David Yates tomó las riendas de una saga que no pudo encontrar su rumbo con los tres directores que lo precedieron. Columbus resultó muy ingenuo, Cuaron le dio una mirada más autoral y oscura. El logro más grande de Newell tal vez sea haber puesto en pantalla a quien sería el protagonista de otra saga de la literatura llevada al cine. Pero de entre todos ellos, solo uno tiene la responsabilidad de cerrar la historia, de atar los últimos cabos. Yates debía ser el autor del “gran final”.
A falta de una, la última aventura de Potter se extendió a dos películas. 276 minutos para cerrar la saga. Y aun así, no fueron suficientes. A Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte Parte 2, le falta algo. Se hace difícil poder señalar qué es específicamente lo que le falta. En cierto modo le falta aventura, le falta emoción, le falta la identidad que no encontró nunca la saga. Los cambios de directores, las vueltas de los libros. El arrancar sin saber cómo van a terminar las cosas, los reclamos de los fans, y la constante comparación con su par literario, hicieron virtualmente imposible que la versión cinematográfica del mago, pudiera encontrar su lugar. Y es en el momento del cierre, donde más se nota, porque las piezas no cierran el rompecabezas.
Yates hizo lo que pudo. Creo que lo eligieron para las últimas entregas por el trabajo que hizo con la batalla en “El ministerio de Magia” de …Y la Orden del Fénix, con la idea de que la batalla final adquiera las proporciones épicas que todos esperaban. Su fuerte siempre fueron las escenas de mucha acción, y supo respetar los logros estéticos que habían tenido las ediciones anteriores, sobre todo, bajo la mirada de Alfonso Cuaron. Ahora bien, Harry Potter es narración, el verdadero gancho son los personajes y lo que pasa a su alrededor. Hay una historia, una gran historia, y Yates nunca supo donde pararse. Columbus narró desde la búsqueda del lugar de pertenencia de un niño, el mexicano tomo la tensión interna de Harry Potter y la llevó a la pantalla, Newell jugó con el destino del personaje. David Yates por momentos fue político, por momentos fue romántico, por momentos hasta fue pseudo-filosófico, pero siempre con una timidez muy grande. Y todas estas idas y vueltas quedaron plasmados en la última entrega.
Las Reliquias de la Muerte Parte 2 está plagada de explicaciones, y aun así no cierra. Y es una lástima. El lector del libro no tendrá ninguna duda, el seguidor de la versión cinematográfica, entenderá la gran mayoría. No creo que nadie se vaya a sentir lo suficientemente perdido como para no disfrutar la obra, o no sentir la aventura. Pero cuando llegue el final, y haya transcurrido un rato, ese momento donde el espectador termina de procesar todo lo que pasó, habrá gusto a poco. Porque esa profundidad que por momentos llegó a tener la narración, quedó en la nada. Porque si bien el destino del protagonista se cumplió, y fue solo eso, cumplirse. No hubo una lucha en la pantalla, no hubo guerra, no hubo épica. Solo pasó. La película cumple, y nada más.
El espectador promedio quedará satisfecho, pero sabrá notar la diferencia entre esta entrega de la saga, y las mejores. Sabrá que si bien tenía todo lo que esperaba, no hubo grandes sorpresas. Y que hubo algo que no fue. Yates tenía una responsabilidad que lo excedió. Pero en sus dos horas y veinte, la película no aburre. Lo importante está, y si bien se quedó corto, algo de mérito hay que concederle.