El maestro del suspense
La propuesta del debutante en ficciones Sasha Gervasi era tan peligrosa como uno puede llegar a imaginarse. Un maquillaje que distrae, un guión que para muchos resultará medio adornado por ribetes del clasisismo hollywoodense, y en sí una película innecesaria. Sin embargo, nada más alejado de la realidad: Hitchcock (2012) es un logro en este tipo de filmes tipo biográficos y una aprobada primera ficción para Gervasi, que ya dirigió el aclamado documental Anvil: The Story of Anvil (2008).
El director utiliza, sí, recursos de manipulación dramática para mantener a flote un guión que está planteado como uno no se lo esperaría (la realización accidentada de la obra maestra de Alfred Hitchcock, Psicosis, convertida en un ir y venir en el matrimonio del susodicho), pero obtiene como resultado un bellísimo retrato de la personalidad del característico director de cine de suspenso. Gervasi no se pierde ningún detalle, y logra que su película, mientras cuenta las peripecias del rodaje de Psicosis tanto en sus reveses económicos como los impedimentos de las instituciones reguladoras de contenido de la época, exteriorice los traumas de Hitchcock, sus problemas con la comida, su fijación con las rubias y su obsesión con innovar dentro de la industria a cualquier precio.
Así, además de lo pintorezco que resulta el dúo conformado por Anthony Hopkins y Helen Mirren escondido dentro del bellísimo trabajo de maquillaje y peluquería, nos encontramos con una historia muy bien narrada, llevadera y atractiva, que no se destaca demasiado por logros particulares, pero que sirve para acercarse -siempre desde la cinefilia- un poco más a la forma de ser del director. Porque eso tiene el cine, la oportunidad de retratar o plasmar en sí mismo lo que se puede lograr a partir de y con otros medios. Entonces es de disfrute la apertura y el cierre con cuarta pared, el acento y tono de voz de Hitch impresionantemente sacado por Hopkins, o las notas de comedia innegablemente necesarias.
Hitchcock resulta ser mucho más de lo que promete. No sólo cuenta la realización de la memorable película de terror y sus detalles (aunque no vamos a negar que hubiese sido bueno tener un poquito más de esto), sino también nos muestra cómo ésta fue determinante en la evolución de la hermosa historia de amor que vivió el director con su esposa, Alma, por aquellos años. Increíblemente, bastan los casi 100 minutos de metraje para que, con el relato sobre una película y un espacio temporal acotado, se abran tantas posibilidades de zambullirse en la intimidad del mundo de uno de los cineastas más maravillosos que este arte pudo dar jamás: Alfred Hitchcock, el maestro del suspense.