Crisis y desencuentros
Dos jóvenes caminan por la calle en la España de mediados de los cinecuentas, se miran, vuelven a mirarse, pero ninguno de los dos se anima a acercarse al otro, cada uno sigue su camino, y tal vez se arrepientan toda su vida de no haberse dicho nada. Treinta años después, en Buenos Aires, el matrimonio de Fabián (Darío Grandinetti) y Mariela (Carolina Peleritti) atraviesa una crisis. Ambas historias están relacionadas.
Fabián es un ejecutivo bancario, y Mariela es psicóloga, ambos son exitosos en sus trabajos, llevan una muy buena vida junto a su hija, pero sus exigentes carreras los tienen estresados y han perdido la pasión por lo que hacen. Mariela cree que un viaje solucionará sus problemas maritales, pero Fabián encuentra otra solución a su apatía y comienza un fogoso romance con una joven escultora (Antonella Costa), que saca de él toda la emoción que hace años no sentía, lo que hace que comience a manejarse de forma extraña; en pocas palabras, deja de ser quien era. Mientras la pareja se aleja cada vez más, dos extraños personajes: un escritor ciego (Federico Luppi) con el que Fabián mantiene largas charlas en un parque, y Olga (Mabel Rivera), una demandante paciente de Mariela, darán vueltas alrededor de la historia, hasta que el circulo se cierre.
Las actuaciones son correctas, y la historia está llevada con dinamismo, aunque muchas situaciones parecen poco creíbles, y no llega a crear un clima de suspenso interesante. Por momentos parece que no solo la estética fuera ochentosa, sino también la forma de sobreactuar algunas situaciones.
El principio es realmente prometedor, es una hermosa escena, en la que nos quedamos con ganas de saber que ha pasado con esos jóvenes, si algún día volverán a encontrarse. Pero lo que comienza de forma tan prometedora, se va desintegrando en una historia bastante común de crisis de la mediana edad, relatada con unos cuantos lugares comunes, y un final, por suerte, bastante inesperado.