Como Planetario o cualquier otro film de Baltazar Tokman, también I Am Mad, concebido como una suerte de ensayo sobre la locura, es un film atípico, original, en cierta medida desconcertante y al mismo tiempo atrapante en cuanto parece girar siempre en torno de los cuestionamientos que plantea la propia identidad, la porción de locura que nos acosa e inquieta a todos. "I Am Mad dice la leyenda que el protagonista de este film lleva tatuada en la espalda, y que responde a una doble declaración: «Yo soy loco» y «Yo soy Miguel Ángel Danna», primera conciencia de un mundo dividido en dos, pero que se prolonga en otro interrogante de mayor alcance: ¿quién está más loco? ¿El que sale tras un sueño o el oficinista que se ahoga en sus asfixiantes rutinas diarias?
Tokman ha contado cómo fue el origen de esta audaz y riesgosa aventura cinematográfica: "Conocí a Miguel en forma fortuita. Estaba en la búsqueda de algo que contar. Luego de Planetario pensaba: «¿Y ahora qué?». Estaba atento y abierto a que alguna historia apareciera. Alguien me comentó que había un grupo de personas que vivía su vida como una leyenda, en medio de la montaña. Que se llamaban a sí mismos guerreros y que pretendían intuir adónde iba la humanidad para salvarla. Fue así que, investigando, conocí a Miguel. Nuestro primer encuentro fue química pura, y eso no paró de crecer. Le dije que no todo el mundo merece que su vida se convierta en película, pero que la suya sí. Entonces hablamos y encontramos puntos de encuentro: él podía hacer una catarsis a través de la película, ya que hacía sólo un año que había vuelto al «mundo real» y se le estaba haciendo difícil. Yo me proponía hacer una buena película con su historia. Luego, las cosas se fueron mezclando un poco y a mí me empezó a interesar más su vida personal. Se transformó en un amigo entrañable y tomó el toro por las astas, llegando a ser el productor del film. Miguel me sumergió en este mundo oculto y misterioso".
Conviene prestar atención a esta última afirmación porque es clave para acceder a la obra: la voz de Miguel es la voz de Baltazar. Baltazar se propuso encontrar el lenguaje que captara y transmitiera la "locura" de su protagonista. Y lo hizo recogiendo sus propios relatos, sus confesiones y sus reflexiones, mostrándolo en relación con la gente que se ha cruzado con él, desde su padre, que lo inició en su vida errante y bohemia de hippie empresario y lo introdujo en la secta de los guerreros de Mehir, una suerte de guía espiritual, abusivo y misógino y que hoy -como la madre, que se apartó de la familia cuando Miguel era chico y él todavía busca- siguen en condición de fugitivos de la Justicia. Y también su ex esposa y sus hermanos, y por encima de todo el viejo dolor nunca superado de la pérdida de la hermanita menor, muerta trágicamente cuando todavía era una nena.
Ya apartado de la comunidad secreta con la que vivió veinte años en la montaña y alejado de la familia, MAD reflexiona sobre su pasado y quizá también sobre las experiencias que lo han conducido a este punto en el que hoy se encuentra. El recorrido que ha hecho -el film mismo, aun en su anárquico devenir- propone una suma de interrogantes y se atreve a indagar en ellos en busca de los cuestionamientos que son los del personaje y reflejan otros a los que quizás el espectador que no sea tan ajeno.