Paternidad bajo cero
Definitivamente una película como Happy Feet 2 (2011), que cuenta con un antecedente tan valioso, puede generar reacciones encontradas y hasta en cierto punto complementarias: si bien conserva algo del encanto, entereza y densidad temática de la original, resulta indudable que estamos ante una propuesta inferior que sin embargo se ubica muy por encima del promedio de calidad de la animación hollywoodense, un terreno paupérrimo en el que sólo se vive de las anomalías aisladas. Aquí el extraordinario George Miller regresa a la silla de director y evita la simple repetición de fórmulas de las secuelas contemporáneas.
La historia en esta ocasión se inclina hacia la lucha por la supervivencia de los pingüinos emperadores y el delicado balance existente entre todos los seres que habitan un ecosistema en constante peligro: cuando un gigantesco témpano encierre a su comunidad, Mumble deberá hallar una rápida solución al dilema de alimentar y socorrer a los suyos. Hoy la tarea no será nada fácil ya que además está al cuidado de su pequeño hijo Erik, quien no puede cantar como su mamá ni bailar como su papá y para colmo tiene de ídolo a Sven, un carismático “pingüino volador” que se ha convertido en el caudillo de los vecinos adelias.
Una vez más el apartado visual deja sin aliento y está decididamente al servicio de una trama que explora aquella “paternidad bajo cero” pero sin alcanzar la profundidad de antaño, centrándose en cambio en el componente dramático y la desesperación de las aves: se podría afirmar que las metáforas sociales, étnicas y religiosas están implícitas aunque no en primer plano. Otra novedad pasa por la incorporación del maravilloso dúo cómico de Bill y Will, dos diminutos crustáceos que forman parte del krill antártico (mientras que el primero posee un temperamento calmo y racional, el segundo es rebelde e inconformista).
Quizás el mayor problema del film lo encontremos en los olvidables números musicales ya que salvo el último, concebido alrededor de Under Pressure de Queen y David Bowie, el resto está sustentado en coreografías y canciones con poco peso específico que no agregan demasiado al desarrollo narrativo. Unicamente un realizador con el talento de Miller puede entregar una continuación tan digna y bienintencionada como la presente aunque tampoco hace milagros: el ecologismo radical y una estupenda utilización del 3D no compensan lo innecesario de todo el convite, frente al cual se engrandece la bella Happy Feet (2006)…