Hogar

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

La película realizada en la Argentina por la directora italiana residente aquí es un drama centrado en un convento religioso en el que viven madres solteras.

Esta coproducción argentino-italiana –que compitió en el Festival de Locarno, entre otros eventos internacionales por los que pasó– dirigida por una realizadora nacida en el norte de ese país y radicada en Buenos Aires utiliza todas las metáforas posibles para el título local del film. “Hogar” es el lugar en el que chicas embarazadas y con bebés residen, manejado por monjas italianas. “Hogar“, en el sentido clásico, es lo que esas chicas no tienen. Y, en tercera instancia, un “hogar” es el que intentan formar esas mujeres (este es un mundo sin hombres a la vista, exceptuando a los niños varones), de maneras no necesariamente tradicionales.

La película puede dividirse claramente en dos partes. La primera se centra en la relación entre dos de las jóvenes madres que viven allí, amigas pero muy distintas entre sí: Fátima tiene un niño y está embarazada, pero es una chica tranquila que parece cómoda en el hogar en cuestión. Luci tiene también una niña pero, a diferencia de su amiga, no soporta el lugar y en cada oportunidad que puede se escapa para pasar la noche con algún hombre (las desventuras de Luci se mantienen siempre fuera de campo), sin parecer importarle la violencia con la que a veces terminan esas escapadas. Esa primera parte del film es bastante convencional, mostrando a personajes que parecen un tanto esquemáticos peleando entre sí, manteniendo discusiones con otras madres, con las monjas y en distintas situaciones que trabajan un registro que bordea el costumbrismo televisivo.

Pero la segunda mitad de HOGAR se vuelve más interesante y está más centrada en la Hermana Paola, una monja italiana joven recién llegada y muy tímida, que empieza a entablar una relación afectiva con la pequeña hija de Luci, a la que su madre prácticamente no presta ninguna atención. Ese conflicto (que suma otra acepción a la palabra “hogar”) está manejado con mayor sutileza por parte de Delpero, que de a poco va dejando de lado el costumbrismo inicial para acercarse a un asunto más profundo, humano y universal. Y sin tomar necesariamente partido, sino tratando de entender, con generosidad, las distintas posturas de las protagonistas (las dos chicas, la joven novicia, los niños y las monjas severas que manejan el hogar), cada uno intentando darle su propio significado a la palabrita en cuestión.