En esta propuesta de Sony Pictures Animation los villanos somos los humanos, no los indefensos monstruos que sólo intentan escapar de nosotros. Tras un prólogo que nos explica, sólo un poco, el porqué de la construcción del hotel que da nombre a la película, enseguida viajamos 118 años hacia el futuro. Es el momento en que la hija de Drácula deja de ser una niña y está lista para descubrir el mundo, a pesar de la reticencia y del temor de su padre. El Hotel Transylvania vuelve a congregar a los monstruos más famosos (el hombre invisible, Frankenstein, la momia, el hombre lobo) quienes se hospedan aquí decididos a pasar una temporada lejos de las personas y dispuestos a celebrar este cumpleaños tan especial. Hasta que un humano entra al hotel, se enamora de quien no corresponde y Drácula deberá hacerlo pasar por uno de ellos para que su negocio y su reputación no se desvanezcan.
Dirigida por Genndy Tartakovsky (el cerebro detrás de los éxitos de “Las chicas superpoderosas” y “El laboratorio de Dexter”), Hotel Transylvania tiene un gravísimo inconveniente: la indefinición del target al que apunta. No es una historia para los más pequeños (que pueden asustarse en varias escenas) y carece de la picardía y el remate certero para los chicos más grandes (ni que hablar de que los adultos no fueron tenidos en cuenta al momento de escribir el guión). Tanto es así que los noventa minutos de duración se perciben como muchos más, no se presentan variaciones a una historia que de original no posee demasiado y que concluye como uno supone que habría de hacerlo: música pop, colores brillantes y diferencias resueltas.
Algo a destacar: aunque pocas, hay funciones en idioma original para apreciar los trabajos de Adam Sandler, Selena Gómez, Kevin James, Fran Drescher, Steve Buscemi, Molly Shannon, Andy Samberg, David Spade y CeeLo Green.