La ópera prima del ruso Ilya Naishuller tiene una premisa simpática y ganchera: contar una película de acción frenética y descontrolada en primera persona. A priori, podría suponerse, si se va a abordar Hardcore Henry con cierto cinismo, que lo único por lo que merece ser vista es por su artificio, que simula un videojuego. Pero sería un error.