Y ahora son cuatro
Fuerza la repetición de chistes de de su antecesora, con un Mel Gibson desatado.
La premisa arquetípica de Hollywood para lidiar con las secuelas suele limitarse a agregar más de eso mismo que funcionó en la primera parte. En Guerra de papás 2, esa fórmula se vuelve literal con la aparición de los dos padres, por supuesto que también con personalidades opuestas, de los personajes protagonistas de la exitosa primera parte.
Aquella Guerra de papás de hace un par de años era una pequeña salvajada que servía como excusa para que Will Ferrell y Mark Wahlberg se reencuentren después de Policías de repuesto, de Adam McKay, tal vez la más divertida de las buddy movies policiales de la historia. El policía candoroso de Will Ferrell se transformó en un padrastro progre en Guerra de papás y se enfrentaba con el indomable padre biológico interpretado por Mark Whalberg, un personaje muy cercano al detective de pocas pulgas de Policías de repuesto. Y con ese contraste de temperamentos alcanzó para lograr una comedia centrada en ese choque explosivo y constante entre ellos.
Pero esta segunda parte repleta de testosterona se pone el pesado formato navideño encima y deja sin aire a los comediantes. Guerra de papás 2 es una película familiar, con algunos chistes subidos de tono, hecha a la medida del lucimiento de Mel Gibson, desatado como pocas veces, y John Lithgow, que interpretan a los padres que llegan para reeditar el duelo macho versus sensible de sus hijos y rompen el equilibrio familiar de la “cocrianza” que habían conquistado los protagonistas.
El dicho popular asegura que la manzana no cae demasiado lejos del árbol y eso puede aplicarse tanto a las relaciones padre-hijos de los personajes o, si se pone el énfasis en la noción de caída, a esta segunda parte que fuerza la repetición de los seminales chistes de su antecesora. Eso sí, siempre es un placer disfrutar en pantalla grande el humor físico de Will Ferrell, el mejor comediante de Hollywood en este milenio.