Las huellas del maestro Filmado en Argentina, California y Ecuador, este documental recupera la obra de Jorge Prelorán, cineasta de valor esencial para la cultura argentina. Fermín Rivera, quien siguiendo las huellas del maestro se borra de la pantalla, logra equilibrar el espacio dedicado a la intimidad de Prelorán con aquél consagrado a sus películas. De esta manera, consigue no sólo ilustrar mucho de lo que el homenajeado director relata, sino también generar curiosidad en el espectador que desconoce sus films. Para aquellos que no lo conocen, o para quienes resuena sólo como un nombre, Jorge Prelorán fue una de las grandes figuras del cine documental argentino. Dueño de un carisma y una sensibilidad poderosos, llegó a desarrollar una estética y un método propios, lo que derivó eventualmente en un nuevo género: las etnobiografías. Prelorán comenzó documentando el interior argentino a partir de la propuesta de la fundación Tinker de Nueva York, donde le ofrecieron realizar una serie sobre la figura de “el gaucho”. Así, comenzó una carrera de cuarenta años, en la cual realizaría más de 60 películas, registrando pueblos e individuos a través del territorio argentino. También realizó un film en Ecuador (Zulay frente al siglo XXI, 1982), trabajando el tema de la transculturación y una etnobiografía en los Estados Unidos (Luther Metke a los 94, 1979). Esta última la cuál le valió una nominación al Oscar. Huellas y Memoria de Jorge Prelorán (2010) es un lujo para todo aquél que ha disfrutado sus películas y una oportunidad para quien no las conoce. Prelorán intentaba en sus etnobiografías acercarse a lo complejo de un ser humano, mediante la imagen del individuo en su vida cotidiana y un relato íntimo registrado de manera no sincrónica. De la misma manera, este film permite acercarse a este artista, conocer su obra, lo que pensaba y su manera de ver la vida. Es tal vez uno de los méritos más grandes de este film: convertir a Prelorán en protagonista de una etnobiografía. Narrada casi en su totalidad por el mismo Prelorán (respetando sus convicciones respecto a lo audiovisual), la película recorre aspectos clave de su vida: su origen y su formación familiar, su relación con el cine, sus pensamientos sobre los artistas, la humanidad y la educación. Transita también la realización del programa Relevamiento Cinematográfico de Expresiones Folklóricas Argentinas (con el apoyo de la Universidad Nacional de Tucumán) y su etapa como docente en la Universidad de Los Ángeles (UCLA). Considerada por su director como una “obra inconclusa en muchos aspectos”, la película se ve marcada por la muerte de Jorge (ocurrida en marzo de 2009). Conciente de su edad y de una enfermedad a la cual venía enfrentando, Prelorán parece realizar un balance de su vida, con una mirada optimista pero dejando registro de cuestiones substanciales, como los problemas de difusión y conservación del material fílmico en la Argentina. Rivera procedió con mucha sutileza, recurriendo a la voz de Mabel, la esposa del protagonista, para indicar el punto de inflexión luego de su desaparición. Así como se inicia el film con la voz de Prelorán reflexionando sobre su vida, sus logros y sus angustias, Huellas y Memoria cierra con la reflexión del protagonista acerca de la búsqueda de trascendencia del ser humano y la necesidad del artista de permanecer a través de sus obras.
El hombre detrás del mito Venerado por un puñado de cinéfilos, colegas y discípulos, Jorge Prelorán filmó mucho, pero su obra se vio poco en la Argentina (vivió tres décadas fuera del país). Bastante se ha escrito sobre su cine etnobiográfico, se sabe que fue nominado al Oscar, pero entre el mito construido alrededor de su figura y la llegada real de su filmografía hay una enorme distancia. Ese abismo es el que se encarga de salvar (al menos en parte) este logrado documental de Fermín Rivera, precisamente uno de sus "seguidores" más incondicionales, que dedicó casi un lustro a construir este retrato humano y artístico del director, fallecido en marzo de 2009, a los 75 años. El film -siguiendo una prerrogativa del propio Prelorán- opta en una de sus primeras escenas por evitar el sonido sincrónico. Así, escucharemos al cineasta en off y lo veremos en pantalla, pero nunca hablando a cámara. En cambio, Rivera sí incluye -en una decisión bastante polémica- varios testimonios directos de gente que lo conoció o que valora sus trabajos y su influencia (algunos, además, bastante prescindibles). La película es didáctica (arranca desde su niñez asmática, sigue por su adolescencia ya ligada al cine, por la oposición de sus padres que querían verlo como arquitecto y terminaron considerándolo como la "oveja negra" de la familia, por su primera incursión en los Estados Unidos como estudiante en Berkeley, por sus trabajos iniciales con una Bolex vieja que lo acompañaría durante buena parte de su carrera, por un divorcio prematuro con una mujer con la que tuvo una hija, por sus becas Guggenheim y su relación con la Universidad Nacional de Tucumán, por sus films en el noroeste, por sus limitaciones como padre, y por las contrapuestas lecturas ideológicas alrededor de su cine, hasta llegar a su lucha final contra el cáncer), pero resulta casi siempre honesta, lúcida, cuidada y atrapante. No deja de ser un panegírico, es cierto, pero Rivera se permite mostrar unas cuantas dudas, contradicciones y limitaciones de su homenajeado. Así, Huellas y memoria de Jorge Prelorán se convierte no sólo en un sólido documental que viene a llenar un hueco en la historia cinéfila argentina sino también en una suerte de testamento fílmico por parte de un artista que marcó una época, impuso un estilo y dejó unos profundos y ricos retratos sobre esa Argentina que no mirábamos y que todavía, en muchs casos, seguimos sin mirar.
Una vida por el cine Una sobria biografía del realizador. Cerca del final de Huellas y memoria de Jorge Prelorán , de Fermín Rivera, el realizador Manuel Antín, que fue director del Instituto de Cine en la época alfonsinista, asegura que si el cine argentino ha tenido una figura relevante a nivel mundial, ése fue Prelorán. La definición, tajante, puede resultar un poco exagerada para algunos, pero lo cierto es que la valiosa obra del realizador etnográfico sigue mereciendo al día de hoy un reconocimiento mayor al que tuvo en vida. El filme es un recorrido por la vida y la carrera de Prelorán, hijo de padre argentino y madre norteamericana, que pasó buena parte de su vida en los Estados Unidos, estudiando primero y enseñando luego en prestigiosas universidades, y que llegó a ser nominado al Oscar en 1981 como codirector de Luther Metke at 94 y que desarrolló un largo trabajo en documentales sobre personajes viviendo en circunstancias difíciles ( Hermógenes Cayo, Cochengo Miranda ), que siempre tuvieron mayor difusión en ámbitos universitarios que en los comerciales. Prelorán, que para algunos no era lo “revolucionario” que debía ser por el carácter observacional y no político de sus filmes, y para otros era “izquierdista” precisamente por el tipo de universos y personas que retrataba, vivió en el exilio y se caracterizó a lo largo de su carrera por un modelo narrativo cercano a cierta escuela estadounidense que prioriza la descripción de ambientes recortando en historias de vida individuales. Además, Prelorán prefería (primero por cuestiones técnicas, luego estéticas) registrar audio y video por separado, lo que sirve para armar una de las más simpáticas escenas del filme, donde el propio entrevistado cuestiona a los realizadores del documental acerca de lo que hacen. “No me gusta que me filmen hablando, con una cámara a 45 grados”, les dice. Huellas... servirá para dar a conocer a quienes no oyeron hablar de él a uno de los directores más interesantes que tuvo el cine argentino. Si el filme permite que sus películas se revisen y vuelvan a ser analizadas por una generación con cierta distancia de la coyuntura que las rodearon durante su gestación, tal vez genere futuros e interesantes estudios sobre su revelador trabajo.
Cuando el cine es antropología Huellas y memoria de Jorge Prelorán , un documental y un homenaje Documentalista de larga trayectoria tanto en nuestro país como en el exterior, Jorge Prelorán se destacó por enfocar su cámara en los habitantes pertenecientes a la realidad del interior y de ellos extrajo sus formas de vida, sus pesares, sus alegrías, sus humillaciones y esa quietud que les impedía sacudirse tanto de sus angustias cotidianas como de la persecución. Sus trabajos de realización implicaron una investigación antropológica a través de la convivencia con los protagonistas de sus films, sumado a una impecable labor artesanal de montaje. Así fueron surgiendo más de sesenta películas que desmenuzan la existencia de esos hombres, mujeres y niños perdidos en la inmensidad de humildes poblados, que se ganaban el pan con el trabajo arduo de sus manos y con la esperanza de alcanzar una vida mejor. No era tarea fácil llevar a la pantalla grande la existencia personal y profesional de Prelorán, un hombre nada dado a la estridencia ni al altisonante aplauso, pero Fermín Rivera, que ya tenía en su haber Pepe Núñez, luthier , rodada en 2005, logró un film de enorme calidez y de necesaria memoria. Para ello se puso al lado de Prelorán hasta la muerte de éste, ocurrida el año anterior, y así van surgiendo los datos más importantes de este documentalista que pasaba el tiempo entre los miembros de una comunidad perdida, sin apuro y sin cámaras, y recién meses después, cuando ya se consideraba un amigo de ellos, pedía permiso para filmar. Rivera supo comprender cabalmente la intención artística de Prelorán, y lo reflejó como el maestro que lució su capacidad creadora como profesor y como escritor, aunque su literatura apenas quedó en los borradores de sus libros. La cámara lo sigue en sus residencias de Buenos Aires, Los Angeles y de numerosas zonas de nuestra geografía, siempre acompañado por su esposa, Mabel, rodando documentales tan notables como Hermógenes Cayo , Quilino , Cochengo Miranda y Los hijos de Zerda , entre otros, de los que aparecen algunas escenas. Jorge Prelorán, sin ser un político y menos un subversivo, debió refugiarse en el exterior a mediados de los años setenta, perseguido por la dictadura. Huellas y memoria de Jorge Prelorán es más que un merecido homenaje al documentalista. Es un ejemplo de vida cuya comprensión y amor son los que Prelorán rescató de sus personajes y los llevó con su enorme pasión a la pantalla grande.
Imágenes Paganas Quizás con la misma precisión y poder de síntesis con el que lograba extraer en un plano con su cámara Bolex la esencia de las personas y no personajes, el realizador argentino Jorge Prelorán escribía en ‘Conceptos éticos y estéticos en cine etnográfico’ lo siguiente: “En el cine es mucho más interesante enfocar la atención sobre individuos que puedan ser reconocidos y seguidos a lo largo de la película. El axioma que ‘el hombre gusta de observar al hombre’ implica que una documental será recordada con mucho más claridad si está basada sobre individuos con nombres y apellidos, opiniones y problemas personales con los que podemos identificarnos, en vez de generalizaciones como ‘gente’, ‘comunidades’ o ‘sociedades’. Y de esas historias de la Argentina profunda que nadie conocía allá por los años 60 y 70, Jorge Prelorán comenzó a encontrar un estilo que recibió con el tiempo el nombre de etnobiografías, es decir, la idea de reflejar una cultura o grupo social a través de la voz de un individuo a lo largo de los años. Esa particular mirada sobre el Otro; sobre su pensamiento y filosofía de vida, sin el prejuicio culturalista o antropocentrista, es lo que a lo largo de 50 años de incansable tarea, recorriendo el noroeste argentino mayormente pero también en Ecuador, significó para el documentalista argentino, -quien debió exiliarse a Estados Unidos en la época de la sangrienta dictadura- un reconocimiento internacional por parte de sus colegas, mientras que en su país de origen su cine prácticamente era desconocido y lo que es peor aún muy poco valorado. Si bien es cierto que en el 2007 recibió un Astor por su trayectoria en el festival de Mar del Plata y otras condecoraciones simbólicas, como siempre ocurre en Argentina estas muestras de respeto y admiración llegaron tarde. De esos pormenores y de la filosofía de vida de Jorge Prelorán se nutre gran parte del documental, Huellas y memoria de Jorge Prelorán, dirigido por Fermín Rivera a lo largo de casi 4 años en la última etapa de su vida (Prelorán murió el año pasado a los 75 años, víctima de un cáncer). Fiel a las enseñanzas de su maestro, Fermín Rivera comienza su película con una suerte de planteo ético frente a cámara al preguntarle a su entrevistado si se siente cómodo para obtener inmediatamente como respuesta un rotundo no, producto tal vez del pudor de ser observado por una cámara. Y entonces, casi imperceptiblemente, quien toma la posta del documental de Rivera es el mismísimo Jorge Prelorán, multiplicándose en el discurso espontáneo y sincero en un repaso por su vida (acompañada de material de archivo, fragmentos de sus obras y testimonios de sus allegados y amigos) desde los recuerdos y las reflexiones sobre esos recuerdos. Así, persona y personaje se funden en un mismo sujeto que lejos de convertirse en objeto de estudio del documental de Rivera eclipsa, en el mejor sentido del término, a su observador y le permite al espectador –tanto al que lo conocía como al que no había oído nunca hablar de él- ir descubriendo a una persona de un humanismo y humildad poco frecuentes, que supo hacer de su cine una experiencia de vida -tal como alguna vez se le escuchó decir- así como le costó el alejamiento con su hija dejando un legado no sólo para los amantes del cine sino también en la gente que protagonizaba cada historia de miseria, de injusticia, pero de riqueza espiritual y de profunda enseñanza de vida que sólo la cámara de Prelorán pudo registrar. La enseñanza de Prelorán como la de Rivera, lejos de aferrarse a la inmediatez de vivir del cine o para el cine persigue, incansable pero convencida, la idea de que cada cosa que se hace o crea tenga un sentido y cambie aunque más no sea un poquito las apariencias de un mundo que guarda la misma indiferencia con las personas marginadas que con los verdaderos artistas.
Humanismo ilustrado Un documental cálido y afectuoso sobre la figura del afamado y no merecidamente reconocido (al menos en nuestro país) Jorge Prelorán. Esta película tiene un carácter didáctico inestimable, ya que el propio Prelorán aparece haciendo una recorrida por su trayectoria, y enseñando al mismo Fermín Rivera la forma de grabar a los entrevistados. El creador de lo que se dio en llamar etnobiografías (retratar a individuos de distintas culturas y comunidades) cuenta además con una historia personal rica en sucesos y anécdotas que aparece en el film intercalada con los recuerdos de sus producciones más importantes: Hermógenes Cayo (1969), Medardo Pantoja (1969), Cochengo Miranda (1975) y Los hijos de Zerda (1978) entre otras tantas. Como bien resume Rivera: “Jorge fue un humanista empedernido que nunca perdió la fe en la condición humana”.
Documentalista homenajea a documentalista Fermín Rivera (“Pepe Núñez, luthier” – 2005) se acercó al documentalista Jorge Prelorán, comenzó a conocerlo y reconocerlo personalmente con entrevistas y luego empezó la factura de este documental que es un verdadero homenaje. Prelorán cuenta en las primeras escenas algunos aspectos de su personalidad, de su entrega al género documental, a los motivos de elegir determinados temas. Además revela la forma en la que preparaba sus obras cinematográficas con el paso a paso de los lugares y de la gente con una convivencia que lo enriquecía como artista y como persona. Una obra cinematográfica técnicamente bien realizada, amena aunque a veces el ritmo decaiga un poco, pero sin golpes bajos. Hay pasajes de algunos memorables documentales de Jorge Prelorán para deleite del espectador. El homenajeado vivió con un perfil bajo, absolutamente sin estridencia, sin ambiciones desmedidas en cuanto a las consecuencias de sus obras. Y por otro lado sufrió las penurias de ser perseguido políticamente sin saber por qué. El espectador puede sacar sus conclusiones de por qué se lo persiguió y en la práctica se lo expulsó del país con tan sólo ver sus documentales, algunos que muestran la vida de personas que no tienen privilegios y que son auténticas y otros que revelan al mundo las riquezas de la naturaleza que deben protegerse y cuidar. Rivera no vaciló a la hora de homenajear que corría el riesgo de que este documental fuera comparado con los que realizó su homenajeado, pero el haber rescatado la figura de Jorge Prelorán, mostrarlo en pantalla poco antes de que muriera, destacar su obra, enseñar cómo la realizaba, donde y por qué, ya hacen que la obra que se comenta tenga brillo propio y sea muy recomendable.
A descubrir El filme permite acercarse a una filmografía que aún busca sus espectadores. Jorge Prelorán es un nombre en nuestra cinematografía que apenas suena conocido. Sólo en determinados círculos se sabe de su importancia y su trabajo. Y sus películas definitivamente no son moneda corriente en el recuerdo ni en la cita. Documentalista capaz de crear un estilo propio, Prelorán trabajó arduamente para crear un corpus de filmes que aún está por descubrirse. Su acercamiento a “los objetos de estudio” en sus documentales etnobiográficos (así bautizó a sus ensayos fílmicos) lo llevó a subjetivar a sus personajes exaltando su persona, incorporando el paisaje y el contexto vital que los constituía y trasladándose él mismo a esa vida para no pasar por un observador externo que apenas muestra al mundo una historia pintoresca y al espectador la posibilidad de crear una buena conciencia. En Huellas y memoria de Jorge Prelorán el director Fermín Rivera, tras una labor de más de 5 años de filmación, ofrece testimonios (siempre evitando el recurso de las cabezas parlantes, siguiendo el expreso pedido del homenajeado) que recuperan anécdotas mientras se van contando los viajes y los exilios, la docencia, los recuerdos, los pedazos de una vida y lo hace con profundo sentimiento y evidente cariño mientras empalma material de los documentales realizados por el protagonista. Reconstruyendo lazos de generación, estirpes, cruces e influencias se traza un panorama de una parte de nuestro cine, el documental, de gran relevancia y poco conocimiento general. Para alimentar el snobismo característico de los argentinos y aquello de que nadie es profeta en su tierra, se muestra ese tiempo de docencia en la Universidad de California y la nominación a un Oscar reforzando un reconocimiento que no necesita de blasones y medallas para sospechar su importancia. La película entrega un Prelorán vivo y vívido (el director falleció víctima de un cáncer el año pasado) pero por sobre todas las cosas permite acercarse a una filmografía que aún busca sus espectadores.
La vida de Jorge Prelorán, uno de los cineastas más admirados y estudiados de nuestro país, es reflejada en este trabajo de manera abarcativa y a la vez atrayente, utilizando algunos de los principios que el propio protagonista del film enuncia en esta película-homenaje. Este artista de la imagen testimonial, especializado en el género documental casi desde sus inicios, y fallecido recientemente, recibe aquí un acercamiento a su tarea, su pensamiento y forma de ser a través de esta oportuna y entrañable pieza de Fermín Rivera. Quizás su objetivo más importante haya sido reivindicar la trascendencia mundial que Jorge Prelorán y su prolífica filmografía han tenido y seguramente ese aspecto está más que cumplido. Rivera había ofrecido a través de Pepe Núñez, luthier, una singular mirada sobre un hombre anónimo y discapacitado que llevaba adelante su oficio contra todas las dificultades, documental elogiado precisamente por Prelorán, quien aceptó que este colega suyo se ocupara de su historia de vida tan particular. Rodado a lo largo de más de cuatro años en distintos escenarios, pasando por sus primeros y curiosos films argumentales en los Estados Unidos y llegando a obras que recorrieron de una manera única la geografía de un país, Huellas y memoria de Jorge Prelorán es un valioso tributo para conocedores y neófitos.
UNA VIDA OLVIDADA Cinta que cuenta parte de la vida del documentalista argentino Jorge Prelorán, que logra rendirle homenaje a su figura, con la intención de que el público argentino pueda descubrir a la persona que ha vivido para el arte y que no se ha merecido el reconocimiento que debería haber tenido. Esta película retrata al director basándose en viarios aspectos de su vida, para así mostrar en rasgos muy generales su personalidad, sus miedos y parte de sus proyectos. La cinta da comienzo con una escena en la que se lo puede ver al realizador sentado en una silla corrigiendo al director de esta cinta sobre la manera en la que a él le gustaría que se enfoque el documental. Esa primera toma es el punto inicial en el cual se muestra, a grandes rasgos, las primeras características de su cine. Luego, y muy rápidamente, la historia comienza a narrar cronológicamente cada uno de los hechos que le sucedieron en la vida. Se utilizan diferentes tomas de las películas que él dirigió para ilustrar lo que se dice y las distintas anécdotas que va contando sobre lo sucedido detrás de escena en cada una de ellas. Siempre se deja en claro la intención que Prelorán tuvo en sus producciones, filmaciones sobre la vida campestre y sobre algunas tribus olvidadas que él mostró al mundo y a la Argentina. Se muestra su amor por una cámara específica; su devoción por mostrarle al espectador vidas sorprendentes del campo argentino; su exilio durante la dictadura militar; su muerte; y la relación con su mujer, su acompañante de vida. Es así, como se va introduciendo un tema mucho mayor y profundo que se relaciona con su manera de hacer cine, pero que marca distancia moralmente: en Argentina Jorge fue uno de los documentalismas más importantes del siglo XX, pero la población nunca se enteró de su trabajo, ocasionando que su talento nunca pudiese haberse visto florecer. Esta cuestión, que en cierta manera es la decepción que él cuenta sobre su vida, es la que más importancia tiene en la película y la manera en la que aquí se expone, con mucho dramatismo, invita al público a que por lo menos sepa quién fue él y a ver alguna de sus producciones. Se utiliza material fílmico de las películas de Prelorán para llevar adelante dicho mensaje, algunas fotografías que van acompañando el relato, las entrevistas con el director, con la esposa y con amigos y colegas que lo van describiendo y recordándolo con amor y detallismo. El montaje y la realización es muy acorde a lo que el mismo Jorge va diciendo, tal como si Fermín Rivera hubiese sido uno de sus alumnos. "Huellas y Memoria de Jorge Prelorán" es una cinta que cuenta la vida y el trabajo de un documentalista olvidado y casi irreconocible para la gente. Una película para descubrir, en caso de no conocerlo anteriormente, a un gran director. Bien lograda visualmente y con un mensaje sobre el olvido y la vocación muy fuerte. Un gran documental. No se lo pierdan. UNA ESCENA A DESTACAR: cuando cuenta su relación con Hermógenes.