Una proyección a futuro.
Las distintas ediciones de la colección de cortos Historias Breves han aportado un gran número de realizadores al candelero cinematográfico argentino, en una jugada que por un lado -efectivamente- brinda un marco de acción a las nuevas voces (la renovación generacional, a la par de la discursiva, resulta fundamental en un país con tantos egresados en el rubro) y por el otro viabiliza la intervención del Estado en un mercado que tiende hacia los oligopolios privados (la diversidad no debe desaparecer bajo el espectro del conservadurismo de impronta televisiva o el destino festivalero/ de exportación). Historias Breves 12 (2016), a veintiún años del comienzo de esta serie de antologías, está compuesta por ocho cortos con un buen nivel general, cada uno con sus peculiaridades dentro de una sana heterogeneidad, la cual a su vez viene a complementar un panorama autóctono enriquecido en cuanto a intereses retóricos, influencias y propuestas estéticas. Pasemos a continuación a cada obra en particular…
-La Canoa de Ulises, de Diego Fió, es un retrato del choque entre la tradición indígena y los cambios vinculados a los consumos culturales de las metrópolis como Buenos Aires, todo a través de un eficaz contrapunto entre el sentir de un anciano y el de un joven fanático del hip hop. La canoa del título, esa que están construyendo en conjunto en la selva misionera, funciona como una zona de confluencia de las dos ópticas, la metáfora de un espacio compartido que achica la distancia al reconciliar el origen ancestral y los anhelos del presente.
-El Plan, de Víctor Postiglione, se centra en un matrimonio con dos hijos en el que el marido maltrata a la mujer ante la mirada impávida de los pequeños. El corto es una historia de justicia seca y sin demasiados adornos, ejecutada correctamente por el director, quien por suerte evita apelar a las fábulas fantásticas en su aproximación tangencial al costado más oscuro de la niñez, léase el estar siempre a la sombra de los adultos y su abulia autoconsciente.
-El primer tropiezo del lote es la olvidable Cimarrón, de Chiara Ghio, otro de esos relatos en espiral que -mediante un tono cansino y bastante derivativo- pretende mostrarnos la enajenación progresiva del protagonista, hoy un pajuerano frustrado que asesina a su capataz. Un comienzo prometedor desemboca en un bosquejo contemplativo con algunos detalles de terror que agregan poco y nada a nivel dramático.
-Una Mujer en el Bosque, de César Sodero, deja entrever su temática y perspectiva de abordaje desde los primeros minutos, cuando una pareja mira por televisión Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence, 2001), de Steven Spielberg a partir de un proyecto de Stanley Kubrick: lo que sigue es la dinámica de la relación -un tanto lacónica- entre Jorge (Marcelo Subiotto) y Sofía (Elisa Carricajo), ésta última nada menos que un androide. El realizador saca provecho de las minucias cotidianas y apuntala un trabajo cargado de un humanismo romántico y entrañable, que parece invocar desde la tragedia a la premisa de base de Cherry 2000 (1987).
-Las Nadadoras de Villa Rosa, de Josefina Recio, es un exponente de ese cine de “despertar adolescente” que hace alarde de un pulso ensoñado y que juzga a la adultez en términos de un territorio inaprehensible, hoy visto a través de los ojos de una nena de 12 años. El opus es bastante esquemático y no va más allá del molde etéreo/ neofeminista -obsesionado con la corporalidad y sus diferentes facetas- que pulula en el mercado festivalero internacional de nuestros días.
-El naturalismo austero es la gran vedette de El Inconveniente, de Adriana Yurcovich, un corto maravilloso y descarnado centrado en el apagón eléctrico -durante el fin de semana de Navidad- que padece Celina (Rosa Myriam Marco), una mujer mayor que debe sobrevivir sin ascensor ni agua en el doceavo piso de un edificio de la Ciudad de Buenos Aires. En medio de una ola de calor, la protagonista se convierte en una víctima más de la sociedad hedonista contemporánea, que descarta a gran parte de los sectores que la componen a pura negligencia y abandono.
-Las Liebres, de Martín Rodríguez Redondo, es un análisis muy interesante acerca de la estupidez fascistoide masculina y la identidad sexual durante la infancia, todo bajo el manto de una excursión de cacería tan fútil como manipuladora. La muerte sin sentido de las presas del título pone de relieve ese clásico acto de autoafirmación del burgués de derecha, en sintonía con su desprecio por la vida (el padre obliga al hijo a matar, sin siquiera sopesar la inocencia del animal y del pequeño ser humano en cuestión).
-Otro de los puntos altos de Historias Breves 12 es Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia, de Dolores Montaño, un opus de encierro sobre tres policías intolerantes, patéticos y racistas en un camión hidrante en medio de una manifestación popular. La propuesta funciona como una alegoría irónica en torno a la soberbia y el sentimiento promedio de impunidad de las fuerzas de represión pública, sin duda un paradigma execrable enquistado en el campo de Latinoamérica.
A modo de síntesis, podemos concluir que los cortos de César Sodero, Adriana Yurcovich, Martín Rodríguez Redondo y Dolores Montaño cumplen con creces con las expectativas que acarrea una selección de estas características, de carácter federal y amparada por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales; mientras que el resto de los films se ubican unos escalones debajo pero sin pasar vergüenza ni mucho menos (en una primera línea están los trabajos de Diego Fió y Víctor Postiglione, y en una segunda los de Chiara Ghio y Josefina Recio). Resulta de lo más saludable que se siga apoyando a los nuevos directores mediante este tipo de plataformas, tanto si permiten una proyección a futuro en el marco de los cortometrajes como en el caso de que constituyan un primer paso hacia el ansiado largo, ese “cenit” del inicio de la carrera profesional de todo cineasta.