Después de las dos primeras entregas que rodó Guillermo del Toro de "Hellboy", uno de los héroes más contradictorios surgidos del cómic regresa con el mismo humor sombrío e iguales dosis de acción constante. Hellboy es un demonio creado por un conjuro y arrebatado a los nazis que encuentra su destino como defensor de los humanos contra las fuerzas del mal. Rodado casi en su totalidad con imágenes digitales, el filme avanza en sus casi dos horas a un ritmo imparable mientras recuerda -sin temor al absurdo y la ironía- hasta el nacimiento del personaje protagónico en una historia que se remonta hasta el rey Arturo. Es este monarca inglés el que origina el relato cuando con su espada Excalibur termina con la vida de Nimue, o la Reina de Sangre, una bruja que planeaba apoderarse del mundo para poblarlo con sus criaturas infernales. Arturo la desmembra y reparte sus partes por todo el reino en lugares secretos. Casi dos mil años después, los monstruos sobrevivientes se organizan y la reviven, momento en el cual Hellboy tendrá que intentar detener la amenaza de la apocalíptica Nimue.