Llamativas banalidades cotidianas
Háblame de la lluvia retrata las humillaciones diarias con gracia e inteligencia
Como en todo el cine de los Jabac, como los bautizó Alain Resnais desde que tuvo a Agnès Jaoui y Jean-Pierre Bacri como guionistas de Smoking/No smoking y Conozco la canción, conserva el tono ligero que permite examinar las relaciones humanas observando las situaciones aparentemente más banales. Su marca registrada es ésa: nace de su singular capacidad de mirar bajo las apariencias, para describir una situación, un vínculo o un comportamiento individual o social, y de su inteligencia para no colocar a nadie ?ni a sus personajes ni a sí mismos en tanto autores? en el lugar del virtuoso que está por encima de pequeñeces o flaquezas. Socios ideales (los dos escriben, ella dirige), aman a sus personajes tal como son, sin juzgarlos duramente ni intentar extraer de sus historias algún juicio moral. La mirada irónica, los comentarios filosos que abundan en los diálogos o la exposición de las pequeñas torpezas o desdichas de cada uno componen, en todo caso, un espejo ni complaciente ni encarnizado para que la platea se reconozca en él.
Como vienen haciendo desde El gusto de los otros, han apuntado otra vez a los vínculos de dominación, juegos de poder que se establecen por razones de clase, género, edad, etnia o condición social, cuando no de inciertas jerarquías. Son humillaciones cotidianas que se manifiestan bajo una superficie de educada amabilidad y que, en este caso, desnudan su complejo dinamismo: cada uno puede ser a su turno verdugo o víctima.
Generosa dosis de humor
El cuento habla de una feminista devenida candidata política (Jaoui) que regresa a la casa de su infancia en el Sur para tomarla como escenario del capítulo que dos documentalistas no muy expertos le dedicarán en una serie sobre mujeres de éxito, pero también para reencontrarse con su hermana (Pascale Arbillot) y resolver con ella cuestiones relativas a la herencia familiar, ahora que se cumple un año de la muerte de la madre. Que uno de los cineastas (Jamel Debbouze) sea el hijo de la criada magrebí que trabaja aún en la casa y ha sido como una madre para los dos hermanas y que el otro (Bacri) sea casualmente amante de la menor, siempre postergada y ahora en plena crisis conyugal, agrega otros elementos a un material de por sí rico del que los Jabac saben sacar provecho. Y en esa riqueza también incide haber abierto el campo de observación al elegir como escenario la provincia, en lugar de la burguesía intelectual parisina de otros films.
La elegancia discreta y el tono agridulce típicos de las películas de Jaoui son los mismos de siempre, pero aquí ha aumentado notablemente la dosis de humor. Claro que hasta los gags que parecen tener una función puramente reidera (que son bastantes y muy eficaces) responden a las necesidades del relato, que avanza con fluidez y encuentra traductores exactos en los admirables actores, entre los que cabe destacar a Debbouze y Bacri.