Crecer En Un Mundo Caotico
En 1984, Aria, la protagonista de este duro relato sobre los difíciles años de la preadolescencia, tiene nueve años, vive con sus padres, una pareja de artistas -él, actor famoso; ella, pianista de éxito internacional- y sus hermanastras, frutos de las parejas anteriores del matrimonio. El ambiente es de constantes y encendidas disputas, tanto entre los adultos (se avecina una separación) como entre los más chicos. En vano, Aria intenta encontrar su lugar en esa caótica atmósfera cotidiana, tan opulenta como desordenada. Asia Argento, que también nació en 1975, ha negado que el film se base en su propia biografía y ha dicho que no es una obra que se pretenda terapéutica, pero son demasiadas las coincidencias y demasiado también el compromiso emotivo que parece haber volcado a la hora de pintar la soledad y los sufrimientos que la chica experimenta en esa etapa tan tortuosa de su crecimiento.
Es cierto que en la realidad su padre no es el galán famoso, narcisista y supersticioso que aquí encarna Gabriel Garko, sino el mismísimo Dario Argento, y su madre, una actriz (Daria Nicolodi), pero sin duda varios de los episodios que se enhebran para describir la atormentada infancia de Aria (admirablemente interpretada por Giulia Salerno) no están muy lejos de los que vivió la directora y hay incluso algunos, como el problema con las drogas y la policía que en su época la prensa hizo públicos en 1985.
Más allá de cierta tendencia a la exageración, sobre todo en el dibujo de los personajes adultos -muchas veces próximos a la caricatura-, hay en el film abundantes momentos que exudan verdad (los que remiten a la escuela, al despertar sexual, a las discordantes relaciones entre chicos) y una perceptible carga de sincera emoción. Argento muestra muy buen ojo para internarse en el mundo de los más jóvenes, entender sus intereses, sus necesidades, sus intenciones, sus íntimos malestares y sus desconciertos e ilusiones. Muchos de los mejores momentos de la película tienen que ver con esa singular sensibilidad para penetrar en el universo infantil sin perder naturalidad ni tropezar con los habituales artificios. En ese sentido, es decisivo el aporte de Giulia Salerno, descollante en medio de un nutrido grupo de pequeños actores con compromisos más circunstanciales.
Incomprendida, es cierto, no logra disimular el carácter episódico que deviene de la estructura del guión, pero alcanza momentos de conmovedora verdad e insinúa, tras mucha oscuridad y algún desborde de crueldad, la promesa de una nueva vida en la toma de conciencia final de la protagonista.ß Fernando López
En 1984, Aria, la protagonista de este duro relato sobre los difíciles años de la preadolescencia, tiene 9 años, vive con sus padres, una pareja de artistas -él, actor famoso: ella, pianista de éxito internacional- y sus hermanastras, frutos de las parejas anteriores del matrimonio. El ambiente es de constantes y encendidas disputas, tanto entre los adultos (se avecina una separación) como entre los más chicos, de los que recibe similar mal trato. En vano Aria intenta encontrar su lugar en esa caótica atmósfera cotidiana, tan opulenta como desordenada.
Asia Argento, que también nació en 1975, ha negado que el film se base en su propia biografía y también ha dicho que no es una obra que se pretenda terapéutica, pero son demasiadas las coincidencias y demasiado también el compromiso emotivo que parece haber volcado a la hora de pintar la soledad y los sufrimientos que la chica experimenta en esa etapa tan tortuosa de su crecimiento.
Es cierto que en la realidad su padre no es el galán famoso, narcisista y supersticioso que aquí encarna Gabriel Garko sino el mismísimo Dario Argento, y su madre, una actriz (Daria Nicolodi), pero sin duda varios de los episodios que se enhebran para describir la atormentada infancia de Aria (admirablemente interpretada por Giulia Salerno) no están muy lejos de los que vivió la directora y hay incluso algunos, como el problema con las drogas y la policía que en su época la prensa hizo públicos en 1985.
Más allá de cierta tendencia a la exageración, sobre todo en el dibujo de los personajes adultos -muchas veces próximos a la caricatura-, hay en el film abundantes momentos que exudan verdad (los que remiten a la escuela, al despertar sexual, a las discordantes relaciones entre los chicos) y una perceptible carga de sincera emoción.
Argento muestra muy buen ojo para internarse en el mundo de los más jóvenes, entender sus intereses, sus necesidades, sus intenciones, sus íntimos malestares y sus desconciertos e ilusiones. Muchos de los mejores momentos de la película tienen que ver con esa singular sensibilidad para penetrar en el universo infantil sin perder naturalidad ni tropezar con los habituales artificios. En ese sentido es decisivo el aporte de Giulia Salerno, descollante en medio de un nutrido grupo de pequeños actores con compromisos más circunstanciales.
Incomprendida, es cierto, no logra disimular el carácter episódico que deviene de la estructura del guión, pero alcanza momentos de conmovedora verdad e insinúa, tras mucha oscuridad y algún desborde de crueldad, la promesa de una nueva vida en la toma de conciencia final de la protagonista.