Monstruos del imaginario popular
En la animación hollywoodense son multitud los casos en los que un presupuesto más que generoso y las “buenas intenciones” del equipo de realizadores no generan un producto a la altura de las expectativas standards para este tipo de faenas. Así muchas veces las obras simplemente quedan atrapadas en la eterna encrucijada de una fórmula narrativa a la que no le pueden encontrar la vuelta, esa mínima novedad con respecto al cliché en cuestión. Este es sin duda el máximo inconveniente de Hotel Transylvania (2012), otra reestructuración alrededor del eje que patentó la serie televisiva Los Locos Addams (The Addams Family).
La historia sigue el clásico derrotero de una propuesta familiar centrada en las paradojas de la relación entre padre e hija pero hoy en un contexto en el que los grandes monstruos del imaginario popular deben ocultarse de los seres humanos, considerados peligrosos y con tendencias homicidas: tenemos de protagonista a un Drácula que sufre por el asesinato de su esposa a manos de los mortales, luego viene su hija Mavis, una adolescente a punto de cumplir los 118 años que desea “conocer el mundo”, y finalmente está el muchachito bobo del que se enamora la joven para malestar de su temible progenitor de hábitos nocturnos.
Sumando aún más previsibilidad al convite, la trama transcurre durante un par de noches en las que se celebra el cumpleaños de la señorita, una fiesta bizarra para la que llegan parientes, amigos y clientes habituales del Conde, el propietario del recinto del título. El guión de Peter Baynham y Robert Smigel, sobre una idea de Todd Durham, Dan Hageman y Kevin Hageman, respeta prolijamente los mojones del formato y por suerte cuenta con la paciencia suficiente como para profundizar en el desarrollo de personajes, haciendo posible la “identificación” del espectador para con estas criaturas y sus perspectivas individuales.
El director Genndy Tartakovsky, conocido principalmente por El Laboratorio de Dexter (Dexter’s Laboratory), Samurai Jack y la saga animada de Star Wars: Clone Wars, cae en un término medio que si bien resulta eficiente a nivel emotivo y en lo que hace a un verosímil por momentos demasiado infantil, lamentablemente no puede ocultar la falta de novedad y lo trillado del devenir en conjunto. También vale aclarar que el paupérrimo doblaje al castellano a cargo de los mexicanos resta mucho a la experiencia y desemboca en la pérdida del encanto original, difuminado gracias al simplismo inocentón de los aztecas...