Los cineastas Mauricio Halek y Germán Touza presentan Guerrero de norte y sur, un documental que cuenta la historia de un bailarín que busca ser el próximo campeón del Festival Nacional de Malambo.
La historia se centra en Facundo Arteaga, un bailarín de 35 años con un objetivo claro entre ceja y ceja: ser el próximo campeón del Festival Nacional de Malambo. El hombre divide su tiempo entre el cuidado de sus hijos, los quehaceres en el campo, dar clases de baile y, en sus ratos libres, prepararse para la competencia. Él quiere ser campeón a toda costa, aunque eso signifique no volver a competir jamás, ya que quien gana el torneo no puede volver a inscribirse.
A través del relato en off, Facundo Arteaga nos narra su historia: comenzó a bailar cuando tenía sólo 11 años de edad. Ya mayor, dejó de “zapatear” (como le gusta decir a él) durante casi seis años. Cuenta que constantemente buscaba excusas para no volver, aunque su amor por este tipo de danza folclórica y su sueño por ser el campeón pudo más.
Guerrero de norte y sur cuenta con poco diálogo en general. Predomina lo relatado en off. También los largos silencios, en donde sólo se puede apreciar alguna canción extradiegética. Las conversaciones que mantiene con los otros personajes no son relevantes. Acá sólo importa su historia en cuanto al baile y su preparación (tanto física como mental) para aquella competencia.
La cámara sigue constantemente al protagonista de esta historia. El foco está puesto en él y no se corre nunca de ahí. Como si no se quisiera invadir su espacio personal, se lo sigue casi siempre de espaldas (sobre todo en aquellos momentos en donde lleva a cabo su rutina). Se capta su día a día: Facundo Arteaga desayuna junto a sus hijos, lleva al mayor al colegio, de clases de baile, y luego dedica su tiempo a entrenarse para el Festival.
En las ocasiones en las que se sigue la rutina de Arteaga, las tomas son más desprolijas. Están poco cuidadas y, muchas veces, no muestran nada en concreto. Parece que alguien agarró una cámara y se puso a filmar porque sí, sin querer focalizar en nada en particular. En cambio, cuando se apunta al baile del protagonista, las tomas son cuidadosas y detallistas. Se hace énfasis en los pies de éste y en su temple.