Alquimistas de cotillón
Gracias al infierno la franquicia del mago más aburrido del planeta está llegando a su fin, como viene a atestiguarlo esta primera parte del desenlace propiamente dicho. La muy insoportable Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (Harry Potter and the Deathly Hallows: Part 1, 2010) extiende un poquito más el martirio a través de una especie de road movie inconducente que pretende retratar la peregrinación del protagonista -de la mano de sus anodinos compinches- en pos de destruir los “horcruxes” que aún restan para dar de baja al todopoderoso Lord Voldemort (Ralph Fiennes), el “villano comodín” de la saga.
De esta forma una vez más Potter (Daniel Radcliffe) y sus amigos Ron Weasley (Rupert Grint) y Hermione Granger (Emma Watson) desperdician más de dos horas de metraje en las que no ocurre prácticamente nada: hoy los disparadores del relato son el asesinato de Dumbledore (Michael Gambon) y un golpe de estado semi- nazi en el Ministerio de Magia, circunstancias arrastradas de Harry Potter y el Misterio del Príncipe (Harry Potter and the Half-Blood Prince, 2009) que en esta ocasión provocan un éxodo en masa de hechiceros y la fuga automática del trío, la cual pronto deviene en una pesquisa detectivesca o algo así.
Cuando parecía que el guionista Steve Kloves iba a evitar la fórmula histórica de la serie, nuevamente la aplica sin mayores resquemores: todos los malos contra Harry porque es “el elegido”, una investigación a partir de unos “cosos” que dejó un nigromante que ya no está entre nosotros, encadenamiento absurdo de los sucesos, humor simplón fortuito y detalles melodramáticos que sazonan la estética darky y la idiotez de siempre vinculada al crecimiento espiritual de estos alquimistas de cotillón. La triste monotonía y la ausencia de escenas de acción juegan un papel central en que este eslabón sea el más precario del lote.
Por supuesto que nadie esperaba demasiado de este mix berreta de estereotipos, latiguillos y mitos varios del género fantástico, pero los productores tendrían que haber disimulado un poco más que con dividir el último libro en dos lo único que deseaban es facturar el doble (cero excusas artísticas). El realizador televisivo David Yates sigue tan inoperante como de costumbre y hay que destacar que Daniel Radcliffe por suerte mejoró su desempeño, de seguro gracias a sus continuos esfuerzos en teatro. Ni la participación de Helena Bonham Carter ni la secuencia animada sobre las “reliquias de la muerte” nos salvan del desastre...