lo que sale es un poco rígido. Las frases son demasiado armadas. Los adjetivos se anteponen a los sustantivos. Hay infinidad de tiempos compuestos. El vocabulario es rimbombante. Sí, en la historia hay una cruza con personajes españoles o que vivieron en España, pero absolutamente todos (incluso los más "argentinos") hablan así en este universo. Sí, el protagonista es un psicólogo y podría por tanto tener un lenguaje más elaborado, pero eso no justifica la idea de que alguien va a hablar así en su vida cotidiana. Por más romántico que le haya sonado a los guionistas la frase: "Siempre me gustó tu desubicado sentido del humor", a mí me deja frío. ¿Por qué "desubicado sentido del humor"? ¿Quién habla así? Sentido del humor desubicado. Todo lo que se dice (y todo lo que pasa) en esta película huele demasiado a guión poco natural, a idioma neutro, como si esta comedia romántica hubiera sido filmada en Estados Unidos y después doblada al "español" para su consumo local.
Las actuaciones, como decíamos, no son terribles pero siempre les falta algo para terminar de existir realmente. Lo mejor son la pareja interpretada por Peto Menahem y Maju Lozano, personajes simpáticos, actores queribles. Los buenos secundarios, como nos enseñó el cine norteamericano, son fundamentales para este tipo de historias. Eugenia Tobal no es demasiado versátil, pero sabe aportar fotogenia a un papel que es más objeto de amor que otra cosa. Y Martinez está apagado, lejos, ausente, en una interpretación un poco forzada de lo que sería un hombre deprimido. Pero no enchastra la pantalla.
A pesar de los aciertos que alcanzan al espectador, el mayor logro de Güelcom es la sinceridad con la que se entrega a su historia. Hay ciertos guiños cancheros (cuando llega la "quinta frase más usada por los argentinos que se van a vivir al exterior", uno empieza a ponerse impaciente), hay cierto maltrato hacia los personajes extranjeros o que van a vivir al extranjero (en línea con las peores cosas del cine nacional), pero al final esta historia de amor desconoce el cinismo y esa es una de las necesidades básicas de una comedia romántica.