Ganadora de la competencia argentina en el último Festival Internacional de Mar del Plata, Hermanos de sangre viene a confirmar que en nuestro país también es posible hacer buen cine de género, en este caso una comedia negra y sangrienta con algunos elementos de terror y un muy ingenioso empleo del humor. Confirma además que tanto sus guionistas (entre ellos, Nicanor Loreti, que dirigió Diablo , ganadora del mismo premio en la edición 2011 del certamen marplatense), como su director, Daniel de la Vega, figura acreditada en ese tipo de manifestaciones y responsable de films independientes destinados al mercado norteamericano, conocen bien el terreno en el que se desempeñan y dominan sus reglas y su lenguaje, al punto de poder satirizarlo. Y lo más destacable es que más allá de algunas perceptibles influencias (Tarantino incluido), son capaces de imponer un acento local a sus invenciones.
Lo tiene Hermanos de sangre , donde el antihéroe -un gordito buenazo ignorado por la fortuna y maltratado por la vida y por muchos de quienes lo rodean- se cruza con un presunto ex compañero del coro escolar que se convierte en su ángel protector. Un ángel oscuro y bastante diabólico, ya que en su afán de favorecer a quien llama hermano y sacar del medio a quienes se aprovechan de su debilidad de carácter, no se pone límites ni repara en emplear los métodos más drásticos v contundentes. Si hay una tía autoritaria que lo vigila de cerca y lo llena de obligaciones, una cargosa ex novia despechada que no soporta el abandono y lo amenaza con suicidarse, un compañero de trabajo que lo toma como objeto de sus burlas o una profesional del sexo que ni siquiera escucha sus propuestas, ya tendrán su merecido, que para eso están los amigos, como Nicolás. La cuestión es que Matías, que así se llama el pobre protagonista, se libere de todas esas cargas y si es posible que logre que la bella compañerita de trabajo a la que hace rato mira con ojos de enamorado empiece a considerarlo algo más que un amigo.
Para que todo eso suceda, claro, deberá correr sangre. Y mucha, casi tanta como la dosis de humor negro que De la Vega administra con generosidad e ingenio mientras se ríe bastante de los excesos y los lugares comunes del género. Total, que el relato, conducido con muy buen ritmo, avanza con fluidez y sin desmayos, y, sobre todo, divierte.
El manso Matías de Alejandro Parrilla y el inquietante ángel demoníaco de Sergio Boris son animadores centrales de esta ficción que tiene otros puntos destacables en el tratamiento visual, en la firmeza del montaje y en el desempeño de un elenco seleccionado con sagacidad y que incluye a Carlos Perciavalle como la tía estrafalaria y a la exuberante Coqui Sarli, que por supuesto tiene a quien salir..