Escrita, dirigida y protagonizada por Edward Norton, “Huérfanos de Brooklyn” es la adaptación de una novela de 1990 del escritor Jonathan Lethem (de reciente paso en nuestro país para el FILBA). Un policial protagonizado por un hombre con síndrome de Tourette (trastorno que se caracteriza por la presencia de muchos tics involuntarios) que el propio Norton traslada a la década del ’50.
Lionel trabaja junto a otros muchachos para un detective llamado Frank Minna. La película comienza con un operativo poco claro, el propio Frank no les revela a sus ayudantes mucha información al respecto, y las cosas no salen bien. Pronto se encuentran desamparados y con una agencia sin un rumbo definido. La segunda película que dirige Edward Norton (casi veinte años después de “Keeping the faith”) le permite de todos modos lucirse más como actor que como director.
Él mismo decide ponerse bajo la piel de este complejo personaje, un muchacho que no es tan joven pero cuyo trastorno le da todo el tiempo cierto aura de juventud e inocencia. Y lo cierto es que Norton es un actor muy talentoso así que no falla.
En cuanto a la trama, cuyo cambio de década le permite un aire noir más clásico, comienza con una intriga y pronto va virando hacia terrenos menos esperados. Como todo policial, seguimos siempre la historia a través de su protagonista, un hombre de mucha memoria e inteligencia pero al cual le falta salir un poco más.
Y pronto se va desplegando toda una galería de personajes por la que desfilan actores de renombre como Bruce Willis, Alec Baldwin y Willem Dafoe. Gugu Mbatha-Raw es la otra protagonista, algo más que la mujer que se convertirá en el interés romántico de Lionel ya que será el rostro de la mayor crítica social del film. Durante las más de dos horas de duración de la película se desarrollan diferentes misterios que terminan de cederle el verdadero protagonismo a la ciudad.
El problema es que a lo largo de gran parte de la película, entre tanto personaje, la trama se siente estancada. Ayuda un poco la inclusión de algo de humor y algunas escenas románticas –aunque otras tantas sobren o estén demasiado enfatizadas-, sin embargo lo cierto es que por momentos se la siente larga, estirada.
A la trama enrevesada no la ayuda la narración lenta aunque hay lindos momentos de su protagonista perdiéndose por ejemplo en un club de jazz. Hay una sobria y ajustada puesta de escena que permite reconstruir otra época, casi otra ciudad. De hecho, los aspectos técnicos del film están muy bien.
El problema principal es un guion que no termina de decidirse dentro de ese rompecabezas que presenta en el cual no todas las piezas parecen encajar. “Huérfanos de Brooklyn” es un efectivo policial negro, melancólico como la música de Thom Yorke que la acompaña, pero que por momentos cae en una narración densa y recargada, con una resolución que ya no tiene mucho para sorprender.