Hada por accidente es una película entretenida, de fácil acceso para niños y adolescentes, que llegó a Córdoba únicamente en versiones dobladas al castellano.
El argumento: un sujeto que hace trizas las ilusiones de una pequeña es reclutado por un ejército de hadas que le obliga a realizar una “probation” durante dos semanas, tratando de reparar su error, y de paso dándole la oportunidad de que revise su incredulidad.
Esto es lo mínimo que necesita saber un espectador para decdir si ir a ver este filme o no. Pero a veces algo de información extra ayuda a inclinar la balanza.
A este respecto, pareciera que existen algunos roles fijos en la industria de Hollywood, y que sólo los rostros de las personas que los ocupan van cambiando. Así luce la presencia en pantalla de Dwayne “La Roca” Johnson (La momia, El rey escorpión), en un papel que durante años estuvo en la mira de Arnold Schwarzenegger.
Modelo afín para similar molde: dos actores que erigieron su fama como héroes de acción y de aventuras (Johnson con una carrera mucho más corta) y que se “jubilan” anticipadamente a la vez que lavan su imagen de tipos insensibles y de posible tendencia conservadora en política. Maniobra esta última que Schwarzenegger ha descartado luego de asumir la gobernación de California.
Hada por accidente es el desarrollo de un proyecto que andaba dando vueltas por los pasillos de la industria de cine norteamericana desde 1992. Fue hasta 2006 que la reflotaron y contrataron al equipo definitivo de guionistas y al director, para hacer una película de receta para toda la familia.
La fórmula es una que ya muchas veces ha dado resultados: tomar un cuento de hadas tradicional y volver a narrarlo desde un punto de vista original; en esta oportunidad eligieron el mito de las hadas que cambian los dientes caídos de los niños por dinero, la versión anglosajona del Ratón Pérez latino, y le dieron algunas vueltas de tuerca para ajustarlo a la estrella principal.
De modo que es Johnson el centro del relato, un relato que sin embargo se amplifica y ofrece un mensaje universal: nunca se debe dejar de soñar. Un lema que después hay que trasladar a la realidad.
Para los que gustan del combo familia, deportes, música y fantasía.
Una virtud: montar un relato entretenido con algo que podría sonar abiertamente moralizador.
Un pecado: se le va un poco la mano en el edulcorante.