La última película del realizador de El amante (Io sono l'amore), Llámame por tu nombre, la remake de Suspiria y la serie We Are Who We Are era una de las más esperadas de la 79ª edición de la Biennale de Venecia. Posiblemente ayudaba a ello la presencia de Timothée Chalamet. Y, sin perjuicio de que no puede desconocerse la “localía” del director nacido en Palermo, algo de razón había en esto último ya que, sin dudas, la estrella de Duna fue quien mejor tomó por asalto la alfombra roja de Venecia, que es todo un mundo aparte, un universo paralelo regido por otras reglas, ya que en lo que hace estrictamente a Hasta los huesos / Bones and All, Chalamet hace la suyo pero quien destaca especialmente es la protagonista Taylor Russell.
Quizás afectada por tanta expectativa, la recepción mayoritaria fue algo tibia (posiblemente bastante más de lo que esta obra merece). Si la remake de la película del gran Dario Argento funcionaba menos como obra de género que como relectura, como una manera de apropiarse del universo del giallo con herramientas muy diversas a las propias de ese género, lo que aquí sucede es -en ese sentido- bastante más lineal. Coming of age, road trip, historia de amor atravesada por el canibalismo, lo que destaca es el deslumbramiento que produce en el realizador cierta iconografía del cine (¿o no sólo del cine?) estadounidense. Queda en claro, una vez más, que el cine de género como tal no es lo que más le interesa a este director.
Guadagnino ha sabido viajar por el mundo, ha trabajado con actrices y actores de diversos orígenes, pero esta es, sin dudas, su “película americana”, su París, Texas. Con un comienzo muy potente, a sus clásicas marcas autorales (una estilización que aplica incluso a las criaturas que se mueven en los márgenes, como las que habitan este film) se impone el viaje por el Estados Unidos profundo, ese que se encuentra lejos de ambas costas oceánicas. El encuentro de los desclasados puede dar nacimiento a una historia de amor (algo que la excesiva y redundante música de Trent Reznor y Atticus Ros no termina de arruinar), pero la búsqueda de los orígenes y la huida los llevan por una deriva en la que los paisajes, los cambios de luz y las rutas que se extienden hasta el infinito toman por asalto la pantalla.
¿Qué es lo que verdaderamente nos compone y distingue? ¿Cuáles son los límites que podemos o decidimos respetar? Eso parece preguntarse Guadagnino en esta historia de amor que recorre los Estados Unidos. La irrupción de la antropofagia (pulsión de una raza especial, de una tribu, de los infectados o quizás de los mutantes mejor preparados para el futuro que se avecina, no lo sabemos) nos regala unos cuantos logrados momentos gore y, posiblemente, una mirada particular sobre la sociedad norteamericana.